
Sin lugar a dudas, la comarca de Las Hurdes es la que más arrobas de papel ha generado de toda las que componen la geografía extremeña. Como bien dice el adagio antiguo, “algo tendrá el agua cuando la bendicen”. Pero los que fuimos cocineros antes que frailes sabemos muy bien que el 90% de lo que se escribió sobre tan legendaria tierra no aporta gran cosa, o lo que es peor: tergiversa, retuerce y adultera impunemente la realidad sociohistórica y socioantropológica del territorio jurdano. Inclúyase en este baúl los tremendistas y mendaces documentales que se filmaron sobre la zona, como el renombrado “Tierra sin pan” (1932), en el que se pisotea toda la dignidad del paisaje y el paisanaje y que hoy intentan blanquear su cara ciertas élites comarcales y extracomarcales.


Dicho lo cual, tenemos en nuestras manos un nuevo libro sobre Las Hurdes. Su autor, Sergio Benito Bejarano, tiene el honor de llevar sangre jurdana por parte de su familia materna. Pensamos, sinceramente, que se ha currado las 255 páginas a conciencia. Partiendo de pinceladas vivenciales de los bisabuelos maternos de Sergio, Juliana Bejarano Domínguez y José Bejarano Domínguez (gastaban los mismos apellidos) al parecer fallecidos ambos en la pandemia gripal de 1918, se va tejiendo toda una trama cargada de datos y variopintos análisis sobre la comarca. Van desfilando la mayor parte de los personajes que tuvieron algo que ver con los aspectos sociohistóricos y socioantropológicos, siempre complejos y, en ocasiones, dramáticos de las tan traídas y llevadas Hurdes. El polémico feudalismo concejil ejercido por el pueblo de La Alberca sobre parte del territorio jurdano pesa como una losa en multitud de páginas, así como el controvertido papel de la sociedad “La Esperanza de Las Hurdes”. Para el autor, que hace gala de una excelente prosa e imprime un buen ritmo a sus páginas, enganchando al lector, el título del libro está escogido adrede. Pero para él la única Esperanza fue su abuela Esperanza Bravo Marcos, con la que pasó los veranos de su infancia en el pueblo jurdano de El Cabezo, la que “nunca se avergonzaba de sus penurias; y con una inocencia serena y carente de orgullo, con la sinceridad más razonable, siempre se valía de su experiencia para ofrecernos sus sabios consejos”.

La lectura de sus páginas puede ayudar mucho a abrir e ilustrar ciertas mentes, que se prodigan por las redes sociales, hablando de la comarca jurdana a la ligera, que viene a ser lo mismo que hablar de la mar sin haberlo visto. Quizás, algunos de sus párrafos se deslicen, sin proponérselo claramente, por un cierto submundo que se refocilaba en la “antigua miseria” y en la que hurgaron hasta el fondo ciertos correveidiles con tintes ora sádicos, ora masoquistas. Pero basta con exhumar archivos parroquiales o municipales de otros pueblos y comarcas aledaños a Las Hurdes, o de demarcaciones más alejadas, pero con una geomorfología, climatología y edafología semejantes, y nos percataremos de que las necesidades, vasallajes señoriales o concejiles, abusos de los más poderosos, caciquismo y falta de empatía y conmiseración con los situados en la base más baja de la pirámide social, para observar que eran los mismos. A los jurdanos, como bien señala Sergio Benito, les tocó muchas veces bailar con la más fea, pero también tuvieron redaños para pleitear por sus derechos hasta en la propia chancillería de Valladolid, señal clara y patente que no eran tan zotes e ignorantes como nos los han pintado. Ni abúlicos ni vagos, porque ahí está el ejemplo de cómo doblegaron a sus pizarrosas montañas, creando auténticos vergeles que escalonan los escabrosos espacios montuosos, allí donde la tierra era mollar, con enjundia, y brotaba o corría un reguero de agua. Esfuerzo titánico que, hoy en día, lo puede observar el viajero, aunque cientos de estos huertecillos liliputienses, que parecen pensiles colgados de las pendientes pizarrosas, hoy ya estén abandonados, debido al galopante envejecimiento de las alquerías o aldeas jurdanas.

Gracias a Sergio Benito, se mete el dedo en la llaga, pero no para infeccionarla aún más, como hicieron toda una legión de impresentables, algunos de alto copete y gran renombre, sino para sanearla y, a su vez, denunciar, sin pelos en la lengua, a todos estos manipuladores, corifeos y pelafustanes que, desde el exterior, urdieron la tan traída y llevada Leyenda negra de Las Hurdes. En resumen, un libro que no pueda faltar en ninguna biblioteca de quienes deseen adentrarse en el laberinto de montañas jurdanas y abordar, con las manos limpias y el corazón sereno, los mil y un avatares de unas tierras que fueron calificadas con cientos de epítetos. Comentarios inhumanos, pero también con otros propios de una leyenda blanca, que, por su albura y asepsia, no nos sirven para cualquier investigación de campo que se precie, donde sobran fabuladores y mendaces, tergiversadores y retorcidos, maquiavélicos e ignominiosos.

Imagen superior: Sergio Benito Bejarano, el autor del libro. (Foto: “El Pariente”)
Texto de Félix Barroso para su columna A Cuerpo Gentil, las opiniones e imágenes publicadas en esta columna son responsabilidad de su autor.
Publicado el 28 de febrero de 2021
1 comentarios
Donde puedo conseguir el libro? Yo me he criado en Cataluña,pero mi.padre,abuelos y bisabuelos,y más antepasados son de las Hurdes,Camonomorisco,y algún pueblo d alrededores,me gustaría tenerlo