San Antoniu eh el que de siempri ha cudiau de loh nuéhtruh ganáuh, que dicían que si rondaba el lobu pol la majá y le diba a echal manu a una cabra y el pahtol lo vía y, antóncih, se jincaba de ruíllah y le echaba el rehponsu, poh al lobu se la acandaban lah carrillérah y ya no podía tiral el bocau. San Antoniu anda de nochi pol loh camínuh de la sierra, que él ve lo mehmu de día que de nochi y pol la cuenta, a védih, llevaba un cencerru corgau d,una tranzaera de linu, pa vital el joreu del Jáncanu y de la Malajortuna, de la que dicin que sali entri lah doci y la una. Y lleva un perrinu blancu y un garroti, y eh el guardián tamién de lah presónah que s,ehtravían pol ésuh montizálih, y si, con la ehcuriá de la nochi, cualihquiera presona peligra de cael al ríu o pol alguna jundición y ehtá puntu de dehpeñalsi, San Antoniu le poni el garroti atravesau pa que no se dehpeñi. (Ignacio Sánchez Gómez, vecino de Las Erías, 70 años, entrevista grabada en julio de 1991)
Rascando con habilidad entre la memoria colectiva de los más mayores de la comarca de Las Hurdes, podemos entender que el culto en torno a San Antonio, desde el punto de vista de la antropología cultural, es todo un sincretismo religioso, donde se mezclan rasgos de antiguas culturas con la tradición cristiana. Posiblemente, fue, en tiempos nebulosos, alguna deidad pastoril, protectora de los ganados y señora de la noche. El culto a San Antonio estuvo muy extendido por todo el territorio jurdano. Los viejos legajos hablan de una antigua ermita, de la que no quedan ni cimientos, puesta bajo su advocación, en el concejo de Luh Casárih (Casares de Las Hurdes). Pero el culto transformado en fiesta ha venido languideciendo desde los años 80 del pasado siglo. Hoy en día, prácticamente solo se mantiene como fiesta patronal en los pueblos de Aceitunilla y Las Erías. También en la localidad de La Pesga (antigua aldea denominada La Perga y perteneciente al concejo jurdano de Oveia, cuya cabeza era el pueblo actual de Ribera Oveja) se sigue celebrando con una animada romería en las inmediaciones del río de los Ángeles, cuyo topónimo, antes de que los franciscanos fundaran un convento en la Alta Edad Media cerca de las fuentes de tal río, era el de Lah Jerreríah.
La alquería de Las Erías, de cuya etimología habría para hablar largo y tendido, abrazada por un meandro del río Ehperabán y que, ayer más que hoy, cuando se mantenía con gran pujanza la arquitectura de las mamposterías de pizarras y tejados de lanchas, tenía toda la pinta de ser un conjunto castreño que había pervivido hasta nuestros días, celebra por todo lo alto las fiestas de San Antonio. Este año, la jarana festiva dará comienzo el viernes, día 7 de junio, a eso de las cinco de la tarde, cuando se monte la barra, donde el personal podrá calentar motores. Dice el programa que dos horas más tarde se celebrarán juegos populares. Sería de desear que fuesen juegos rescatados del olvido, que muchos y de probado arcaísmo tuvieron como marco las calles y las eras de los pueblos de la zona, con acentuado carácter pastoril. Solamente vertebrando programas de fiestas que presenten singularidades y tradiciones seculares y no sean una copia anodina de lo que hacen en otros pueblos desnortados se podrá atraer un turismo de calidad a estos lugares y aldeas. Cuando el reloj marque las 20,00 horas, la juventud de la aldea lanzará el pregón de las fiestas. Al poco, tendrá lugar un acto que es la primera vez que lo vemos anunciado en un cartel festivo de la comarca jurdana: izado de la bandera de Extremadura, acompañado por el himno regional, cuya letra tan solo son cuatro los que la saben (el que firma esta crónica la desconoce totalmente), no solo a nivel de Las Hurdes, sino de toda la comunidad extremeña. Parece que ya pasaron los tiempos en que se oía más de una vez decir a los mayores aquellos de nusótruh no sémuh ni ehtreméñuh ni cahtellánuh; sémuh jurdánuh. Profundo sentido de la identidad comarcal y armonioso etnocentrismo, sin ínfulas de superioridad. Por la noche, animada verbena, a cargo del Grupo Kent.
El día 8, sábado, los vecinos se irán despertando bajo los sones de la gaita y el tamboril, que irán desgranando las notas de la alborá o arborá. ¡Cuántos recuerdos del buen amigo Pablo Sánchez Sánchez, miembro de la Corrobra Estampas Jurdanas y emblemático tamborilero del pueblo de Las Erías! Ya peina canas octogenarias y todavía le vemos alguna vez en los rituales de La Carvochá y La Chicharrona, en la alquería jurdana de El Mesegal. Después que las mozas acaben de adornar al Santo, llamarán a misa desde el rústico campanario y se iniciará el cortejo procesional, donde el tamborilero volverá a llenar de floridas notas todo el desfile religioso, tocando nada más y nada menos que una pieza que se emparenta con el himno latino Vexilia Regis, compuesto por el músico y poeta Venancio Fortunato, allá por el siglo VI. Una importantísima pieza etnomusicológica que pervive en los medios rurales gracias al buen hacer de los tamborileros. Entrado el mediodía será la charanga El Megáfono la que tome el relevo, recorriendo calles y encrucijadas del pueblo. Después de comer, castillo flotante, fiesta de la espuma-toro y campeonato de futbolín. La orquesta Musical Compass echará el cierre a estas fiestas patronales, cuya efeméride en honor de San Antonio se celebra el día 13 de junio pero que, en esta ocasión, han sido adelantadas al fin de semana anterior. ¡Salud en estas jornadas festivas, tan importantes para la cohesión vecinal y que los hijos de Las Erías las mantengan lozanas durante muchos años!
En la foto superior: El tamborilero Pablo Sánchez, sentado, en compañía de otros compañeros de la Corrobra Estampas Jurdanas, canta el antiquísimo “Petitoriu de lah Ánimah”, en los rituales de “La Carvochá-Chicharrona”, en la aldea de El Mesegal (Foto: Víctor Manuel Pizarro).
Publicado el 4 de junio de 2019
Texto de Félix Barroso para su columna A Cuerpo Gentil.
Las opiniones y fotos de esta columna son responsabilidad de su autor.