
Damos por sentado que las palabras ‘carvochi’ y ‘carvochá’, con el significado de ‘castaña asada’ y ‘asado de castañas’ son primas hermanas, o cuasi hermanas, de las voces ‘calbote’ y ‘calbotada’. No entendemos por qué la Real Academia Española (RAE) solo admite que tales palabras se escriban con ‘b’. ¿Acaso no habría que buscar su origen etimológico en la voz latina ‘calvus’, que se usaba para designar a las personas que habían perdido gran parte del pelo de su cabeza? Sabido es que los romanos tomaron tal término latino del indoeuropeo ‘klawo’; de aquí que su origen se pierde en la noche de los tiempos. Solo el Wikcionario contempla esta familia de palabras con la letra ‘v’.

¿No es un ‘calvote’ o un ‘carvoche’ una castaña asada a la que se la ha desnudado al quitarle la cáscara y dejarla al aire libre enseñando su blanca calva? Si la palabra ‘calvo’ se escribe con ‘v’, ¿por qué no se han de escribir así toda su familia de palabras? En nuestras tierras, de ostensible influencia lingüística del antiguo astur-leonés, su denominación correcta, ciñéndonos a la comarca de Las JHurdes, es ‘carvochi’ y ‘carvochá’. Pues helo aquí que ya se está trajinando por parte del Ayuntamiento de Pinofranqueado y la ‘Corrobra Estampas Jurdanas’ la puesta en marcha de una edición más de los rituales de ‘La Carvochá-La Chicharrona’, que se llevarán a cabo el día de noviembre en la alquería de El Mesegal. Todo un homenaje se merecen la práctica totalidad de los vecinos de esta aldea, pues ellos, en la retaguardia, se encargan de que no falle la logística.
Marisol

La fiesta de ‘La Carvocha’, que no es un rimero de ritos, lúgubres y plomizos, propios de lo que fue, hasta no hace muchos años, el ‘Día de los difuntos’, siempre celebrado el día 2 de noviembre, se transforma en una fiesta jubilosa, en honor de los antepasados. Recientemente, la Iglesia Católica, que va a su bola, importándole un pimiento la Cultura Tradicional de los pueblos, trasladó los ritos funerarios y cristianizados del día 2 al día 1 del mismo mes, cuando en muchos pueblos de nuestro región extremeña, por poner el ejemplo más cercano, han venido celebrando alegres y coloristas tradiciones, como la Chaquetía’ o ‘Chiquitía’, la ‘cata del vinu d,añu’ por las bodegas y otros compadreos y comadreos. Han convertido el día de Todos los Santos en una jornada de cementerios, de responsos y de lutos, hollando de mala manera los espacios consuetudinarios de nuestros pueblos. La ‘Carvochá’ jurdana, al igual que el ‘Carnaval Jurdanu’, fueron sacados de las moribundas brasas por los compañeros de ‘Estampas Jurdanas’. Tiempos eran en la mocedad tomaba el camino de la emigración y, con su ida, muchas tradiciones, de las que ella era la principal protagonista, fueron perdiendo fuelle. Hubo que hacer muchos encajes de bolillos para ligar la escasa documentación escrita con la abundante información de los mayores de aquella década de los 90 del pasado siglo, cuando se emprendió la recuperación y salvaguarda de unos rituales que ponían a la comarca jurdana a la cabeza de las áreas más representativas, en el mundo ibérico, de manifestaciones de un innegable arcaísmo y un contundente valor socioantropológico.

‘La Carvocha’ comenzó a celebrarse en la alquería de La Jorcajá (en castellano, ‘La Horcajada’). Tras un corto paréntesis, se retomó y, a iniciativas de Fernando Pulido Díaz, alma máter del programa ‘Mosaico’, ingeniero forestal y persona muy vinculada a las comarcas de Sierra de Gata y Las JHurdes, tuvo como marco el pueblo de El Mesegal. En este nuevo marco, cobra especial importancia la figura de Marisol Martín Martín, auténtica sufridora, abnegada, orgullosa de ser jurdana, luchadora hasta la extenuación, hija de El Mesegal, y compañera del buen camarada Fernando. Era hija de Francisco (Paco) Martin Sánchez, tamborilero de El Mesegal y miembro de ‘Estampas Jurdanas’ (falleció en 1996). Cuando estaba a punto de alcanzar el título de Ingeniero de Montes, una insidiosa enfermedad que la perseguía sufrió un agravamiento y se la llevó el día 2 de noviembre de 2007. Solo contaba 30 años. Este año, al coincidir la celebración de ‘La Carvochá’ con el XVII aniversario de su muerte, se le rendirá un sencillo y emotivo homenaje. Del mismo modo, también será homenajeado el compañero de la ‘Corrobra Estampas Jurdanas’ José María Domínguez Moreno, conocido historiador y preclaro investigador de la Cultura Tradicional. Natural del pueblo de Ahigal y estrechamente vinculado al territorio jurdanu, sobre el que realizó numerosas investigaciones de campo, que fueron viendo la luz en diferentes publicaciones. José María se nos fue el pasado 14 de diciembre.

Rituales
Como cosa acostumbrada, una vez que los compañeros de ‘La Corrobra’ hayan arribado a la alquería de El Mesegal, se encenderá la ‘Jogará de las Ánimas’ con un tuero de la hoguera del año anterior. Las vecinas de El Mesegal ya estarán preparadas con las bandejas de los ‘matajambris’ y el aguardiente, para ir calentando motores. En menos que canta un gallo, daría inicio el pasacalles, presidido por el ‘Animeru del farol’, el ‘Animeru de las castañas’ y los tamborileros. Hay que ir a buscar a ‘La Chicharrona’, la legendaria mujer de cabellera rubia, envuelta en pieles y con unas longanizas como collares, Trae en sus manos la licencia para que los vecinos puedan ya ir organizando la matanza del ‘gorrinu’, ‘garrapu’, ‘cebón’, ‘lichón’, ‘marranchón’…, que de muchas maneras se denomina al puerco, que siempre fue la despensa cárnica del año para estas gentes campesinas. A la ‘Chicharrona’ se la recibe con antiguos cánticos y todos marchan detrás de ella por las calles de la aldea, al son de los cencerros y los tamboriles. En el trayecto, el ‘Zajuril’, mitad santón y mitad chamán, bendice los campos. La ‘Chicharrona’ baila de alegría y lanza retadores ‘rejinchus’ (jijeos). Termina el pasacalle en la antigua era donde se trillaba, años ha, el centeno y el mijo. Allí, en el centro, sobre el espacio enlanchado, se encuentra el ‘Tendal de las Ánimas’, con un velón encendido, el ‘Pan de las Ánimas’ y muchas frutas del tiempo. ‘La Chicharrona’ es cortejada por las mujeres y la sientan en su ‘trono’. Allí espera mientras el ‘Zajuril’ y sus sacristanes conjuran los males del año arrojando sobre las llamas de la ‘Jogará de las Ánimas’ unos pelos de una ‘igüea’ (cabra joven), unas migas de pan, unas castañas, un chorrito de aceite y otro de la ‘polienta’ (vino del año). Se cantan unos latinajos y, acabando, sorprende a todo el mundo el ‘Chicharrón’, saliendo dando saltos de entre la floresta, donde permanecía agazapado. Su afán es conquistar el amor de la ‘Chicharrona’, a la que dedica mil zalamerías y carantoñas. Se hace de rogar, pero al fin cae en sus brazos. Bailan una danza al son de la gaita y el tamboril, y el ‘Zajuril’ y sus sacristanes acuden a casarlos.

Tras el mítico casorio, los tamborileros aporrean el parche del tamboril anunciando que se inicia la ‘Pruseción del Pan de las Ánimas’. Varias mujeres de la alquería, de manera solemne, encabezadas por Alfredo Sánchez Peña, tamborilero del pueblo, procesionan un enorme pan, con una cruz grabada en su corteza y relleno de anises, higos pasos y nueces, alrededor de la era, en un misterioso rito de circunvalación. Se suceden cánticos relacionados con el ‘Petitoriu de Ánimas’ y se ejecutan viejas danzas. Luego, se reparte el pan procesionado y se acude a la ‘Cata de las Polientas” (probar el vino de año aportado por los visitantes). No tarda el ‘Zajuril’ en anunciar que las ‘ánimas’ (la cosmovisión de este término por parte de la antigua comunidad pastoril que se asentó por estas escabrosas tierras necesitaría todo un ensayo) ya están, de manera invisible, entre los presentes y, por lo tanto, ya hay barra libre para todo el mundo. Cada uno de los asistentes, según las viejas creencias, tendrá a su lado un ánima. Por ello, deberá comer, beber, cantar, bailar y retozar por dos a lo largo de toda la jornada. El caso es que las ‘ánimas’ queden bien satisfechas y regresen a sus mundos pletóricas por el trato recibido. Y más todavía si los invitados a los rituales y otros espectadores aportan, como es costumbre, una botellita de vino de sus respectivas localidades o comarcas o alguna vianda tradicional. En este listado, quedan exentos los que asumen la escenificación de los rituales y los vecinos de El Mesegal que echan una mano para que la fiesta se convierta en una auténtica catarsis, de la que hay que salir con nuevas energías para emprender el nuevo año. No hay que olvidar que para antiguas culturas el año comenzaba en estos días primeros del ‘tiempo oscuro’, cuando las primeras nieves coronaban las montañas, los animales bajaban a los corrales del pueblo y las ánimas, escapando del frío, buscaban por las noches la lumbre de su antiguo hogar.

Corro de Ánimas
Tras la opípara comida, siguiendo las tradiciones gastronómicas propias de este día, los ‘cantaoris’ y ‘cantaoras’ de ‘copras’ (antiguos romances propios del ‘Romancero Viejo’ y de otros pliegos de cordel) saldrán a la palestra, dentro de la nave municipal, para mostrar el legado etnomusicológico que heredaron de sus mayores. Y, con ello, la tarde va transcurriendo hasta que los tamboriles anuncien que dará comienzo el ‘Corru de Ánimas’. Varios paisanos circunvalan a buen paso la era de lanchas, zamarreando sus cencerros, a fin de espantar a las ‘Malsánimas’, y, acto seguido, agarrados todos los asistentes de la mano y conformando un gran corro, se van nombrando, uno por uno, todos los miembros fallecidos de la ‘Corrobra Estampas Jurdanas’. Mientras, el ‘Entignaó’ o ‘Tizoneru’, provisto de un tizón de la ‘Jogará de las Ánimas’, va signando con una cruz a todos los del corro. Así quedarán blindados para que las ‘Malsánimas’ o ánimas perversas les salgan al encuentro cualquier noche y se los lleven con ellas a los desiertos del ‘Tenebrón’.

Anochece y el ‘Animeru de las castañas’ busca ayudantes para preparar la gran ‘Carbochá’, que también llamábanla, en algunos pueblos de la zona, con el nombre de ‘Magostu’ o ‘Magostá’. Pero antes han de reponer fuerzas todos los que han participado en los rituales y los allegados e invitados para la ocasión. Las parrillas no paran, ni el vino ni el aguardiente. Entre cantes, palmas y ‘rejinchus’, bajo la luz de la luna, si es que anda por el firmamento, el personal bajará, de nuevo, a la era. Da comienzo la ‘Carvochá’, que es el ritual que da nombre a la fiesta. Se asan las castañas y los asistentes devoran los ‘carvochis’. Continúa la fiesta. El aguardiente espanta el frío y ni siquiera se percata que el rocío, en silencio y sin forma definida, va humedeciendo los espacios serranos. Habrá que aguardar a otro año para sumar otra memorable jornada. La ‘Carvochá’ es parte consustancial del mundo legendario y de realismos mágicos, tan característicos de la comarca jurdana. Sirve para afianzar los lazos identitarios de la comunidad y se erige en la que, algunos antropólogos y otros estudiosos de las ruralidades, consideran como la fiesta de ánimas más arcaica, singular, espectacular del mundo ibérico. En ella, se sustentan muchos de los sentimientos, valores, símbolos, comportamientos y convicciones que caracterizan a un grupo de profundas raíces y sólida identidad. Un sublime canto a los antepasados, donde la oralidad, que tan grande papel jugó en el pasado, tiene un relevante protagonismo. Bien lo saben la gavilla de investigadores que acuden todos los años. Y mejor que nadie, José Luis Azabal Hernández, alcalde de Pinofranqueado, que se vuelca en que estos rituales transciendan y su huella continúe a lo largo de generaciones. Preciso se hace, pues, darle cancha a los más pequeños, para que la huella vaya calando en ellos como agua menuda.
Foto superior: Rito de circunvalación en torno a la era. En primer plano, con capa y farol, el compañero José María Domínguez Moreno, del que hablamos en nuestra crónica y que será homenajeado en la “Carvochá” del próximo día 2 de noviembre. Detrás de él, el compañero Manuel Roncero Domínguez, en su papel de “El Zajuril”. (Foto: Vicente Martín Martín)
Texto de Félix Barroso para su columna A Cuerpo Gentil, las opiniones e imágenes publicadas en esta columna son responsabilidad de su autor
Publicado en octubre de 2024