El Guernica de Picasso se ha convertido en algo más que una pintura. Es un símbolo de los terribles sufrimientos y estragos que causa la guerra. En Extremadura tenemos nuestro propio “Guernica”, una obra de arte que transmite la parte más oscura que siguió al mayor choque cultural de la historia: la conquista de América.
En una celda diminuta y oscura de una de las cárceles secretas de la Inquisición de Llerena un condenado por el Tribunal del Santo Oficio plasmó en un grafiti lo que había observado durante la conquista de México. Se trata de una obra única en el mundo que fue descubierta en el año 2007 en la que fuera segunda sede de la Inquisición de Llerena. Tras una intensa remodelación, el edificio, antaño casa maestral, actualmente alberga oficinas de la Diputación de Badajoz.
El arqueólogo Rafael Caso Amador, que participaba en las obras de remodelación del edificio, pronto se dio cuenta del enorme valor de esta obra confeccionada con ayuda de un punzón, un testimonio que no refleja texto, solo imágenes, y que se lee como si fuera un moderno cómic: viñeta tras viñeta.
Hace pocas semanas tuve la oportunidad de contemplar el grafiti original, gracias al historiador local Manuel Toro y al archivero municipal Francisco Mateos, quien lleva años estudiándolo. El grafiti no es visitable porque está empotrado en la pared de despacho, pero el visitante puede descubrirlo en profundidad gracias al facsímil y a la información que sobre el mismo existe en el Museo Histórico Ciudad de Llerena.
Los pecados de la sociedad mesoamericana
En la parte inferior del dibujo, el artista anónimo reflejó los vicios que observó en la sociedad mesoamericana. “Se nota que el artista era una persona instruida y, de manera alegórica, plasmó lo que los castellanos consideraban tres desviaciones morales: la sodomía (relaciones homosexuales), el canibalismo y los sacrificios humanos”, explica Francisco Mateos.
Representando al canibalismo, en el grafiti encontramos una bestia con actitud fiera que mira hacia una paloma. La bestia es, en realidad, la condición humana en su estado más salvaje; por el contrario, la paloma sería el alma de los inocentes que son devorados.
Para hablar de los sacrificios humanos, este castellano condenado por la Inquisición dibujó escenas en las que aparecen sacerdotes aztecas cuyo largo cabello está embadurnado de sangre. Un recuerdo de lo que él mismo había contemplado en México. “Me llama la atención los detalles de las vestiduras de los sacerdotes. He localizado en el British Museum esculturas aztecas con las mismas túnicas. Se trata, exactamente, del mismo tejido, lo que indica, sin lugar a dudas, que el autor del grafiti estuvo allí, y además fue al comienzo de la conquista. Muy poca gente contempló aquellos ritos porque fueron abolidos inmediatamente”, en palabras del archivero de Llerena.
La tercera desviación que aparece en el grafiti es lo que los castellanos denominaban “el pecado nefando”: las relaciones homosexuales. En la obra aparece un bifronte: dos caras enfrentadas entre sí que, si se observa desde otra perspectiva, puede representar un solo rostro. Adviértase, en este detalle, la maestría artística del autor.
La llegada de los españoles
En la parte superior del grafiti desfilan las tropas castellanas: alabarderos, lanceros, jinetes… todos con traje de gala. Representan el nuevo orden social. Junto a ellos, aparecen dos mujeres indígenas que miran directamente al espectador. “Estas indias castellanizadas son los dos únicos personajes que miran de frente. Pienso que puede ser porque tuvieron un papel fundamental en la conquista de México, tanto como intérpretes como por dar pie al mestizaje. Una de aquellas mujeres fue Malinche, amante de Hernán Cortés”, expone Francisco Mateos.
La Cruz de la Inquisición
Entre ambos mundos, el azteca y el castellano, se alza una Cruz, que es el único elemento sombreado del grafiti. Según Mateos, “esta Cruz de evangelización el autor la equipara con la Cruz de la Inquisición. Y el mensaje heterodoxo es ese. Nos está diciendo que en América se estaba evangelizando de una manera no correcta, que se estaba actuando de la misma manera que actuaba la Inquisición aquí, cuando esa no era la misión de la Iglesia en América”.
El autor de la obra
En opinión de Francisco Mateos, quien ha estudiado la obra en profundidad, el autor del grafiti pudo ser un indiano judío que, presumiblemente, murió a manos de la Inquisición. Así lo indica su autorretrato, bajo la Cruz, en el que aparece un rostro castellano que tiene dos perfiles y está tachado. “Está tachado porque estaba condenado y tiene dos perfiles porque ocultaba su verdadera religión. Además, aparece un dibujo de un gallo, que es símbolo de negación a Jesús de Nazaret, por las negaciones que hizo Pedro la noche que apresaron a Jesús. El autor nos quiere decir que niega a Jesús”, explica el estudioso.
Posiblemente, el autor del retrato fue un judío que participó en la primera etapa de la conquista y que fue delatado a la Inquisición tras su vuelta. En aquella pequeña celda, con ayuda de un punzón y un candil, dibujó, con pericia y maestría, su testamento vital; un último mensaje a la humanidad que, por fortuna, ha llegado hasta nuestros días.
Publicado el 2 de octubre de 2017
Texto, fotos y vídeos de Lourdes Gómez para su columna Extremadura DesVElada