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Un ornitociclista viejo y cascarrabias

Me gusta releer al poeta inglés Edward Thomas (1878-1917) cuando llega el otoño. Soy fiel a este escritor que hizo una lectura sutil y afectiva del paisaje inglés y que sintió verdadero amor por la naturaleza. Muchos de sus poemas se “producen” durante un paseo y expresan las emociones que el campo (las plantas, los caminos, los animales) le provocaba. En mi clasificación personal y caprichosa lo tengo por un poeta caminante, frente a otros que practican una poesía más estática. Fue un escritor, E. Thomas, que parecía de otro tiempo; un epígono de los poetas georgianos, que cantaba un mundo rural que estaba desapareciendo.

El mundo se transforma y cambia, y esto no suele traer nada bueno si es que de naturaleza hablamos. Esta semana he leído el libro Un ornitociclista viejo y cascarrabias, que ha escrito Dave Langlois y publicado Tundra Ediciones. Dave tiene un don para discernir las notas de los cantos y los reclamos de las aves, y los lectores (más sordos) pudimos disfrutar de sus reflexiones y valoraciones, no exentas de humor, en el libro El canto de las aves. El orfeón olvidado; y, claro, aprender a emularlo y afinar el oído para disfrutar de esa banda sonora que la naturaleza nos regala y que tan a menudo queda opacada por las prisas y la barahúnda de ruidos de las ciudades y pueblos. Vivimos en una sordera autoinfligida e insana.

Dave es un ciclista porfiado que no tiene miedo a enfrentarse a la verticalidad de las rampas y a las mañanas intempestivas. Pero no es un ciclista al uso, enfundado en el hipnótico ritmo del cronómetro. Dave aprovecha sus marchas ciclistas para dar testimonio de cómo está el campo. Y es para enfadarse, y mucho. Porque muchas cosas se hacen mal, desde las Administraciones públicas hasta los caminantes que deambulan por el campo sin el menor atisbo de sensibilidad. Y lo hace, además, relatando sus observaciones sobre un precioso pájaro que no está pasando por sus mejores momentos, el alcaudón dorsirrojo (Lanius collurio), que aparece estampado en la portada del libro. Este librito ayuda no solo a descubrir la especie (escasísima en Extremadura) sino a sentir lo que, sin duda, siente el escritor, desasosiego por el futuro de una especie expuesta a las inclemencias de este mundo en transformación, pero también amor por una especie tan singular.

Catorce años lleva Dave recorriendo las carreteras asturianas y localizando los territorios de cría del alcaudón. 4.000 kilómetros de pedaleo veraniego para toparse, temporada tras temporada, a la vuelta de una curva, con la feliz sorpresa de una pareja que ha conseguido sacar adelante los pollos o para descubrir, tristemente, su ausencia. Es un relato de amor por el alcaudón dorsirrojo, y por la naturaleza. La belleza, como dice el propio autor, es aquello que nunca cansa a los sentidos; nunca cansa a la vista y al oído; y no nos cansamos de contemplar las aves. Ya quisiera cualquier escuela estética ofrecer una definición tan acertada de qué es belleza (y pasión), por sencilla y por real. Aunque también, y esto es apreciación de este lector, el libro nos deja un poso de desconsuelo por el tiempo de descuento que parece determinar el destino de tantas especies.

Les cito un poema de Edward Thomas, para finalizar estas notas:

If I were to own this countryside

As far as a man in a day could ride

(…)

Their copses, ponds, roads, and ruts,

Fields where plough-horses steam and plovers

Fling and whimper, hedges that lovers

Love, and orchards, shrubberies, walls

Where the sun untroubled by north wind falls,

And single trees where the thrush sings well

His proverbs untranslatable,

I would give them all to my son

(Si yo fuera dueño de este campo / tanto como un hombre pudiera cabalgar en un día (…) / sus bosquecillos, estanques, caminos y surcos, / terrenos donde los caballos aran y los chorlitos / revolotean y gimen, setos para los amantes, / huertos, arbustos, muros / donde el sol, sin perturbarse por el viento del norte, cae, / árboles solitarios donde el zorzal canta  / sus proverbios intraducibles / todo a mi hijo se lo daría… )

De Edward Thomas tienen ustedes muy buenas traducciones de Ben Clark y de Gabriel Insausti.

Texto de Felipe Rodríguez publicado el 11 de octubre de 2024

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