Ceclavín, pueblo de ermitas que sus vecinos cuidan como oro en paño. Es el destino de Extremadura que más tiene en proporción con su extensión y número de habitantes. Llegó a haber 17 y ahora son nueve las que sus vecinos muestran con orgullo.
Las relucientes ermitas de Ceclavín
Ellos son los que se encargan de tenerlas relucientes. Se desviven por mostrarlas y si alguna no está abierta se las apañan para encontrar quién tiene la llave.
La del Santo Cristo, la de San Sebastián, Santa Ana, San Pedro, San Lorenzo, San Diego, San Antón, el Nazareno y el Convento, se reparten por esta localidad de la mancomunidad de Rivera de Fresnedosa rodeada por los ríos Tajo, Alagón y Rivera de Fresnedosa. Tres cursos de agua que le regalan un entorno de naturaleza esplendoroso.
Un paisaje planetario en plena dehesa
La Bravas que es Zona de Especial Protección de Aves; el paraje de Las Viñas con sus vides, almedros, higueras y olivos y la Sierra de la Garrapata, son tres escenarios ideales para caminar y extender la vista en busca de aves y estrellas.
A pocos kilómetros de Ceclavín se alcanzan los espectaculares Canchos de Ramiro, en Cachorrilla, un paraje natural que sobrevuelan cigüeñas negras, buitres o milanos reales. Se puede ver desde el Barco del Tajo, en cruceros fluviales entre agosto y enero.
En la dehesa de la localidad cacereña lucen sus revisados bohíos, antiguas casas para el descanso de los pastores que se han convertido en singulares apartamentos turísticos. Los Bujíos se llaman y están a la salida del pueblo.
El panorama que ofrecen es sorprendente porque su forma redondeada les concede el aspecto de observatorios astronómicos y, de hecho, están dotados con telescopios para deleite de los amantes de constelaciones y estrellas.
El Cristo de La Encina, una joya digna de Las Edades del Hombre
A pocos metros de los Bujíos está la ermita de Nuestra Señora del Encinar con su Patrona, que irremediablemente llama la atención por sus dos metros de altura.
A la izquierda del retablo está el Cristo de la Encina, una talla anómina del XVIII que tuvo su sitio en la exposición de Las Edades del Hombre 2023 en la Catedral de Plasencia, junto a otras joyas del patrimonio religioso extremeño. Es una representación del Crucificado con el cuerpo emergiendo de un tronco de árbol, acompañado por un indio y un asno. Es la única escultura de este tipo en Extremadura, a la manera de la iconografía del Nuevo Mundo.
Ya en el casco urbano, no se puede pasar por alto la parroquia de Santa María del Olmo que tiene porte de catedral.
La Machorrita de Ceclavín
La plaza de España de Ceclavín es un buen punto de partida para adentrarse en el pueblo. Allí está la torre de la antigua cárcel, un mirador privilegiado al que se puede subir pidiendo que lo abran en el Ayuntamiento.
Frente a la torre una escultura rinde homenaje a La Machorrita (en la foto de cabecera de este reportaje) la cabra protagonista de La Borrasca, fiesta singular que aspira al reconocimiento de Fiesta de Interés Turístico Regional.
La Borrasca se celebra en diciembre, los días 23, 26 y 27. El 23 el el Día de la Machorrita y a las siete de la tarde las peñas, que en Ceclavín se llaman borrascas, recorren las calles con sus cabras engalanadas con productos propios de los guisos extremeños. Pimientos y ajos se convierten en adornos de las machorritas, recordando la tradición de pedir comida para la cena de Nochebuena.
Los días 26 y 27 se retoma la celebración, a mediodía con convite de dulces y vinos en la Plaza de España y por la tarde con carreras de caballos en la calle Granadera a las 16.00.
Es una de las fiestas singulares de Ceclavín, que en septiembre celebra a San Miguel, el Patrón, con jinetes y carrozas en las que van los vecinos disfrazados.
Tradición dulcera
Hay que perderse por las calles de Ceclavín para ver sus casas señoriales, algunas con blasones y escudos. Y para buscar sus hornos tradicionales, de los que salen dulces únicos como los mazapanes de oblea, yema y almendra; los coquillos, bollos azucarados, merengues o cazuelas de arroz. “Hasta gente de Badajoz viene exclusivamente en busca de nuestros dulces”, cuentan los vecinos.
Hay hornos como el de Antonio Sánchez que llevan endulzando la vida desde los años 40.
El aceite de Ceclavín deja su poso en esa repostería tradicional y tiene hasta su propio museo, en una antigua almazara donde se puede conocer todo el proceso desde la recogida de la aceituna hasta el envasado.
Un destino, sin duda, para anotar en la agenda viajera.
Celcavín, uma aldeia de ermidas, choupanas e borrascas
Fotos: Andy Solé
Publicado en diciembre de 2024
© Planveando Comunicaciones SL