Estimados Reyes Magos:
Ahora que no sé dónde estáis pero si lo que hacéis, os imagino haciendo acopio de ilusiones para hacer felices a casi todos. A niños y a grandes. Confieso que hace bastantes, muchos años que no os escribo nada, ni siquiera en verano. Aunque alguna vez os viera desde lejos en la playa paseando con bañadores de dibujitos orientales.
Ahora os dirijo unas letras para deciros que me acuerdo de vosotros cuando en los difíciles años 50 de pasado siglo, me sorprendíais con abundantes obsequios. Uno, como niño que era, siempre quería un tren eléctrico con sus vías y estaciones. Vosotros, que sois intérpretes de los padres para las economías, las dificultades y todas esas cosas, me dejabais un tren de empujar con unas vías en forma ocho, sin nada más. El juguete era grandote, con la máquina de vapor negra y los vagones de lata pintados en verde, muy bonito y me hizo mucha ilusión.
Otros años insistí en el tren eléctrico, pero aunque no me lo pusieron junto al Belén de casa, en cambio me dejaron al pie de la cama una bici estupenda de piñón fijo y un tren enterito con todo y vías para hacer distintos recorridos con curvas. Eso sí, andaba a muelle y cuerda.
Luego ya de adolescente, mis esforzados padres dejaron su cercana relación con los Reyes Magos; uno se olvidó del tren sofisticado y me llegó la trabajadora y sencilla vida.
Pasados los años, bastantes lustros, los Reyes Magos (en ausencia total de mis padres) se volvieron a acordar de mí y un día 6 de enero me regalaron un doctor que me quitó de encima una grave enfermedad y una nueva existencia.
Alguien me llevó de repente a disfrutar de mi nueva vida y al lugar donde vivirla. Y es que el regalo de los Magos, era la amistad, la comprensión y la belleza. Todo dentro de una tierra nueva, Extremadura, donde sonreír casi feliz dentro de su norte, en Plasencia.
Gracias Magos, sois unos Reyes estupendos, muy majos.
Alfonso Trulls
Publicado el 4 de enero de 2020
Texto y foto de Alfonso Trulls para su columna Impresiones de un foráneo