Entretenidos con la pandemia y sus cosas, casi sin ser conscientes del tiempo, nos ha estallado agosto entre las manos: la calidez de las playas, el variado azul del mar, el estimulante aroma estival… o la frescura de las cumbres y montañas de nieve, las gargantas de aguas cristalinas y frías, los cielos serenos… que nos ponen alas para volar y liberarnos de la monotonía laboral, del encono de la covid (siempre con las consiguientes precauciones), la inquietud vital y percibir el relax que ofertan esos parajes… cosas materiales al fin y al cabo sin tanta importancia, ya que lo principal está dentro de nosotros mismos.
El pastor Gordon MacDonald comparaba nuestro interior con un jardín. “El centro espiritual de cada persona es el jardín. Un lugar que invita a la paz y a la tranquilidad. Cuando nuestro jardín se encuentra en orden, sin turbulencias, dejando de lado la ansiedad de las obligaciones, el ruido del mundo y la confusión podemos decir que nuestro interior goza de salud… Teniendo en cuenta que si no lo cuidamos, se llenará de malas hierbas…” De igual forma se expresó Ugo Betti, cuando manifestó que “la felicidad es algo que cada uno lleva en sí mismo, sin darse cuenta de ello” y buscar la felicidad fuera de sí mismo es como si el caracol buscase su casa.
Esto no resta que haya elementos exteriores que puedan ayudarnos a vivir la fragancia de ese jardín interior. Y pongo por ejemplo la sintonía interna con un entorno de nuestras vidas; algo como lo que nos ofrece la comarca de la Vera para cuidar nuestro jardín interior en orden a satisfacer algunas de esas necesidades: turismo cultural a través de sus monumentos, eremitorios, iglesias, castillos, etc.; turismo deportivo con su amplio abanico de actividades: canoas por el Tiétar, rutas sorprendentes a caballo, ejercicios en sus piscinas naturales, recorridos en bicicleta, o serenos paseos entre alisos, almendros, chopos, a la vista de la sierra violeta… o disfrutar de sus fiestas, de sus tradiciones y de la gastronomía tan variada como atractiva de la manos de la cocina tradicional o la creativa, siempre con productos de calidad, arropados por la hospitalidad de sus gentes…
Al fin y al cabo, la vida consiste en eso: llenar el interior de sensaciones que, de una u otra forma, nos hagan sentirnos mejor. No importa tanto por ello huir a lugares lejanos y exóticos cuanto vivir la sencillez y saborear lo que tenemos más a mano.
A ello nos ayuda también el clima de esta parte de nuestro país, perteneciente a la España Dulce. No en vano se decía antiguamente que la Vera era el lugar en el que se encontraban los famosos Campos Elíseos, lugar de vida bienaventurada, habitación de los dioses y descanso de varones justos, que citaba Homero.
En fin, agosto está aquí otra vez. Feliz verano, dentro de lo que esa maldita pandemia nos permite, cuidando el paraíso de nuestro jardín interior.
Imagen superior: Monasterio de Yuste desde el Mirador de La Vera
Texto de José Vicente Serradilla para su columna Bitácora Verata
Publicado el 4 de agosto de 2021