Search

Se nos fue Chagu, un jurdano de vivo ingenio

En el año 1734, el ‘Lizenciado’ don Antonio Ortiz  Xarero, en su ‘Inspeczión de las Alquerías de Las Batuecas’, nos dice lo siguiente sobre el pueblo jurdanu de El Castillo: ‘En donde se une dicha rivera con el expresado río, se pasa uno y otro también sin puente, pues  aunque el referido río (Esperabán) tiene allí zerca un pontón, solo puede servir para  gente escotera; pásase después una rivera caudalosa en tiempos de aguas, y la  referida  alquería está entre dicho río que lo pasa por el lado de oriente y un arrollo que allí inmediato se junta con él y que baja por la  sierra del poniente.  La situación es buena mirando a el mediodía, es la alquería que en todo el concejo tiene más ganado de vacas cachanas y cabras lanecas, buena lavor y colmenas’.

Vista del pueblo de El Castillo (Foto: ‘Las Hurdes, Destino Natural’)

En esta alquería de El Castillo, sobre cuyo topónimo habría mucho que hablar, vino al mundo Santiago Gómez Hernández, más conocido por ‘Chagu’ a lo largo y a lo ancho de la comarca de Las Jurdes. Fue el día 25 de julio de 1931, festividad de Santiago Apóstol; de aquí su nombre de pila. Habiendo aprendido ya en la escuela las cuatro reglas y el arte de leer y escribir con cierta corrección y soltura, se le echaron encima unas convulsiones patológicas que, insidiosamente, le atacaron los oídos y la capacidad para articular con desenvoltura sus palabras.  Pero su intelecto mantúvose lúcido y despierto.  Pese a sus gangueos y balbuceos, su ingenio se mantuvo incólume hasta el día de su fallecimiento, ocurrido el pasado día 30 de agosto, a los 93 años.  Tenía buen arte para camelar al personal.  Derrochaba empatía por todos sus poros, y su vivo ingenio resolvía con buen tino los entresijos de la vida diaria.  Siendo mozo, se echó novia en el pueblo de Robledillo de Gata, limítrofe con la comarca jurdana. Acudía a verla en caballería, por los estrechos caminos que serpentean por las montañas de la comarca y llevan a la vecina Sierra de Gata, como otros conducen a otras zonas de la periferia jurdana.  Cuajó el noviazgo y se casó con Rufina Gómez Sánchez. Se fueron a vivir al Castillo, ya que Santiago era de los ‘riquinus’, ya que tenía una ‘jacienda’ para ir tirando; un pelín más que otros vecinos. En el territorio jurdanu, terreno claramente minifundista, como otros pueblos de la lindera comarca de Tierras de Granadilla, no han existido ricachones, ni gente cortijera y terrateniente. Y como decía Santiago, ‘ni maldita la falta que nos jacía’. Todos los vecinos han sido amos de sus huertos, sus olivos, sus castaños, sus cerezos, sus cabras, sus colmenas, sus ‘rozus’ (terrenos para sembrar el cereal, sobre todo centeno, mijo y algo, más bien poco, de trigo y cebada, ya que la edafología de los suelos montañosos no es muy apta para tales cultivos) y algún carrascal con encinas y alcornoques. Luego, todos los jurdanus disponían de casi 40.000 hectáreas comunales, pero esta es una historia que necesita muchas cuartillas.

Pontón muy antiguo, atravesando el río Esperabán, y de cuya existencia ya se da cuenta  en 1734, en ‘La Inspeczión de las Batuecas’, del Lizenciado Dn. Antonio Ortiz Xarero.  (Foto: Archivos F.B.G.)

Vocación de periodista

 “Chagu” en compañía de Fernando Pulido Díaz (Foto: Archivo F. Pulido)

Santiago y Rufina (esta vive aún y peina las 84 primaveras) fueron desenvolviéndose con cierto desahogo y criando cuatro hijos: dos hembras y dos varones.  De haber estudiado, seguro que Santiago, de despejada frente, se habría decidido por el periodismo.  Cuando el que suscribe, con ayuda de sus alumnos, creó la  revista comarcal ‘El Correo Jurdano’, que tuvo un gran éxito y que se enviaba a cientos de personas y entidades interaccionadas con la Cultura Tradicional-Popular, la etnoarqueología, la mitología, la cosmogonía, las viejas creencias, la organización autogestionaria de los comunales y otros mundos folklóricos, antropológicos y etnográficos, siempre en relación con la comarca jurdana, tan rica en estas disciplinas, se me presentó un día Santiago.  Me traía un montón de hojas de cuaderno, escritas de su puño y letra. Más que interesantes.  Allí se reflejaban numerosas curiosidades sociohistóricas y costumbristas de aquellos pueblos, especialmente los asentados en las riberas del río Esperabán. Incluso se permitía ofrecer sesudas reflexiones sobre los textos. Los fui publicando en diferentes números de la revista y, cuando se agotaron, Santiago me enviaba cartas certificadas, conteniendo más material para los lectores.  Sin lugar a dudas, Santiago tenía una clara vocación de periodista.

“Chagu” asando las castañas en los rituales de “La Carvochá”.  (Foto: Toni Seds)
“Tíu Menciu”, tamborilero de la alquería jurdana de El Castillo.  (Foto: Mati Gómez)

Él me llevó por todos los recovecos del valle del Esperabán, penetrando en sitios casi innacesibles, quedando fascinado de todo lo que mostraba, desde petroglifos y estructuras megalíticas de épocas prehistóricas a grabados, también sobre pizarras, de época romana o tardoantigua; desde covachas con vestigios paleolíticos a informes montones de piedras y algunas cerámicas, que parecían corresponder a pequeños poblados mineros; desde arcaicas aceñas, ya arruinadas, a las viejas eras para la trilla, redondeadas y enlanchadas, y que, según él, todas y cada de las antiguas ‘majás’ (majadales) contaban con una. Recuerdo el día en que el paraje de ‘La Perrubiu’, con el fin de gatear para ver un ‘letreru de lus runconis’, al decir del amigo, pegué un resbalón y por poco me descalabro. Refería Santiago que allí ponía ‘Rubicón’, pues él lo había limpiado varias veces y se había quedado con el nombre.  Comentaba el buen amigo, al referirle que ‘Rubicón’ era el nombre de un río del nordeste de Italia, que desemboca en el mar Adriático y está cargado de mucha historia, que ‘el letreru no hablaba de ningún ríu, pero que las letras eran españolas, no cumu argunas otras c,hay en las cancheras y que no s,entiendin, y más paecin  de la Gramática  Parda  que de la  Gramática cristiana’.  Pero la vez de marras estaba tan cubierto de líquenes y musgos que mi persona, palpando con los dedos, solo logró desentrañar algo así como ‘Roncón’ o ‘Rumbón’.  De todas formas, todo apuntaba que era una huella más de ese legendario pueblo de los ‘rucones’, que antiguos textos señalan como tribus autónomas de los vetones y que, justamente, venían a ocupar lo que hoy es la comarca natural de Las Jurdes y algunas áreas aledañas.  En bastantes leyendas y cuentecillos recogidos en la zona, se rastrea dicho gentilicio, presente también en otros dichos e incluso en juegos infantiles que ya los oscureció la modernidad rampante.

Cuando el periódico ‘El Correo Jurdanu’ dejó de publicarse, al pedir traslado un servidor y marchar al instituto de Montehermoso,  Santiago seguía enviando cartas con valiosa documentación. Me llegaron a entregar 22 cartas, que archivadas las tengo.  Parte de su contenido ha ido viendo la luz en mis publicaciones en distintos medios. Santiago no se había enterado de mi marcha ni de que la revista había llegado a su fin, pues nadie quiso asumir la responsabilidad de seguir con tan loable tarea.

Gigantescos castaños en los términos de El Castillo (Foto: Joaquín Morenoti)
9.- TEXTO.

Socio de Honor

Fue Santiago socio de honor de la ‘Corrobra Estampas Jurdanas’, por su colaboración desinteresada en los rituales de ‘La Carvochá-La Chicharrona’, que se celebran en el mes de noviembre en honor de los antepasados.  Desempeñó, en tales rituales, el papel del ‘Entignaó del Corru de las Ánimas’ y era el que llevaba la voz cantante a la hora del asado de castañas; siempre con el caldero en la mano y atento a que dicho fruto se dorara en su punto sobre las brasas.  También participó, en otras ocasiones, en el ‘Carnaval Jurdanu’, encarnando variopintos papeles.

Camino hacia el petroglifo de ‘El Tesitu de los Cuchillus’, en términos de  El Castillo.  (Foto: Joaquín Morenoti).

Se nos fue ‘Chagu’ y, con él, uno de esos grandes informantes, nobles, sagaces, ingeniosos, auténticos archivos ambulantes, amantes de su tierra, solidarios y con un gran sentido de la hospitalidad.  Las puertas de su casa siempre estaban abiertas y, cuando le visitabas, te llenaba las manos de productos de sus huertos.  Bien lo sabe el buen amigo y compañero Fernando Pulido Díaz, profesor y perteneciente al Departamento de Ingeniería del Medio Agronómico y Forestal de la Universidad de Plasencia, así como ‘alma máter’ del proyecto ‘Mosaico’.  Fernando le tenía un gran cariño a ‘Chagu’.  Selló con él unos estrechos y vinculantes lazos humanos.  Le supo escuchar y, al igual que el que escribe estas líneas, aprendimos muchas cosas de él.  Se fue cuando agosto agonizaba.  Ya estaba recogida la cosecha.   Santiago sembró, recogió y compartió.  Por suerte, nos dejó toda su sabiduría antes de que lo llevaran al camposanto.  Descanse en paz.

cartel palacio carvajal girón plasencia
Foto superior: Santiago Gómez Hernández, el protagonista de la crónica. (Foto: Fernando Pulido Díaz)

Texto de Félix Barroso para su columna A Cuerpo Gentil, las opiniones e imágenes publicadas en esta columna son responsabilidad de su autor

Publicado en septiembre de 2024

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

También te puede interesar
patatera

Bicicletas clásicas y patatera en el Carnaval de Malpartida de Cáceres

El Carnaval de Malpartida de Cáceres repite concentración de bicicletas clásicas. Será…

Kiko Veneno en Las Noches de Santa María 2020

Plasencia recupera Las Noches de Santa María, que abrirá Kiko Veneno con…

Llega el finde de las rutas míticas de Geodisea

El 11 y 12 de noviembre llega con Geodisea 2023 el turno…

Más de 2.000 dulces el Día de la Mormentera de Alcántara

Hasta 2.500 mormenteras habrá listas en Alcántara el sábado 10 de junio, para…