Azul, reflejo del cielo, con un estrato en el horizonte. Casi como si uno estuviera en una playa, pero con olas muy pequeñas, pausadas en su romper contra arena y piedra.
No era un mar, es un embalse.
Una tempranera mañana, un amigo y contertulio me llevó a pueblear por la Sierra de Gata, también por Ambroz. Allí me encontré con la posibilidad de alargar la mirada, de enfocar horizontes, de sentir en mis brazos aire muy fresco, esa sensación ya añorada en las tardes placentinas. Y como casi todo lo agradable, la propuesta surgió de la charla. No es la primera excursión, a uno le faltan otras muchas que le muestren los grises, los marrones y los verdes extremeños.
Resulta que la conversación te hace viajar y conocer. Una de las generosidades que propicia la tertulia placentina. Por las mañanas, uno se encuentra con el café y el amigo que me explica paisajes, pueblos y monumentos. Después, me lleva a verlos pisando la tierra, torciendo el paso por históricas piedras. Las excursiones que me ofrece suelen encerrar sorpresas visuales, como la del azul. Puede parecer una bobería, sobre todo para una persona ilustrada en viajes, países y vivencias. Pues no. Los regalos que te ofrece el candor de las personas con las que amigas, suelen ser parajes intencionadamente bonitos. Aunque estos te atrapen de paso a otros lugares más importantes, como fue el caso de ese embalse pequeño destinado al regadío, al norte de Plasencia, el de Gabriel y Galán. Paisaje de verde horizonte, azul de cielo y agua.
Publicado: 08Junio2015