
Los Empalaos de Valverde de la Vera para el tiempo cada Jueves Santo, a la medianoche. Es la hora en la que da comienzo uno de los rituales de penitencia más sobrecogedores de la Semana Santa extremeña.
Los empalados, motivados por una promesa o ‘manda’, son los protagonistas en el silencio de la noche y ellos son objeto de todas las miradas desde el más absoluto respeto durante su personal viacrucis. Declarada Fiesta de Interés Turístico Nacional, Los Empalaos de Valverde se remontan al siglo XVI cuando la Cofradía de Nuestro Señor Jesucristo realizaba actos de penitencia.
Una enagua, un velo y una corona de espinas
La peculiar indumentaria del empalao se compone únicamente de una enagua blanca desde la cintura hasta los tobillos y de un velo que cubre su rostro y preserva su intimidad. Sobre su cabeza una corona de espinas tal y como llevaba Jesús de Nazaret camino del Calvario.
Alrededor del torso una gruesa soga rodea su pecho y sus brazos en cruz también van atados con la soga de esparto a un timón de arado que sirve de cruz. Unas vilortas (arandelas de hierro) cuelgan de cada brazo y su tintineo rompe el silencio de la noche. La figura también lleva detrás de su cabeza, en la nuca, dos espadas cruzadas en forma de aspa.
El empalao camina descalzo y simboliza una crucifixión voluntaria. Todo el pueblo se entrega al rito cerrando sus casas a cal y canto y apagando las luces. Esa noche del Jueves Santo se desconocen cuántos empalaos saldrán y qué recorrido realizarán, ya que no hay un itinerario establecido. El público que llega a Valverde a vivir esta emocionante noche debe hacerlo desde el respeto más absoluto y siguiendo una premisa del sentido común: ‘dónde fueres, haz lo que vieres’.
El singular rito del empalao es completamente anónimo, y sólo los familiares más cercanos saben quién saldrá esa noche. Son esos familiares y acompañantes los que ayudan al empalado a vestirse y a desvertirse. Aunque el itinerario es desconocido, sí se sabe que cada empalao visitará cada una de las cruces que se han instalado en la localidad.
La ayuda del Cirineo en el recorrido del viacrucis
La devoción guía al empalao pero también es ayudado por el Cirineo que va cubierto con una manta y alumbra su paso con un farolillo de aceite. El silencio y oscuridad de la noche se rompen con el sonido de las vilortas en una estampa que pone el vello de punta a creyentes y curiosos. Cuando llegan a la cruz, se arrodillan en silencio. El momento en el que se encuentran y se cruzan dos empalaos se rinden homenaje unos a otros y de nuevo se arrodillan en señal de respeto.
El rostro oculto por el velo deja entrever caras de mucha concentración, y en ocasiones de sufrimiento para no perder el equilibrio.
La figura de la mujer también tiene su protagonismo en este ritual. Ellas realizan su viacrucis cumpliendo su promesa y van vestidas de nazarena con una túnica morada, una corona de espinas, un velo negro sobre la cabeza y descalzas. Portan una cruz de madera y una acompañante, también femenina, la guía con un farolillo.
El ritual se repite cuando se cruzan dos nazarenas o una nazarena y un empalao. Ambos se rinden respeto y devoción arrodillándose uno frente a otro.
Al finalizar el recorrido durante la madrugada cada penitente regresa a su punto de partida donde es ayudado por familiares y amigos a retirar todos los elementos que porta sobre su cuerpo.
Valverde de la Vera recibe a sus visitantes con un espectacular monumento de grandes dimensiones a la entrada de la localidad, obra del escultor Pablo Lapeña, compuesto por los tres protagonistas de la Semana Santa valverdeña: el empalao, la nazarena y el cirineo.
Los Empalaos en Valverde de la Vera
Jueves Santo, 17 de abril de 2025
A medianoche
Publicado en abril de 2025