Jaime Río-Miranda Alcón, todo un “ehparragueru” (así se conoce cariñosamente a los vecinos de Valdeobispo) de pro, se lanzará al ruedo finalmente el 18 de mayo y no el lunes 9 como inicialmente estaba previsto, para hablar largo y tendido sobre el libro que acaba de sacar a la calle: “La Cueva de Boquique”, y en cuya publicación ha tenido que ver mucho la Asociación Cultural Placentina “Pedro de Trejo”.
El acto tendrá lugar en el Centro Cultural “Las Claras” de la Ciudad del Jerte, a las ocho de la tarde. Jaime es diplomado en Arqueología y Numismática Hispánica por la Universidad de Barcelona y es más que conocido en variopintos foros relacionados con los temas histórico-arqueológicos. Puede que sea una de las personas, por no decir la que más, que conoce los secretos de las entrañas de la ciudad romana de Cáparra al dedillo. Fruto de ello, son los libros que tiene publicados y otra infinidad de artículos en diversas revistas.
La presentación del libro será por cuenta del heterodoxo correcaminos que firma estas líneas, el cual (dicho sea con humildad) procura compaginar sus saberes universitarios con la experiencia que da el sudar la camiseta entre canchos y retamas, recogidos valles y altaneras sierras, con tal de encontrar un fósil director que dé razón a tantos interrogantes como nos plantean los quehaceres arqueológicos. Interrogantes que aún siguen en torno a esa emblemática “Cueva de Boquique”, metida entre los riscos de la dehesa de “Valcorchero”: la “joya de la República” (¡qué más quisiéramos algunos!) para la ciudad de Plasencia y que, dentro de sus más de 1184 hectáreas, aún guarda infinidad de misterios. Desde que Bosch Gimpera publicase, en torno a 1915, algunas notas sobre la mentada cueva en el “Anuari de l’Institut d’Estudis Catalans”, se ha vertido mucha tinta, plagada de contradicciones, acerca de los prehistóricos placentinos, o “plasenciánuh” (como decimos la gente de las tierras más norteñas de la provincia de Cáceres).
Sin metodología arqueológica alguna, ya removieron los estratos fértiles de la cueva aquel arquitecto y terrateniente (a quien sus braceros no le tenían estima alguna) llamado Vicente Paredes Guillén, así como el catalán Pedro García Faria. Más tarde, en 1970, cuando el arqueólogo Martín Almagro se dispuso a excavar seriamente en la cueva, no consiguió gran cosa, pues todo estaba alterado por los trabajos clandestinos. Algunos vestigios cerámicos encontrados han internacionalizado el nombre de “cerámica tipo Boquique”, de la que pensamos que tiene su origen en la confluencia de determinados elementos culturales en el Neolítico Pleno o Medio, cuando ya se abandonaban las cuevas y se levantaban poblados en lugares estratégicos.
Por ello, el interrogante queda en el aire: ¿era un abrigo rocoso el lugar seleccionado para su refugio del carlistón y reaccionario Mariano Ceferino del Pozo, alias “Boquique”, o acaso es un panteón funerario? Cerámicas de “punto en raya” que se desparraman en todas direcciones y que conocen el Bronce (cultura “Cogotas I”) y llegan a alcanzar la Edad del Hierro.
Mucho habría que decir sobre esta covacha, pues los terrenos graníticos del corredor Béjar-Plasencia no son aptos para conformar cuevas propiamente dichas, sino simplemente refugios rocosos de escasa amplitud. Pero de todo ello se hablará el próximo día 9 de mayo, cuando los asistentes se suban a la nave nodriza y aterricen entre los escabrosos riscos de Valcorchero, iniciando un viaje por el tiempo.
Publicado: 3 de Mayo de 2016