Uno tiene muchas imágenes extremeñas en su mente y en su corazón. Algunas de ellas las he hecho permanentes con mi cámara. Otras eran imposibles de captar con una chatarra fotográfica porque los ajustes -que en este caso no son electrónicos- solo están disponibles en el alma. Acabo de celebrar mis dos primeros años de estancia permanente en Plasencia (las vacaciones son para los placentinos, las mías son invariables) observando constante y atentamente a esta ciudad que atrapó mi corazón. Guardo rincones, paisajes y momentos grabados en esa zona del espíritu que algunos tenemos como departamento muy especial para almacenar cariños.
El resultado es que dispongo de dos archivos importantes en los aparecen mis imágenes más queridas. Uno de ellos es el venal y animico; el otro, que es estacionario y virtual, es el del disco muy duro del ordenador. El primero es el de los recuerdos y sentimientos de la gente placentina; el segundo es el que trata de almacenar las imágenes que intentan reflejarlo. Es decir, todo un cúmulo de afectos y rectángulos, tanto en gama de grises como en colorines. El encuadre de mi visión fotográfica es la imaginación de lo que se ve, o sea, la vida con márgenes. Mi amigo Andy, excelente documentalista gráfico de la vida y aconteceres extremeños, seguro que lo entiende.
Gracias Plasencia, un beso Extremadura.
Texto y foto del Bar Espñaol de Alfonso Trulls para su columna Impresiones de un foráneo
Publicado: 15 de Septiembre de 2016