
He leído esta semana el cómic Migas, de Javier Castañeda, que ganó el III premio Aristas de Novela Gráfica, Pang! 2023. La historia destila sencillez tanto en el dibujo como en el argumento y narra las vicisitudes de Raimunda, un personaje que, según leo, está inspirada en la abuela del autor, Paula. Ese dibujo de tonos grises y silencioso (no hay texto, a excepción de los que abren cada capítulo) es una elegía que homenajea a un mundo femenino que vivió y sufrió resignadamente las duras circunstancias de la historia del siglo XX español. Mujeres que han sido sepultadas por la marea de acontecimientos que ha precipitado la vida en los últimos años y a las que el autor hace un tributo que las convierte en símbolos de entrega y tenacidad.
Necesitamos estos reconocimientos y este homenaje para contrarrestar la superficialidad de la autocomplaciente urgencia en la que vivimos, un presente acelerado que desdeña la memoria. Son símbolos necesarios, cálidos, valiosos, voces que hay que rescatar del silencio. Este cómic conmueve y te hace volver la vista hacia aquellas mujeres que trabajaron sin descanso y que no reciben ni los aplausos ni el recuerdo que merecen. A mí, personalmente, no me gusta que se llamen a estas mujeres “anónimas”, como he leído. Yo les pongo nombre a muchas… Y eso es lo que pienso que también quiere transmitir Javier Castañeda en este cómic.
Raimunda, una mujer que tiene un nombre y una historia de tintura gris, como el propio cómic, porque esas fueron las circunstancias de su vida. No obstante, en los intersticios de las viñetas se adivina la fuerza y la presencia de esta mujer: hay un momento en que, con una atención preciosista al detalle, el personaje cose a altas horas de la noche para sacar adelante a su familia. El tratamiento de la escena, la cadencia con la que mueve las manos y la aguja, remite a una sabiduría necesaria y construye una delicada metáfora que simboliza los sacrificios que tuvieron que asumir tantas mujeres para mantener la cohesión familiar y social en una época de adversidad.
El tono del cómic es íntimo, a menudo melancólico, sin caer en ningún momento en el drama, y cuenta los diferentes momentos de la vida de Raimunda, desde la infancia, los avatares de la Guerra y la posguerra, y la emigración del campo manchego a la ciudad. El título Migas hace referencia a esa esencialidad alimenticia del pan, y a lo que queda, a los restos sobrantes y dispersos de la justicia social que, en esta historia, se tornan justicia poética. La técnica en “grises” le da, al cómic, profundidad temática y resalta con sobriedad la pobreza y la soledad de los personajes: la España de las cartillas de racionamiento, la España gris de la dictadura, la España que tuvo que emigrar.
Las viñetas se despliegan en un tempo pausado y poético que atrapa virtualmente el tiempo. Esta textura temporal de la narración me lleva, por una personal asociación de lecturas, al pensamiento machadiano sobre el tiempo: son viñetas en el tiempo; el tiempo es atrapado y atrapa, y conduce inexorablemente la vida humana hasta la muerte. La existencia de este personaje (y su historia) parece, a la postre, un sueño fugaz en cuyo seno se aloja el amor y la esperanza.
Migas, como he comentado al principio, es un reconocimiento a la historia de tantas mujeres a las que el paisaje histórico oficial otorgó un papel de secundarias o terciarias y que necesita ser contado. Castañeda lo hace al estilo slow cinema o cine contemplativo y nos entrega una experiencia visual y emocional que, en contraste con los ritmos acelerados de la actualidad, nos permite contemplar una vida repleta de existencia. Migas es una lección: no necesitamos ni ruido ni urgencias para disfrutar de historias verdaderas y auténticas.
Texto de Felipe Rodríguez publicado en PlanVE el 22 de octubre de 2024