
Lo llaman el “pequeño escorial” porque luce imponente, alzado en medio de Valdefuentes, un pequeño y pintoresco pueblo de la comarca Montánchez-Tamuja. Una zona rica en espacios naturales y ubicada entre Trujillo, Mérida y Cáceres. El Convento de San Agustín de Valdefuentes comienza a construirse en 1634 y sufrió varias interrupciones en la obra, su objetivo era servir como convento para los monjes agustinos recoletos y también como panteón marquesal, pues mandó a edificarlo Ana de Sande, hija de Álvaro de Sande y Golfín de Paredes y Mariana de Padilla y Mendoza, los primeros señores de Valdefuentes. Aunque nunca se usó como lugar de enterramiento de los marqueses.
El convento cuenta con una iglesia cuyo retablo en pan de oro es orgullo de los vecinos. Parte de las instalaciones del convento sirven como oficinas del Ayuntamiento y acoge también el Museo Etnográfico de la localidad y el claustro esgrafiado.
El claustro del Convento de San Agustín de Valdefuentes
Es precisamente el claustro del convento de San Agustín el que nos llama a visitar esta localidad. Es un claustro no muy grande ni rico en ornamentación, pero sí muy particular, porque sus paredes están cubiertas con las técnicas del esgrafiado y recoge figuras geométricas y motivos de la naturaleza en cenefas y formas que suben por las paredes del claustro hasta las alturas. Se trata de los esgrafiados más antiguos que se encuentran en Valdefuentes, la Capital Regional de Esgrafiado. Datan de 1721, aunque han sido restaurados en años posteriores.
En el recorrido por el claustro encontramos también piezas romanas encontradas en el pueblo y en lugares cercanos. Valdefuentes ha sido lugar de paso obligado durante distintas etapas de la historia de nuestra región. En el recorrido por sus calles encontramos las casas esgrafiadas que caracterizan a esta localidad, pero también el Palacio de los Sande y el rollo que preside la plaza y data de mediados del siglo XVI.

Publicado en septiembre de 2018
Fotografías Andy Solé/planVE