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Barranquérah de Loh Cojónih de Crihtu: la Peña Sacra de El Ehcribanu

Frente al antiguo bar Sol, que también fue discoteca rural, donde contorsionamos el cuerpo en nuestros años jóvenes los días festivos, se encuentra una rinconá (cantón) en la que toman el sol las tardes invernales una gavilla de ancianos.  Me he parado muchas veces a hablar con ellos, extrayendo de sus memorias sus saberes ancestrales.  En cierta ocasión, logré reconstruir a medias cierta retahíla o cantinela que acompañaba a un juego de muchachos.  Dice así, en el habla altuehtremeña de la zona: Pericu Sanchi, / de lu que no eh quitanti, / eh quitatiña, / hijahtru del Campesinu / y de mi agüela la Burriña. / Saltu pol el canchal / del lombu de Lah Mesíllah, / andi ehtá la Reina Mora, mora de la morería, / que d,oru se calzaba / y de plata se vihtía…  Es más larga, pero con lo expuesto nos vale para seguir adentrándonos en los misterios de la peña sacra de El Ehcribanu.

Vista de la roca cimera de la peña caballera, desde su ángulo SO, donde se aprecian tres perfectas cazoletas, pese al descarnado erosivo que ha sufirido. (Foto: F.B.G.)

No hemos podido hablar con el dueño de la finca conocida como El Plau de lah Mesíllah, vecino del pueblo donde se encuentran enterrados los restos del poeta José María Gabriel y Galán, idolatrado por los campesinos de muchas poblaciones extremeñas y castellanas.  Fermín Blanco Berrocal, más conocido en el lugar por Tíu Fermín Corcheti, es ya nonagenario y su salud no está para entrevistas.  Tal vez él podría habernos narrado alguna leyenda o algún simple dicho que oyó a sus mayores en relación con el conglomerado rocoso que se alza en el medio del prado.  No obstante, conformémonos con la cantinela reseñada más arriba.  En ella, se habla de un cancho situado en el cerro de Lah Mesíllah, donde se ubica a una legendaria Reina Mora, la cual se calzaba con zapatos de oro y se vestía con indumentos de plata.  ¿Acaso este Lombu de lah Mesíllah se corresponde al mencionado prado? Todo pudiera ser.  De hecho, el prado ya forma parte de la ladera que mira hacia el NE de una loma que bien puede concatenarse con el paraje que los lugareños denominan Loh Cerrítuh, lo que ofrece un perfil de colinas, collados o altozanos por los que corren diversos riberos que van a morir a la margen derecha del río Alagón.

Desmenuzando la retahíla canturreada del juego propio de rapaces, nos percatamos que se hace mención a una acción de saltar por encima del canchu de Lah Mesíllah.  La tradición popular, en su evolución, no es extraño que adobe extraños giros verbales o versos donde la impresión de mezclarse las churras con las merinas.  Pero, cogiendo la lupa, se pueden extraer elementos que encierran mucha enjundia, necesitándose un especial encaje de bolillos para conformar algunas conclusiones.   Contamos con que tenemos registrado una majestuosa peña caballera en el paraje de Lah Mesíllah.  Ese risco no hay quien lo salte, a no ser los personajes legendarios de cuentos y leyendas.  La Reina Mora, que aparece también en el cantarcillo, es claramente un ser mítico, como son la generalidad de los móruh y mórah que andan sueltos por los campos de muchos puntos de la geografía hispana y de los que se cuentan mil hazañas.  Nada que ver con los moros históricos, como hemos repetido cientos de veces.  A esta Reina Mora, como vemos en la cantinela, se la ubica en el Lombu de Lah Mesíllah (lombu es un leonesismo que pervive en la variante dialectal altoextremeña, equivalente a cerro).  Y esta Reina Mora gasta calzado de oro y vestidos de plata, como se describe en el cantarcillo.  El verso parece prestado de aquel romance de La Devota de la Virgen en el yermo (IGR: 0212).  Diversas variantes de este romance se han en recogido en áreas del antiguo reino de León y también en Portugal.  En la comarca de Las Hurdes, tan rica en el Romancero de tradición oral, contamos con varias versiones.  Una de ellas, cantada por la vecina de la alquería de Aceitunilla, Ricarda Iglesias Montes, se inicia así:  Una hija tenía el rey, // que aquella na más tenía, // que de oro se calzaba // y de plata se vestía (…).  El romance, bien estudiado por el filólogo e historiador Ramón Menéndez Pidal, es de probada antigüedad.  Las versiones de Las Hurdes tienen gran semejanza con otras recogidas en Cantabria.

Receptáculo o cazuela situado en lo alto de la roca cimera, en el que se aprecia perfectamente el moldeado (borde engrosado y almendrado) de dicho recipiente excavado en el cancho, usado para fines rituales.  (Foto: F.B.G.)

Loculus

Cartografía del IDEEX, donde se observa el paraje de “El Ehcribanu”.  (IDEEX).

Dando por supuesto que el canchal de Lah Mesíllah puede hacer referencia a nuestro conglomerado rocoso, ya que la peña sacra, que ya venimos estudiando en otros capítulos, se halla dentro de un prado con el mismo topónimo, aunque también los paisanos conocen a ese paraje como El Ehcribanu, habrá que admitir que el risco, a tenor de lo expuesto, goza de la correspondiente aureola legendaria.  Siendo así, cumple uno de los principales requisitos que se exige a las sacras saxa (peñas sagradas).  Ya hablamos de la multitud de cazoletas que aparecen laboreadas en la parte más panzuda de la roca cimera que conforma la peña caballera, a la que se accede con suma facilidad por su ángulo norte; de aquí que no se necesitaran entalles o escalones para tal menester.  Posiblemente, a nuestros antepasados prehistóricos les llamó la atención este roquedo.  No es para menos, pues la configuración de la enorme piedra cimera es semejante a una gigantesca seta.  Aparte de las innumerables cazoletas que insculpieron sobre ella, nos encontramos con que, en su cima, aparece todo un loculus, apreciándose perfectamente el vaciado circular, en forma de cazuela, realizado exprofeso.  El borde que mira hacia el exterior ha sido moldeado, dando la impresión de un borde engrosado y almendrado.  No hay duda alguna que en este recipiente excavado en la roca se depositaron ofrendas líquidas, que se fueron derramando roca abajo, como lo demuestra la huella del reguero que fue escaldando y erosionando, en su caída, la textura de la roca, que está libre prácticamente de musgos y líquenes, que cubren profusamente el resto del mogote granítico.

Peña conocida por algunos como “El Canchal del Culu”, por la conformación que tiene en su parte bajera.  Pertenece al conglomerado granítico en estudio.  Sentado junto a él, Cirilo Jiménez Martín, comarcano de estas latitudes.  (Foto: F.B.B.)

El hecho de contar con un loculus o laciculus nos lleva a conjeturar que podríamos estar ante la presencia de un altar rupestre, conformado en una peña que, aparte de su carácter llamativo, debió representar algo más para nuestros antepasados, de acuerdo con su cosmovisión del paisaje y del tipo de ritos que pretendía llevar a cabo.  ¿Acaso la peña era la encarnación de algún numen loci (ancestro divinizado), en tanto y cuanto estaba localizada en un punto onfálico que conllevaba cierta centralidad?  ¿Tal vez algún numen loci, varón o hembra, que propiciara y protegiera la caza, la pesca del inmediato río Alagón, las cosechas y los ganados u otros aspectos del cotidiano vivir?  El sema o manifestación física del numen loci puede que quede reflejado en esos móruh y mórah, nebulosos y oscuros, y cuyos entresijos etimológicos y antropológicos nos introducen en el mundo de los muertos, de los que fueron y ya no son, de los que estuvieron y ya no están.  Luego, también estos dejaron de adquirir presencia tangible y, como los propios romances, fueron degenerando en su devenir y muchos de ellos se transformaron en en leyendas y canciones de corro o en cantinelas de compleja interpretación que acompañaban a los juegos infantiles.  Y, hoy en día, ya son humo, que solo verán su pálido reflejo plasmado en los folios que rellenamos los que nos dedicamos al mundo de las heterodoxas y oficiosas investigaciones.

Primer plano de la peña sagrada, observándose la roca cimera asentada en su plataforma granítica.  Ángulo SE.  (Foto: F.B.G.)
Roca cimera en la que aparece el receptáculo excavado, apreciándose perfectamente su reguero, libre de líquenes y musgos, por donde vertería algún elemento líquido de los rituales.  (Foto: F.B.G.)

Nuestra peña sagrada de El Plau de lah Mesíllah o de El Ehcribanu (ya hablamos sobre las cuestiones etimológicas), asociada, a nuestro modo de ver, a creencias animistas, aún tiene que decirnos unas cuantas cosas más.  No nos atrevemos a hablar de santuario rupestre, que son palabras mayores, pero, aparte de las cazoletas y del receptáculo claramente excavado por la mano del hombre en lo alto de la piedra cimera de esta peña caballera (altar rupestre), cuenta con otros elementos que merecen otros párrafos aparte.  Por cierto, no se explica el vaciado y moldeado de la cavidad, así como la puesta en práctica de determinados rituales, si no se colocó algún tipo de artilugio (poste de piedra o de madera) para desenvolverse hábilmente en el desempeño ritual.  El receptáculo solo se encuentra a 1,80 m. de la plataforma granítica que hace las veces de piedra bajera.  Subir a lo alto de la piedra cimera, no susceptible por su forma de hongo para labrar entalles, no es cosa fácil ni tampoco hay suficiente espacio para obrar con holgura.  De aquí que las ceremonias debieron llevarse a cabo desde la mentada plataforma.

 El arqueólogo Juan Francisco Fabián García, uno de los más expertos en los mundos de las peñas sagradas. (Foto “El Retratista”).

 Seguiremos hablando de nuestra peña en próximos apartados.  Ahora, cerramos este capítulo con unas palabras del arqueólogo Juan Francisco Fabián García, gran experto en este mundo de las sacras saxaLo cierto es que estos testimonios, por más que sean todavía enigmáticos, nos hablan de un mundo de creencias y rituales ligados a un tiempo donde las poblaciones tenían grandes motivos para creer en el más allá, puesto que su falta de conocimientos científicos elementales les conducía inexorablemente a los dioses, cosa que hoy, en muchos casos, nos separa sabiendo lo que sabemos (‘Paseos por la arqueología de la comarca de Béjar’.  Semanario BÉJAR.biz, 21 julio 2019).

Imagen superior: Vista general del conglomerado granítico, con canto cuarcítico antropizado en primer plano.  (Foto: F.B.G.)

Texto de Félix Barroso para su columna A Cuerpo Gentil, las opiniones e imágenes publicadas en esta columna son responsabilidad de su autor.

Publicado el 25 de marzo de 2022

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