Qué bien y qué estupendo que Plasencia, a iniciativa de su alcalde Fernando Pizarro, le otorgue un premio -cuyo nombre me encanta- a una persona que con sus muchos años hizo y hace una labor social impagable. A uno le complace sobremanera que se reconozca a los mayores que son útiles para los demás con su apoyo desinteresado; personas que regalan esfuerzo y corazón con intenso cariño. El Premio Abuelo Mayorga (ese barbudo que al que uno oye campanear todos los amaneceres cerca de mi almohada) ha llegado a manos de un buen hombre que se merece hasta la campana de la torre. Hay que darle gracias a don Pablo Vicente por regalar su vida y su quehacer al prójimo, también al Ayuntamiento placentino por reconocérselo. Uno, cuando sea mayor intentará hacer una labor social como esa, bienintencionada sin interés. Vamos a ello.
Y la vida se hace intensa para personas mayores que se quieren y llevan unidas muchos años. Ese mismo consistorio hará un reconocimiento a todas las parejas que hayan mantenido su amorosa unión más de 65 años. Una larga convivencia de cuidados y cariños que hoy –días en los que se derrocha indiferencia y egoísmo- casi parece una cuestión lejana e incomprensible. Son ellos, las personas añosas, las que nos manifiestan lo trendy y lo fashion, tanto en el amor y en la convivencia, como en la comprensión y la generosidad. Esa sí que es una buena tendencia.
Publicado el 28 de octubre de 2016