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Virginia Lot

Una pregunta que me suelen hacer los alumnos en mis clases de Lengua castellana y Literatura tiene una trascendencia sartreana que a veces me apabulla: ¿para qué sirve la literatura? Bien es cierto que la cuestión no viene animada por el lugar que ocupan en el presente las “bellas letras” en el devenir histórico ni en la sociedad burguesa. Ni siquiera viene dada por un sentido utilitarista, ya que muchos en mis clases quieren ser ingenieros o médicos, y aún hay una tendencia a separar las letras de las ciencias. No, lo que ocurre es que la literatura como materia ha perdido todo interés y se ha convertido en un listado tedioso e inconexo de autores y obras que hay que memorizar para salvar un examen. Y a pesar de la emoción que el profesor le ponga a las clases, el ardor con el que describa la estética y las pasiones humanas que atesora un poema, una novela o una obra teatral, con todas sus implicaciones vitales y creativas, resulta muy difícil atrapar el afecto de los alumnos por la asignatura.

Algunas veces, sin embargo, sí salen debates interesantes, aunque no menos descorazonadores. Por ejemplo, me preguntaba recientemente un alumno avispado (y lo digo sin ironía): ¿cuál es el papel del escritor en la era de la IA? Yo quise darle la vuelta al argumento, porque en realidad carecía de una respuesta adecuada, y le pregunté cuál era el papel del lector en la era de la IA.

Ante ellos me gusta definirme como lector, pues otra cosa no soy. Y cada día, cuando voy a clase, suelo llevar algún libro que dejo disimuladamente sobre la mesa. Es probable que con la cháchara razonada del día a día no se llegue muy lejos, pero a lo largo de los años me he demostrado que la lectura -en el nivel de influencia que se le supone a un profesor- llega mejor por los caminos más insospechados. Una portada de un libro sobre la pantalla del ordenador de clase, un poema leído en voz baja una mañana fría de febrero, un pequeño texto escrito en la pizarra, un título sugerente. Se trata de diseñar un escenario para que en el presente o en el futuro los jóvenes puedan disfrutar libremente de los afanes de la literatura.

Tengo que decirles que es un trabajo invisible pero que funciona. No hace mucho me ocurrió con la novela sobre la que quiero hablarles. Es Virginia Lot, de Antonio Girol. El libro es una autoedición admirablemente editada que Uds. pueden encontrar en algunas librerías online o poniéndose en contacto con el escritor a través de sus redes. Como tantas veces, llevé el libro a clase y lo coloqué de tal manera que llamara la atención. Sonó el timbre y me marché. Esta novela trata de una situación terrible de maltrato de un padre hacia su familia y hacia su hija Virginia, que se rebela con la ayuda de su profesor de historia, Laín. Virginia y Laín son los protagonistas y rezuman vigor literario. La portada de la novela retrata la imagen de una adolescente, de cabellos negros, apoyada sobre una ventana salpicada por la lluvia que cae afuera, con la mirada vagamente perdida. Es una portada sobria y lírica, una fotografía que contrasta con la efusión emocional y falsa que abunda en las redes sociales.

Quién sabe, pero en la clase siguiente, antes de entrar, me esperaban varios alumnos apostados en la puerta y querían pedirme algo. ¿Esa novela?¿Por qué no nos hablas de ella? ¿Cuál?, les pregunté. Pues la que tenías ayer en la mesa. ¿Virginia Lot? Sí. ¿Quién es Virginia Lot? Virginia Lot, les comenté cuando todos se habían sentado en orden, es una joven de vuestra misma edad atrapada en una jaula de terror y violencia que vive en una ciudad como esta en los años 80. Podría ser cualquiera. Pero es, sobre todo, una joven que no se rinde y que se resiste a ser una víctima dócil y apaleada por la sociedad y por su padre. La libertad, la libertad de poder caminar por la calle sin miedo y sin complejos, se ha conseguido con mucho dolor, y por individuos que no se han doblegado ante la injusticia y la infamia, a riesgo de poner en juego sus vidas. Los cambios y la democracia real, para todos, les explico, no ha salido gratis, y queda mucho camino aún por recorrer. Y eso está en este libro, donde también hay amor, amistad, música y muy buena prosa.

¿Para qué sirve la literatura? Si le preguntan a la IA les dirá muchas cosas. Todas con sentido. Estas mismas respuestas están también en el libro de texto. Pero hay algo que no se puede explicar, un pequeño milagro, un silencio expectante atento a las palabras de un profesor/lector un día cualquiera en un aula, y que luego se diluye en el torrente de voces e inquietudes que mueven a los adolescentes. Es una semilla sembrada a voleo, pero sé que arraiga cuando voy a la biblioteca y compruebo que los dos ejemplares de Virginia Lot que adquirimos ya no están en la estantería.

Publicado en diciembre de 2024

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