
En ocasiones, escuchamos una música que nos parece nueva pero que es más antigua que el hilo negro. Llegan acordes innovadores que enriquecen una tradición que nos viene regalada por herencia.
Cuando queremos elevar el espíritu nos hace falta la armonía, ya que en esa intención descubrimos que somos un producto de diversas materias que se avivan o se retuercen con lo físico y los sentimientos. Entre estos últimos interviene la música más vieja, esa que ahora nos llega nueva y en la no es imprescindible el acompasamiento de una batera para que nos trepide el sentir.
Te emocionas con una guitarra acústica, te electriza una dobro con su sonido metálico y acerado, amplificado a lo natural. No te cuento si aparece un músico picando un banjo a ritmo endiablado. También el grito alegre de una gaita con o sin tambores. Ni qué decir de una flauta bien soplada, las cuerdas de una mandolina magistralmente punteadas o un violín arrastrado por el arco al estilo campero, tañido con pasión, aullando disonante y conmovedor. Se estremece el espíritu cuando escuchas voces en concordia con esos instrumentos, cuando se te apodera la musicalidad.
Todo eso, que es importante y vital, se puede disfrutar escuchando la música antigua hecha nueva en el próximo XXI Festival Folk de Plasencia. Ahí cerca, en el lugar histórico adecuado, a partir del próximo jueves 18 de agosto. Un deleite para todas las materias del cuerpo.
Texto y fotografía de Alfonso Trulls para su columna Impresiones de un foráneo
Publicado el 12 de agosto de 2016
Más información sobre el Festival Folk Plasencia