Luces y sombras de Plasencia

Vaya, que hay días que lucen en Plasencia cielos velazqueños y también otros que por sus grises, me recuerdan a las ciudades que bordean el Cantábrico, ese que se me quedó lejano, aunque esté en el mismo mapa, un poco más al norte. El cielo madrileño que pintaba Velázquez tenía un fondo de azul intenso con un horizonte manchado de nubes estratos. Aquí también hay ese cielo, uno lo ve frecuentemente. Hasta en los días más gélidos de invierno, el cielo de esta ciudad esparce una luminosidad que realza de tal forma su arquitectura histórica que se hace imposible no admirarla.

Miro, observo a los visitantes permanecer absortos, asomados entre los fustes de las columnas, admirando el atrio de la Catedral placentina. Se pasean por dentro, por fuera de ella, en el Enlosado, sobre la muralla disfrutando de todo lo que ven. Los rayos del sol se cuelan dentro mostrando detalles, dejando distinguir lo que antes apenas se vislumbraba. A esas horas es la gran protagonista para los ojos de habituales y foráneos.

En invierno la noche cierra pronto y las luces desaparecen haciendo que la ciudad se vuelva misteriosamente oscura. Apenas señalada por un foco mortecino que ilumina solo una pequeña parte del frontón de la portada, se intuye la oscura silueta de la Catedral Nueva. Habrá que esperar meses hasta que deje ver su monumental realeza iluminada, destacada de las sombras que siempre la han envuelto en la oscuridad.

Publicado: 19 de enero de 2017

Texto y fotos de Alfonso Trullls para su columna “Impresiones de un Foráneo”

Body Art PLasencia

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