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Como la vida misma

Hay gente que escribe como habla, con toda naturalidad, sin filtros ni artificios, como si la escritura no fuera más que la reproducción taquigráfica de su discurso, y leyéndolos puedes oír sus frases breves y tajantes, o sus merodeos interminables, los puedes escuchar perderse, trastabillar, tartamudear incluso, como si los tuvieses delante de las narices, conversando contigo. Con los escritores eso suele pasar menos, porque son gente consciente de manejar dos registros muy distintos, que utilizan para fines muy distintos, y, si acaso, en ocasiones te puedes encontrar con lo contrario, con que el escritor se ponga estupendo y parezca reproducir, al hablar, alguno de sus bien tramados textos. Aun así, cuando uno los conoce, sobre todo si son amigos, no es raro descubrir en su prosa, o en su poesía, algunas de sus manías de hablante, o la cadencia de su voz, o el modo diáfano o esquivo en que lanzan sus ideas, algo con lo que a menudo suelo disfrutar como lector.

A mí me gusta ese juego, el de descubrir la voz del autor en sus textos, por lo que tiene de juego, casi de crucigrama, el de lograr descubrir, tras la armazón del narrador o de la voz poética, a su arquitecto, pero también, sobre todo, porque al leer a un amigo es cuando la lectura se convierte, más que nunca, en conversación, cuando le escuchas contar entre líneas esas cosas que quizá no te haya contado tomándote una caña, y que reserva para cuando escribe, y sobre lo que probablemente tampoco le darás nunca respuesta, entre otras cosas porque en realidad no es necesario.

Antonio Reseco, mi amigo Antonio Reseco, por ejemplo, es muy reconocible en los relatos de Lo que no será, el libro que acaba de publicar en la colección “Lunas de Oriente” de la editorial -no menos amiga- de la luna libros. Leo su prosa y creo estarle escuchando hablar, con sus frases precisas, exactas, seguras, con su lucidez, con su forma diáfana y tajante de ir al grano y de hacerlo sin enredarse ni un segundo en el bulto, en los superfluos pormenores de la paja, una forma de hablar, y de escribir, que en el caso de Lo que no será acaba resultando paradójica, pues en sus relatos aborda un tema tan resbaladizo, y del que tan poco se puede decir de cierto, como el de las relaciones personales.

La incertidumbre del asunto sobre el que trata la pone ya el autor (el que habla, el que cuenta) de manifiesto en las citas que abren el volumen, en la de Pessoa, que dice que “cada uno de nosotros es varios, es muchos, es una prodigalidad de sí mismo” o en la de Walt Whitman, que se pregunta “¿qué es un hombre en cualquier caso? ¿Qué soy yo? ¿Qué eres tú?”, y la va confirmando relato a relato, comenzando por “Amanitas”, la historia de una presunta infidelidad construida con una ironía despiadada que no es sin embargo, luego, el tono general del libro, que transita del sarcasmo a casi la poesía, del humor casi al lamento, ofreciéndonos infinidad de matices y puntos de vista sobre el modo en que nos relacionamos.

El amor, el amor de pareja, es el que, aparte de “Amanitas”, protagoniza el mayor número de relatos, desde los desencuentros de los primeros años que retrata en “Tapicerías” hasta la inevitabilidad del fracaso que protagoniza “Lo que no será”, pasando por la, digamos, ilógica lógica del amor del “Concierto en la menor op. 129” o por el amor que nunca pudo ser de “¿Quién sabe cómo?, pero también hay varios textos en torno a la amistad, como “Manhattan”, “Confesiones” o “Sintagmas”, en los que no faltan las iluminaciones, los equívocos y las amistades contingentes, y dos textos muy hermosos, y muy distintos, sobre la relación entre hermanos, “Nadie lo sabe”, con el telón de fondo del alzhéimer, con el que a menudo se diluyen también los lazos de la fraternidad, o “Criptofasia”, sobre todo lo contrario, sobre el lenguaje común que nos mantiene unidos para siempre, cerrándose el volumen con un relato, “Sueños y paternidades”, sobre la difícil relación entre padres e hijos, sobre la obsesión que a menudo tienen los primeros por no dejar que los segundos se equivoquen.

En definitiva, un amplio y jugoso recorrido por la vida, que, como apunta el texto de la contraportada, parece destinada a vivir, “ya sea para bien o para mal”, el amplio elenco de relaciones personales que, desde un perspicaz escepticismo, recorre Antonio Reseco en “Lo que no será”, un libro delicioso y recomendable que me permite charlar con él un rato, mientras llega o no el deseado momento, por fin, de reencontrarse.

Lo que no será

Antonio Reseco

de la luna libros

15 euros

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