Que gran parte de la comarca de Las Hurdes estuvo al margen de las prédicas y adoctrinamientos de la Santa Iglesia de Roma
durante muchos siglos, lo demuestra la propia investigación sociohistórica. El afán por reconducir a los jurdanos, que, según viejos legajos “vivían en un abandono total de la verdadera fe y expuestos a prácticas ya condenadas por los Santos Padres de la Iglesia y a las tentaciones del Maligno”, se patentiza con la construcción de varios conventos dentro de sus términos o en sus fronteras (“Los Ángeles”, “San Marcos de Altamira”, “San José del Santo Desierto de las Batuecas” o del “Santo Niño de Belén”).
Su afán era revangelizar a aquellos montañeses “paganos”. Pero los jurdanos de aquellos tiempos vivían a sus anchas, con sus ritos y creencias heredadas de sus mayores, y las prédicas de los frailes por un oído les entraban y por otro les salía. Las crónicas así lo atestiguan.
Y la evangelización no cesó, declarándose durante la dictadura franquista a la comarca jurdana como “tierra de misión”, atiborrándola de curas y monjas, como correspondía a un régimen dictatorial que tenía como lema “Por el Imperio hacia Dios”. Incluso en los primeros albores de aquella democracia vigilada que surgió en 1978 también continuaron machando en el mismo hierro. Así, un alto cargo de aquella Unión de Centro Democrático que dirigiera Adolfo Suárez, don Gabriel Sabau Bergamín, que tenía mucha mano con el Vaticano, consiguió grandes partidas de dinero y levantó ermitas o capillas en gran parte de las aldeas o alquerías de Las Hurdes, imponiendo tal Virgen o tal Santo, aunque no existiera devoción a ellos entre los vecinos.
Edificios que, en muchos casos, se levantaron con ladrillos de cara vista y rompieron toda la estética arquitectónica de la comarca, donde la pizarra es dueña y señora.
Nuestro querido pueblo de El Castillo no se quedó atrás y fue dotado de Virgen y de capilla. Pero pasado lo pasado, hoy en día los castillejos ya se sienten orgullosos de su Virgen de Fátima y la entronizan con toda alegría solemnidad en los primeros días del mes de agosto. Han confeccionado el correspondiente programa, que se abre el jueves, día 4, al caer el sol, con una variopinta gama de juegos infantiles.
Luego, cuando la oscuridad inunde los espacios serranos, un sibilino pánico recorrerá todo el valle del río Esperabán, en cuya margen derecha se levanta esta preciosa alquería. La “Noche de terror” escalofriará a todos los vecinos y visitantes, que no encontrarán escondrijo seguro para huir de los fantasmas, asesinos en serie y seres del otro mundo que vagarán por las calles de la aldea. Dejarán de lucir farolas y bombillas y la negritud más horrorosa se apoderará de aquellos parajes.
El viernes, día 5, a las 19 horas, se celebrará un partido de fútbol entre solteros y casados, en memoria de Herminio Martín Canuto, “Mini”, un hijo de El Castillo fallecido tempranamente y que era un gran animador de las fiestas. Por la tarde, tendrá lugar el campeonato del tradicional juego de “la raya”, y por la noche el personal podrá bailar al compás de “Musical Resaca”.
La jornada grande es la del 6 de agosto, cuando el tamborilero del lugar, Tío Mencio, despierte a los vecinos a eso de las siete de la mañana, para que se levanten a tomar el aguardiente y los dulces caseros. A las doce, solemne misa y procesión, también arropadas, como manda la tradición jurdana, por los antiquísimos sones del tamborilero, que jamás podrán ser sustituidos por otros instrumentistas, so pena de pisotear las raíces de esta mágica tierra. Acabados los actos religiosos, la charanga desgranará sus acordes mientras todo el pueblo queda invitado a pinchos variados y sangría. Después de llenar bien la andorga, por la tarde, se celebrará el campeonato de tute y habrá castillo hinchable y fiesta de la espuma para la chiquillería. Las fiestas se cerrarán con la una verbena popular, a cargo del grupo “Pelíkano”. Ni que decir tiene que el alcalde del concejo (Pinofranqueado) y el pedáneo de la alquería esperan con los brazos abiertos que cientos de personas se acerquen a estas singulares fiestas de un pueblo cuyo topónimo hace mención a un legendario castillo que hubo en los altos del mítico paraje de “La Zambrana”, por donde las huellas prehistóricas y romanas patentizan la antigüedad de estos terrenos.
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