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¿Quién se lo iba a decir a Carlos V?

Son las cuatro de la tarde. Luis Méndez de Quijada, el mayordomo, acaba de constatarlo en los cuatro relojes que adornan la estancia contigua, apenas ha acomodado a Su Majestad. Carlos está sentado en la silla ortopédica, especialmente confeccionada por Juanelo Turriano para él, al abrigo de la recoleta solana palaciega que vierte su vista sobre el paisaje.

Carlos, el Emperador, después de una jornada ajetreada, dedicada a despachar diversos asuntos del trono, el Emperador ha comido, reposado y asistido a las vísperas desde su dormitorio, que comunica directamente con la iglesia del monasterio mediante un balconcillo; pero ha excusado participar en el sermón y la lección correspondiente. Ahora, apenas terminado de merendarse una empanada de pescado y unos higos secos de pezón largo, descansa estimulado por la paz de la tarde soleada.

A veces se complace en contemplar la laguna cristalina, en un primer plano, rodeada de limoneros, cidras y naranjos, o deja resbalar sus ojos más allá del robledal hasta perderse en lontananza, sobrevolando los verdes profusos del variado paisaje; en otras ocasiones cierra sus ojos y, a intervalos con el gorgoteo de las fuentes del jardín, el vientecillo suave del ocaso le trae el rumor del bosque cercano, perfumado por los macizos de flores y la huerta recién regada.

Respira profundamente mientras paladea interiormente la paz de Yuste. Atrás ha quedado la Corte, y con ella, las luchas, las fiestas, las intrigas, los diversos asuntos de Estado, aunque nunca dejan de acuciarle esas otras postrimeras inquietudes: la reforma, la defensa de los dogmas, los frutos del Concilio de Trento, el poderío turco, el Nuevo Mundo, las relaciones con el Papa y otros próceres, la sucesión del trono, el destino de sus reinos… y, por encima de todo, la unidad de los cristianos, la Universitas Christiana.

Atrás queda también la ruta que ha seguido, meses atrás, desde Laredo, donde ha desembarcado, atravesando los reinos de España, hasta Tornavacas, en Ávila, y desde esta última población hasta Jarandilla.

Quien le decía a él, el Emperador, que el año de 2014, algo más de cuatro siglos y medio después, el próximo 26 de octubre, La Vera y Norte de Extremadura, y con ellos España entera (pues recorren este trayecto gente de todo el país), iba a celebrar su mismo camino de veinticinco kilómetros atravesando la sierra de Gredos, desde Tornavacas a Jarandilla.

La Mancomunidad de Municipios de la Vera, desde su sede en la Casa de Don Juan de Austria, Jeromín, de Cuacos de Yuste, informa sobre los pormenores e inscripción para mayores de dieciséis años (antes del 22 de octubre), etc. de esta ruta histórica, que más tarde, hacia el 3 de febrero de 2015, continuará desde Jarandilla a Yuste, donde se siente flotar el espíritu del Emperador.

Publicado: 9 de octubre de 2014

Más información sobre este evento: La ruta del Emperador, de Tornavacas a Jarandilla.

Información adicional: Monasterio de Yuste. 

Lee más de José V. Serradilla Muñoz en Vitácora Verata

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