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Recuerdos anegados

Hace ya varios años publiqué en la desaparecida editorial Libros del Oeste un libro más bien extraño, en forma de novela, titulado Biblia Apócrifa de Aracia, que venía a contar, a través de numerosas voces y formas narrativas, la historia de una ciudad desde sus orígenes hasta su aniquilación. El asunto quería tener, desde el principio, resonancias bíblicas, y por eso resultaba oportuno que la destrucción final gozase de la espectacular grandeza, y la arbitrariedad, de los castigos divinos. Puestos a ingeniar una forma contemporánea de destrucción que cumpliese esos requisitos -grandeza, arbitrariedad- me pareció oportuno que Aracia -la ciudad protagonista del libro- fuese devorada por las aguas de un pantano. Supongo que habría conseguido el mismo efecto si la ciudad hubiese sido arrasada por un feroz bombardeo aéreo, como el de Guernica, o si hubiese ardido por completo en medio de un incendio, pero en ningún momento se me ocurrió tal cosa. Imagino que si la opción del pantano, de la inundación, me resultó tan obvia es porque vivo en un lugar donde la realidad de los embalses es muy cercana –Jesús, uno de mis tíos, por ejemplo, trabajó bastantes años para la antigua Hidroeléctrica Española en la construcción de varias presas- y porque siempre tuve presente, al concebir Aracia, el vacío de las calles de Granadilla, esa villa tan hermosa como triste en la que tan fácil resulta sentir el dolor del desarraigo de sus antiguos habitantes.

Más evidentes son las razones que para tratar de estos temas tiene el autor leonés Julio Llamazares, nacido en un pueblo, Vegamián, desaparecido en 1969 bajo las aguas del embalse Juan Benet. Llamazares ya había hecho un espeluznante retrato de su pueblo al escribir y protagonizar “Retrato de bañista”, uno de los cortometrajes que forman parte de la película española El filandón, dirigida por José María Martín Sarmiento –y cuyo guión, por cierto, fue publicado asimismo por Libros del Oeste en una cuidada edición plagada de fotografías que sirvieron para inspirar mis visiones de la Aracia sumergida–, y regresa ahora, después de muchos años, a la triste realidad de los pantanos con una breve novela coral titulada Distintas formas de mirar el agua.

Si en “Retrato de bañista” Llamazares ponía el acento, quizá por la belleza espectral, casi extraterrestre de las imágenes del pueblo, emergido de las aguas, en la realidad física del lugar, en la destrucción de las casas, en la soledad de sus calles, en Distintas formas de mirar el agua los protagonistas son las personas, las gentes que, de un modo u otro, en primera, segunda o tercera persona, protagonizaron aquella tragedia colectiva, y a este respecto tanto el título como la portada del libro resultan enormemente significativas, pues la ilustración nos muestra lo que la novela, a nivel superficial, visto, digamos, desde lejos –como hace al automovilista cuyas someras impresiones cierran el libro–, narra, el momento en que los miembros de una familia se dirigen al pantano que cubre las casas de un pueblo, Ferreras, para depositar las cenizas de Domingo, el abuelo, uno de sus últimos habitantes, y el título nos anticipa su realidad profunda, el procedimiento narrativo empleado por Llamazares, que disecciona el momento, se entiende que breve, de apenas unos minutos, en breves secuencias sucesivas protagonizadas por distintos integrantes del grupo –la mujer del fallecido, los hijos, las hijas, yernos, nueras, nietos– permitiéndonos, así, ponernos en la piel, o en los ojos, de esas distintas formas de mirar el agua, que son, al mismo, distintas formas de vivir, o contemplar, sin simplificaciones o maniqueísmos, la destrucción o el desarraigo que produjo, en tantas gentes, en tantos lugares de este país, la construcción de los pantanos.

Distintas formas de mirar el agua es, en definitiva, una novela sencilla, muy bien escrita, serenamente desoladora que estoy convencido de que a nadie, en esta ciudad nuestra que hace no demasiados años dedicó, merecidamente, a los hijos de Granadilla una de las rondas de su vieja muralla, le ha de resultar indiferente.

Distintas formas de mirar el agua

 

Distintas formas de mirar el agua

Julio Llamazares

Alfaguara

17,50 euros

Disponible en la Biblioteca Municipal de Plasencia

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