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Donde se queman los hombres

Las ferias del libro asaltarán esta semana las secciones de cultura de los noticiarios y la prensa. Sean bienvenidas. El olor de las hojas impresas y el colorido de las portadas de las novedades impregnará de aire primaveral las plazas y los paseos de nuestra región. Lectores y no lectores se dejarán llevar por tan sugerentes estímulos y acudirán a conocer a los autores invitados o a participar en las innumerables actividades programadas. Las ferias del libro sirven a todos los gustos. Hay abundancia, hay calidad y, ay, tan poco tiempo.

Me gusta hablar con los libreros porque, mientras miran de reojo a los compradores y curiosos que se aproximan a los puestos, me cuentan anécdotas que darían para escribir un reportaje. Conocen muy bien a su público y saben cuándo el año será bueno en ventas o no. A los libreros nos los vence ni el cansancio de las largas jornadas ni el calor ni el desfile titubeante que a ciertas horas abarrota estos zocos pasajeros, y muestran con ilusión su producto, da igual a quién, al comprador de bestsellers o a aquellos aventureros que escudriñan los mostradores a la búsqueda de alguna rareza. Yo, por mi trabajo de profesor de secundaria, me fijo especialmente en los adolescentes. Llegan decididos, tienen las cosas claras y saben lo que les gusta, así que, tras las compras, se marchan resueltos y ufanos con cómics manga, libretos de influencers, pentalogías fantásticas interminables o alguna que otra obra poética bajo el brazo. Todos comenzamos a leer un día por un margen.

Según leo en la prensa, las expectativas para las grandes ferias este año son halagüeñas. Como decía antes, sean bienvenidas. En España el Día del Libro, que da paso a todos los eventos y celebraciones literarias, comenzó a celebrarse en los felices años 20. Ya es centenario. Fue el escritor valenciano Vicente Clavel quien lo promovió en 1923, aunque no se consolidó en el territorio nacional hasta un real decreto de 1926. Aunque al principio se celebraba los 7 de octubre, día que (dicen) nació Miguel de Cervantes, en 1930 se estableció definitivamente la fecha en el que lo seguimos festejando, el 23 de abril, día del entierro del autor de El Quijote, pues murió el 22. Desde 1995 se celebra El Día Internacional del Libro en casi todo el mundo. 

Los libros más demandados, y que más alegrías dan a los libreros, son las novelas de amor y crimen. Las cifras de ventas de Alice Kellen o Dolores Redondo son incontestables. Algo sabrán los lectores. Tengo ahora en mis manos un libro que ha editado ADN recientemente. Se trata de Donde se queman los hombres (2024) y está escrito por Carmen Clara Balmaseda, a quien no dudaría en calificar como una de las voces más sugestivas que han aparecido últimamente en nuestra geografía extremeña. Carmen Balmaseda se ha atrevido a adentrarse en el pasado de la ciudad de Badajoz con una trama intrigante y de giros imprevistos que pone en evidencia la oscuridad de las pasiones humanas y las circunstancias sociales que condicionan a los individuos, atrapados en las redes de la Historia, con mayúscula. Donde se queman los hombres arranca en la sangrienta toma de Badajoz por los legionarios de Yagüe y los subsiguientes episodios de todos conocidos. ¿Acaso otra novela sobre la Guerra Civil y los 40 años de ominosa dictadura? No, aunque el marco histórico determine una concreta forma de mirar y leer nuestro pasado, y dar luz al presente. Les anoto la primera frase: “Por primera vez, José Antonio Expósito sintió miedo a morir”. Un comienzo que sienta las bases de lo que los clásicos denominaban “lo inquietante”. Argumenta Eugenio Fuentes en su ensayo Los bajos fondos del corazón (2024) que una novela noir para serlo ha de tener dos ingredientes imprescindibles: “el daño infligido” y “el misterio”. Esta novela se fragua con esos componentes. Las vidas cruzadas de José Antonio Expósito y de Eusebio Vegas, y los hijos de ambos, están cuajadas de dolor, violencia, amor y muerte. El lector, absorbido desde el inicio por el ritmo narrativo que imprime la autora, descenderá paso a paso los escalones de los turbios secretos familiares que han acabado con la muerte del personaje sobre el que pivota la historia, Julián Expósito. 

Cuando hablamos de novela en clase, con mis alumnos, me gusta indicarles que la novela nos permite vivir esas vidas que hubiéramos querido vivir pero también aquellas que jamás hubiésemos querido ni para nosotros ni para las personas a las queremos. Entrar en otros mundos y en otras vidas por ese ojo de la aguja que es la literatura nos hace volvernos más humanos, y no sé si porque nos acerca más a los otros o porque evidencia nuestras propias debilidades. La novela que ha escrito Carmen Balmaseda demuestra, además, que los territorios que damos por conocidos siempre esconden algo, una luminiscencia turbadora, una pira hecha de astillas viejas y despojos, en la que se columbra la insidiosa condición humana.

Mi yo adolescente sigue sintiendo los libros como un preciado tesoro. Veo satisfacción en los rostros de los chicos y chicas que, tras visitar los puestos de la feria, regresan a casa. Portan algo valioso, un mundo bajo el brazo. Feliz Día del Libro a todos y a todas.

Texto de Felipe Rodríguez publicado el 22 de abril de 2024

Carmen Clara Balmaseda presentará su libro en la Feria del Libro de Plasencia

(En la imagen superior, la portada del libro Dónde se queman los hombres y su autora, Carmen Clara Balmaseda)

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