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La tierra prometida

En 1974, poco después de la Revolución de los Claveles, el gobierno portugués pone fin de un plumazo a más de trece años de guerra reconociendo la independencia de sus colonias en Angola, Mozambique, Guinea-Bissau y –ya en 1975– Timor.Esa circunstancia dio lugar, sobre todo en los dos grandes territorios africanos, a un período de enorme inestabilidad y guerra civil que obligó a alrededor de medio millón de portugueses a regresar de forma precipitada y desordenada a Portugal continental dejando atrás además, en la mayor parte de los casos, casi todos sus bienes materiales. Por si la situación no era, de por sí, lo suficientemente dramática, al llegar se encuentran con una metrópoli que no era, ni de lejos, lo que esperaban y que, además, los rechaza. Décadas de propaganda salazarista habían creado en los ciudadanos de ultramar una imagen idílica de Portugal, la de un país rico, la de una tierra prometida que manaba leche y miel, muy alejada de la realidad. Al llegar, los enseguida llamados retornados se encuentran con una Lisboa pobre, envejecida, y con la desconfianza y el recelo de sus compatriotas continentales, que se ven obligados a repartir lo poco que hay con ellos. Como medida de urgencia, el gobierno aloja a los recién llegados, sobre todo a la gente más humilde y sin recursos, en los hoteles de la capital, donde pasan algún tiempo hacinados, ocupando hasta cuatro y cinco personas juntas la misma habitación antes de ir siendo distribuidos por el resto del país, yendo a parar a menudo a barriadas de casas prefabricadas construidas a toda prisa en ciudades y pueblos del Portugal más profundo en los se verán obligados a rehacer sus vidas desde cero. Pero el contraste no fue solo el de pasar a vivir en un lugar verdaderamente rico y próspero a otro mucho más pobre y deprimido, la ruptura fue también mental, pues las colonias portuguesas eran también lugares más abiertos al mundo, muy influenciados –en el caso, por ejemplo, de Angola– por la cultura norteamericana debido a los intereses de los Estados Unidos, y lo que se encontraban en sus lugares de llegada eran mentalidades mucho más cerradas debido, en buena medida, a los largos años de la dictadura fascista.

De lo pobre a lo rico, de lo grande a lo pequeño, de lo abierto a lo cerrado, un cambio radical que Dulce Maria Cardoso, una de las mejores escritoras de la Literatura portuguesa del momento, retrata a la perfección en El retorno, novela con un enorme éxito de crítica y de público en el país vecino, publicada en numerosas lenguas y países y que por fin llega a España gracias a la valiente iniciativa de una joven editorial, La Umbría y la Solana, empeñada en cubrir los desmesurados e inexplicables vacíos que todavía hoy, por lo que a las letras y –muchas veces también– a la cultura portuguesas se refiere, venimos sufriendo en este país, y que para hacerlo, en el caso concreto del libro de Cardoso, ha contado con la colaboración, como traductor, de Jerónimo Pizarro, uno de los más importantes lusitanistas –y conocedores, por cierto, de la vida y obra de Fernando Pessoa– de la actualidad.

Para narrar la triste y gris odisea –en alguna medida, el reverso tenebroso de los épicos Lusíadas de Camões– de los portugueses obligados a volver a Portugal, Dulce Maria Cardoso emplea la voz de un adolescente, Rui, cuya edad le permite una suerte de ecuánime equidistancia, en la medida en que es capaz de hablar de lo sucedido sin juzgarlo, de contarnos lo que hay, lo que sucede, sin prejuicios pero sin dejarse tampoco nada, por vergüenza o por pudor, en el tintero, una objetividad y una desenvoltura responsables, quizá, de que su autora se haya convertido, en buena medida, en la voz literaria de los retornados, en la persona capaz de desempolvar, sin conflictos, un recuerdo callado, silenciado, convertido para muchos en tabú, y que hacen además de El retorno, para el lector en castellano, un medio extraordinario para conocer de primera mano una realidad cercana, y al mismo tiempo muy lejana y desconocida, la de los repatriados portugueses, en una novela excelente que nos habla también de valores absolutamente universales, que sobrepasan la anécdota y el momento concretos, como son el desarraigo, la pérdida o la esperanza.

El retorno

Dulce Maria Cardoso

La Umbría y la Solana

15 euros

Publicado el 18 de mayo de 2018

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