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Mayo florido para las romerías

Ya lo dice el manido refrán, que no por eso deja de ser cierto: “Marzo ventoso y abril lluvioso sacan a mayo florido y hermoso”. Pero no solo eso, mayo es el mes mejor de la primavera, el mes más agradable del año. La temperatura se apareja con el cuerpo y, aunque las noches son frescas, los días resultan soleados, largos y benévolos. Los campos se llenan de flores y los frutales comienzan a germinar. La lluvia cuando cae es mansa y fructífera, aunque a veces venga con alguna tormenta. Pero es un mes hermoso, como dice el refrán. 

Mayo trae también de la mano las romerías. La palabra romería viene de romero, que en su origen era el nombre con el que se conocía a los peregrinos que iban a Roma, y que por extensión el mundo cristiano asignó a los devotos que se acercaban a cualquier santuario. Es por tanto un mes indicado para la celebración de las romerías, una fiesta especialmente católica, un viaje al santuario o ermita de una virgen o un santo, a veces patrón, situado en un paraje campestre. 

Este tipo de fiestas se remontan a la antigüedad. Los judíos se reunían o iban en peregrinación al lugar en que se hallaba el tabernáculo, y desde el tercer siglo de nuestra era, los cristianos participaron en romerías para visitar de manera singular estos santuarios y los sepulcros de los santos mártires.   

Quizás sea la Tierra Santa el principal objeto de estos viajes piadosos, en un principio. Hoy día, dentro de nuestra península, podríamos poner como ejemplo el camino de Santiago de Compostela, en el norte español, la romería de San Isidro en el centro y la de la Virgen del Rocío, en el sur. 

Pero, en general, en nuestros tiempos se sigue celebrando gran número de romerías en España, Francia e Italia, reservándose el nombre de peregrinaciones las que tienen por objeto visitar al Papa. 

En la Vera se prodigan por una u otra razón piadosa diversos lugares de culto a este efecto. Las crónicas señalan las romerías, en las que participaban y continúan participando romeros, peregrinos o palmeros en carros y carrozas bellamente ataviados de flores, a caballos vistosamente enjaezados o a pie… ya desaparecidas. Y entre ellas nos permitimos recordar la que se hacía al convento de San Salvador de Garganta la Olla, en la que participaba también Cuacos de Yuste y Aldeanueva, sita en lo encrespado de la sierra. Allí reposan los restos de medio centenar de mártires, entre los que figuran catorce obispos de la España visigoda, que fueron degollados por los musulmanes en el siglo VIII, esperando que algún obcecado arqueólogo los detecte; y hasta puede ser que devuelvan al lugar lo milagroso de aquellas fechas, durante las cuales la población verata acudía al cenobio, hoy en ruinas, para remediar sus males, con fe y esperanza. 

Publicado el 9 de mayo de 2022

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