
Con la mitad de febrero subido, arrinconadas las caretas y bulla de los Carnavales y con el sabor enamorado aún de San Valentín en la boca, nos tropezamos con la Cuaresma que nos durará lo que queda de febrero hasta la cola de marzo, que es cuando pinta la Semana Santa.
Las tradiciones de este tiempo cuaresmal y la Semana Santa en ciernes pisándole los talones estaban hasta hace poco muy arraigadas en La Vera. En este tiempo, hasta bien pasada la primera mitad del siglo pasado, estaba mal visto la asistencia a todo tipo de espectáculos, incluido el cine, y hasta entonar canciones profanas; las imágenes de las iglesias durante estos días se cubrían con telas de color morado, y la penitencia (ayunos y abstinencia) eran observados con todo su rigor ortodoxo, si no se adquiría la “bula”, documento privilegio de los españoles, que dispensaba de guardar el ayuno y abstinencia los viernes del año excepto en Cuaresma y Semana Santa, además de dispensar a los enfermos y otras personas por causas mayores.
Durante el Jueves Santo y Viernes Santo se suprimía en la liturgia el toque de campanas y esquilas, que era sustituido por el sonido sobrio y austero de la “matraca”. Los monaguillos recorrían las calles haciendo sonar este instrumento para avisar a los files del comienzo de los actos litúrgicos
Estas exigencias se llevaban a cabo tan escrupulosamente que se llegaban a poner multas si se quebrantaban. Es más, los fieles se abstenían hasta de salir a pasear y era casi preceptivo vestir de riguroso luto (de negro).
A partir del Sábado de Gloria, los fieles decían que ya se podía “echar tocino a los garbanzos”, comida ordinaria antiguamente. “Al toque de gloria tocino a la olla”. Esta es la razón de que una buena colección del recetario tradicional de la cocina de La Vera, se oriente al bacalao, los huevos y las verduras en ese tiempo, ya que tanto la abstinencia de comer carne como el ayuno, con una sola comida fuerte al día y otras dos frugales, se cumplen al pie de la letra.
Tiempo de Cuaresma en La Vera que en este año, a pesar de la sequía, volverán los almendros a vestirse de blanco, a despuntar las yemas de los robles y a sentirse el aroma de la floresta de los campos y los montes, a cubrirse de sombras los bosques y sentirse el rumor de las transparentes aguas de las gargantas y charcos.
Tiempo de Cuaresma… que, afortunadamente, tras los rigores fríos del invierno, nos trae de la mano la primavera.
Publicado el 15 de febrero de 2018