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Extremadura tiene miga

En las ciudades, las personas maduran a través de su propia experiencia, de la convivencia y el diálogo. En aquellas poblaciones que se caracterizan por sus cualidades artísticas e históricas y el arte repensado, se crea un lugar en el que la gente que la que habita se mueve con otros modos y comportamientos; es otro ambiente  donde se respira un afecto especial, diferente a la  distancia y la soledad campera.

El pueblo o la ciudad es una invención humana en la que -como le es innato por su propia condición- surge la construcción, el simbolismo y la representación de la voluntad por la que se crea, la intención que la orientó en su origen y aquella que la guiará a través del tiempo. Un lugar para vivir en la tierra en donde la convivencia, la tradición y el intercambio de saberes son ingredientes ingénitos a su propia esencia. Un sitio donde la identidad y la inteligencia son esenciales para la subsistencia anímica y cultural de sus pobladores.

Un pueblo se hace con todos esos elementos y se convierte en ciudad por el incremento de su ciudadanía, por la generosidad contemplativa de sus monumentos que hablan de su historia y por la dilatación de la mirada ante sus paisajes. Aquello que fue un poblado -originalmente amurallado y concebido para dar seguridad a sus habitantes- se convierte en un núcleo ciudadano en donde se conserva la Historia para enseñarla y en el que se generan actividades de diverso carácter, todo ello enriquecedor e ilustrativo para todos los que allí viven con la noble satisfacción de compartirlo con sus visitantes.

En otras regiones de este y otros países también ocurre que su ancestral tipismo, costumbres sociales, paisajes y gastronomía se llegan a convertir en manjares para la vista y placeres para la mesa, lo que ocurre en Extremadura con sobrada generosidad.

Entre el Valle de Ambroz (Cáceres) hasta Tentudía (Badajoz), pasando por Plasencia (un indispensable norte extremeño), hay un ondulado y largo camino que ver, admirar y saborear. Y es que Extremadura tiene mucha miga para dar, y también para degustar.

Publicado el 3 de febrero de 2020

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