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Paisaje Nacional

Millanes Rivas (Moraleja, 1994) ha publicado en la editorial Alianza el libro Paisaje Nacional, su segunda novela tras Tan joven y la pena (2021). Es un autor que ha llamado la atención de crítica y lectores porque propone una narrativa que se zafa de los códigos literarios más habituales y conformistas. El riesgo asumido es, no obstante, un dado que gira entre los dedos del lector y que el autor, sospecho, asume con sobrada valentía. Cualquier propuesta novedosa en el modo de narrar que explore uno de los recodos del vasto territorio de la literatura puede también enfrentarse con las reticencias (morales, ideológicas o psíquicas) de quienes tienen el ojo hecho a técnicas más ordinarias y recurrentes. Pero hay que innovar y experimentar, porque la literatura, entre otras muchas cosas, es inquietud e insatisfacción.

Y disculpen que comience así, con cierto misterio. Pero es que Millanes Rivas ha escrito una novela rica en destellos literarios, a veces poética y luminosa, a veces inquietante y fantástica, situándose en el espacio de los heterodoxos al jugar, por ejemplo, con la ambivalencia explícita del género de los personajes, que transitan de la forma masculina a la femenina bajo una normalidad no binaria o de género fluido. Es posible que en la órbita de las tesis de Paul B. Preciado que, en obras como Un apartamento en Urano, argumenta que las categorías de género son más construcciones performativas que realidades biológicas inmutables.

Millanes plantea un desafío y este lector, que escribe, lo ha aceptado y se ha adentrado en una novela que se concibe como un relato a posteriori de unos hechos sorprendentes que ocurrieron en El Álamo, un antiguo pueblo de colonización cerca de Logrosán, Cáceres.

La novela es una exploración de la historia familiar del narrador junto a sus tres tías (La Mayor, La Mediana y Lady Di). Las capas de la novela son complejas y comprenden tres momentos temporales: 2024, 1963 y 1937, que se activan como vivencias y recuerdos tras el viaje que por casualidad hace el narrador a El Álamo, que ahora intenta revitalizar una comunidad de okupas. En ese lugar, se le manifiesta una visión que afecta a su familia y quizá a su propio sino vital. Ahí comienza un viaje compartido y a contrarreloj con sus tías mayores para averiguar qué ocurrió de verdad en El Álamo con uno de sus bisabuelos en los años previos a la Guerra Civil.

La novela está escrita con maestría en los diálogos y, a veces, con un ritmo frenético y un tanto psicodélico, y engancha y empuja al lector al deseo de saber a dónde conduce esta road movie del sobrino y sus tres tías incrédulas.

Además, a este lector le interesó mucho personalmente porque se adentra en la historia de los pueblos de colonización que se esparcieron como manchas blancas por Extremadura desde que, en el año 52, se aprobó el Plan Badajoz. Apenas he conocido -solo en lírica- referencias literarias a la vida de los pueblos de colonos, y ese aspecto me ha llamado mucho la atención. Millanes Rivas, por tanto, no solo muestra originalidad en los planteamientos estéticos sino también en el fondo histórico sobre el que edifica su novela.

Millanes pertenece a una generación que está construyendo una nueva forma de debatir con el pasado, sin lastres y sin complejos. Y, en este caso, lo hace sobre el acceso y distribución de la tierra, tal como ocurrió en la Segunda República o en el plan Badajoz.

El propio título Paisaje Nacional parece una indagación en esta línea, pero a mí me gustaría, además, entender el concepto de “paisaje” expresado en la novela no tanto como un territorio sino como una manifestación de la memoria colectiva, un archivo vivo de experiencias compartidas que trascienden la temporalidad de los individuos.

Así el paisaje, el paisaje de la novela, conforma no solo un espacio sino también una forma de identidad común que nos invita a reconsiderar nuestra relación con el tiempo y la vida en esta época de individualismo y posverdad. En este sentido, Millanes ha deshilado una madeja hecha de interrogantes a través de las peripecias y la memoria de una familia para que todos podamos leer y recuperar el relato de una historia que había quedado sepultada por el silencio. Necesitamos relatos como este porque nacen al calor del vínculo, y rompen con la narrativa comercial vigente: intercambiable y porosa.

telecarne Bernal Plasencia

Texto de Felipe Rodríguez publicado el 23 de septiembre de 2024

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