El día que José García Alonso se marchó a Villablino a algunos, en Plasencia, nos dejó un poco huérfanos. José García Alonso es uno de esos regalos que el azar nos hace de cuando en cuando en forma de forastero, con la excusa de una interinidad, un concurso de traslados o un trabajo temporal. Son gente de fuera que, como poco, aporta un punto de vista diferente, que nos ayuda a mirar nuestra propia ciudad desde otra perspectiva, que nos trae ideas y una bocanada de aire fresco. Unos se quedan para siempre y otros, como Jose, al final levantan el vuelo, pero siempre dejan algo atrás al marcharse. En su caso ese algo es mucha amistad y mucho cariño, pero también la semilla de una experiencia hermosa, aunque discreta, la de Alcancía y su pequeño y cuidado catálogo de libros.
José García Alonso fue el verdadero promotor de la Asociación Cultural Alcancía: de él fue la iniciativa del proyecto “Escribir en Extremadura – Leer en Extremadura”, de él fue el entusiasmo que nos llevó a publicar, con vocación puramente divulgativa, ocho títulos en papel de autores de dentro y de fuera de la región, y gracias a él pudimos ofrecer versos y relatos de Álvaro Valverde, César Martín Ortiz, Gonzalo Hidalgo Bayal, Tomás Sánchez Santiago, Pilar Galán, Ángeles Pérez López, Francisco Rodríguez Criado, Antonio Reseco, Antonio Pereira y Emilia Oliva. Luego, seguramente porque nos faltaba ya el aliento cercano de Jose, el proyecto se aletargó, y así estuvo hasta que la repentina muerte de nuestro amigo Emilio Antero Santos nos hizo despertar, despabilarnos, en el verano de 2014, para rendirle merecido homenaje con Lencería –una breve muestra de sus relatos–, y ahora, casi dos años después, Alcancía regresa para llevar a cabo un acto de verdadera justicia poética: dar a conocer la poesía de José García Alonso con el libro Formas de seguir abrazando.
Formas de seguir abrazando es un libro intenso y hermoso, dividido en cuatro partes: “Libro de familia”, escrita en una prosa preñada de lirismo que, además, anticipa en buena medida lo que podremos leer más tarde y que contiene, entre otros, cuatro intensísimos textos -los de la serie titulada, precisamente “Libro de familia- que insinúan secretos familiares, en los que se puede calibrar el a menudo duro peso del pasado; “Deudas”, la más importante, en número de poemas, una parte dedicada a la enfermedad, a la pérdida, a la ausencia, en la que los versos se convierten en verdaderas formas de seguir abrazando, a través de las palabras y más allá de la muerte; “Ven”, que contiene seis poemas contundentes, a menudo cargados de cruel ironía, en torno al drama social de los refugiados; y “Tal vez no”, una suerte de cajón de sastre en el que destaca, en su parte final, una serie de poemas que tienen que ver con la escritura y con los que José García Alonso construye una suerte de poética fragmentada que dice mucho sobre su elevado grado de exigencia como escritor.
Más allá de la organización y el contenido concreto del libro, lo que da unidad a esas cuatro partes, solo en parte dispares -pues todas contienen, al final, diferentes formas de seguir abrazando-, es la mirada del poeta, la mirada de José García Alonso, una mirada que se vuelva sobre la realidad, sobre el presente y sobre el pasado, muy atenta a la naturaleza y a los objetos, que se vuelve reflexión a lo largo del proceso de escritura, y cuyo resultado son unos poemas cargados de ternura, escritos con palabras cotidianas, como en voz baja, con silencios en forma de espacios en blanco y paréntesis frecuentes, con más interrogaciones que signos de exclamación –con más preguntas, pues, que respuestas–, y que emocionan una y otra vez con su emoción contenida.
Como muestra de esa emoción, de esa ternura -y porque me temo que muchas veces no hay mejor carta de presentación de un libro de poemas que alguno de los poemas que contiene- dejo aquí “Por eso…”, uno de mis favoritos, dedicado a la madre del poeta, que dice
Fuimos en un tiempo centeno y manos
los ojos de los búhos en el valle
la sangre que latía sobre el frío
el dialecto del júbilo y la risa
la voz del llanto y la tristeza.
Manos y centeno.
Latido y humus.
Gozo y desconsuelo.
Eso fuimos antes de ser
por un mar de espuma marina de su vientre
dejados en el mundo.
Por eso…
Por eso no está en otra boca sino en la nuestra el pan
de aquellos años suyos de cielo e intemperie,
no en otros ojos está sino en los nuestros la luz
de su mirada y su pálpito adelantado,
no en otras manos sino en las nuestras ha de estar
su tacto de amparo
el favor de sus manos apretando nuestro pecho.
Lo que de cierto sabemos del mundo
se resume en lo que fuimos:
ahora junco que pierde el equilibrio
y que aun así nos mantiene erguidos
y nos empuja con su soplo.
Y por eso,
porque fuimos en un tiempo centeno y manos
grillos y sapos en verano
guadaña y hierba
somos lo que somos en el mundo.
y que aporta -al menos a mi modo de ver- suficientes razones como para que lean los versos de Formas de seguir abrazando, de José García Alonso, la última entrega de Alcancía.
Formas de seguir abrazando
José García Alonso
Asociación Cultural Alcancía
10 euros
Publicado el 10 de junio de 2016
1 comentarios
Acaban de regalarme “Formas de seguir abrazando”, un “librito” inmenso, cuya lectura es un compendio de lirismo, sugerencias, intuiciones… ¿Se puede describir de más bella manera la vida afanosa y labriega de nuestros antepasados que con esto: “Fuimos en un tiempo centeno y manos… Guadaña y hierba… El dialecto del júbilo y la risa…”?
Y ya no hablo de “Libro de familia”, en donde se dejan entrever cosas que me trasladan a García Márquez, Juan Benet y hasta Machado en “Tierra de Alvargonzález”.
Sus ochenta páginas son ochenta territorios de belleza.