Fíjense que hasta se limpian y reparan los bajos del muro de la Catedral de Plasencia. Y es que pronto llega ese día especial. Uno, cuando vivía en otro lugar y trabajaba en lo suyo, acostumbraba a definir un determinado día de la semana como tonto. La consecuencia de esa calificación despreciativa viene dada porque casi todas las jornadas tienen su personalidad, independiente de la que cada uno les imponga.
El lunes tiene un carácter agrio y duro, debido a que en él se empieza la semana laboral después de un buen descanso y alguna que otra alegre diversión. El miércoles el cuerpo ya se acostumbra a la rutina diaria y pasa sin atraganto.
El jueves, el trabajador se anima porque ya está involucrado en lo cotidiano y le llegan los aromas del finde. Y qué decir del día viernes. El personal aparece maqueado para iniciar su última jornada trabajosa y semanal. Ellas lucen pestañas y pinturitas. Ellos aparecen con pantalones mejor planchados y entonados con una camisa de apariencia más sugerente que la de diario.
Y es que todos están con ganas de echar el cierre a una semana laboral que augura lo divertida que viene esa noche y los días sábado y domingo, que es cuando se hace todo aquello que no es obligatorio, que es festivo y se sale de la norma.
El martes, pobre día, es el tonto de la semana, el que no tiene personalidad. No está entre una cosa ni otra, entre ninguna. No incita, no sugiere nada y se pasa sin nota.
En Plasencia no ocurre eso. Aquí el Martes es Mayor, grande y encantador. Para confirmarlo vengan, paseen, escuchen, disfruten y se regalen una “marteada” el 2 de agosto, Martes Mayor de Plasencia.
Y es que aquí, en esta histórica ciudad, los martes tienen personalidad. Que se lo digan a uno.
Foto: A Trulls