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De Cervantes a Montaigne

Mi suegra Juani, que ya va camino de noventa y uno, devora los libros. Disfruta mucho con ellos, y la ayudan a entretener las horas (largas y apacibles) y a mantener en forma la cabeza. No es, sin embargo, lectora de altos vuelos. Le gustan historias sencillas protagonizadas por mujeres o las sagas familiares con aire de folletín, libros que lee con un entusiasmo y un candor que yo a ratos le envidio. Recuerdo, por ejemplo, la inocencia con la que leyó, hace bastantes años, El Quijote en una cómoda edición que le regalé. Se asombraba entonces, me acuerdo, de la locura del hombre, no de la del mito, lo que me hacía pensar que aquella lectura suya, desnuda de tanta interpretación y reinterpretación posterior, se parecía más que ninguna otra a la de los primeros lectores que pudo tener el libro, y que, por eso, probablemente ella estaba más cerca del fulgor que hizo que la obra de Cervantes acabase convirtiéndose en un clásico, en el clásico, de lo que jamás pudiera llegar a estarlo yo. Por eso la envidiaba. Por ese tipo de cosas, y por un furor lector que parece casi adolescente, la envidio a menudo.

Pues bien, vamos al grano: cumpliendo con mi papel de dealer libresco, hace varias semanas le di a leer El huerto de Emerson, lo último de Luis Landero. No me gusta saber de los libros antes de leerlos (en realidad, de los que voy a leer seguro, porque hay otros muchos a los que llego, precisamente, por las cosas que leo o que oigo), y por eso de El huerto de Emerson, que pensaba leer sí o sí, lo único que había llegado a ojear había sido la contraportada, que me pareció que lo emparentaba con otro libro suyo, El balcón en invierno, un libro que a Juani le gustó mucho en su momento. Por eso, esperando repetir el éxito de entonces, le di a leer también este nuevo título. Cuando le pregunté al día siguiente qué le parecía, me dijo que muchas cosas no las entendía, pero que le estaba gustando, y cuando uno o dos días más tarde le volví a preguntar, ya lo había terminado. Y le había encantado.

Leyendo luego El huerto de Emerson, tan intertextual, tan metaliterario muchas veces, me preguntaba a menudo cómo era posible que le hubiese gustado tanto a mi suegra, que poco o nada sabe de muchas de las cosas que Landero cuenta en sus páginas, y la conclusión a la que llegué fue que lo que debió de gustarle, sobre todo, es la manera en la que todas esas cosas están contadas, y que si la había encantado era, precisamente, por la extraordinaria capacidad que tiene el autor de encantar, de hechizar con el canto, con el rumor y la cadencia de las palabras, una capacidad tan intensa que hace que, al final, casi te dé igual de qué te hable con tal de que te hable.

Pero me temo que insistir tanto en la forma puede despertar, en quien lea esto, dudas acerca del contenido, que resulta, sin embargo y a mi modo de ver (o de leer), no menos interesante. El libro es, supongo, una mezcla de novela, de memorias y de ensayo, y lo que me llamó la atención de él, en un autor descrito tantas veces como cervantino, es que tiene un cierto aire montaignesco [dos adjetivos, cervantino y montaignesco que, bien mirado, seguramente no sean en absoluto incompatibles]. Lo digo porque, un poco a la manera de Montaigne, lo que Landero nos acaba por contar con hermosa sencillez en El huerto de Emerson es lo que un hombre prudente, con la experiencia de los años vividos, y de todo lo leído, y de todo lo contado, puede buenamente, sin fuegos de artificio, decir sobre la vida, y, además de con el magnífico estilo del que ya hemos hablado, lo hace con un sosiego y con un tono de sincera confidencialidad à bout de souffle (expresión que para nosotros, lectores y espectadores españoles, siempre querrá decir -pese a lo que signifique literalmente- al final de la escapada) que hace que resulte absolutamente delicioso.

Vamos, que por la forma y por el fondo, por lo que dice y por cómo lo dice, por lo que tienen de cervantino y montaignesco, por el sosiego con el que echa la vista atrás para luego contarnos, les diría que no dejen de leer estas suculentas notas de cuaderno de Luis Landero.

El huerto de Emerson

Luis Landero

Tusquets Editores

19 euros

Texto de Juan Ramón Santos para su columna Con VE de Libro

Publicado el 14 de mayo de 2021

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