
Hay un germen de la literatura que no se sabe ni cómo ni por qué un día te encuentra y se mete muy adentro y crece anillándose a los costurones de la vida y al amor y a los libros que se portan bajo el brazo. Hay un germen, una semilla de flores azules, que se siente en el calor de las arterias de la cotidianidad y grana lenta y paciente mientras le susurra a la vida un ardor de palabras bien cuidadas y limpias como el empedrado de una calzada portuguesa. Hay un suelo de pétalos verlanianos que desprende un aroma de silencio cuando el poeta pasea su corazón y camina a oscuras e iluminado, libre y en existencia, concreto y metafísico como una pluma. Hay una semilla en el suelo confuso de la ciudad, de cualquier ciudad porque todas valen, que desprende un fulgor de extrarradio y de ágora. Y que olisquean los perros que aullan tristes al amanecer. Hay un libro pequeño como un sueño de libros y una exhalación de roca que devuelve a las aceras, a las terrazas, al insistente vocerío de la calle, a las inclemencias que habitamos y que nos habitan, a un poeta, a un escritor, a Carlos Reymán.

La Editora Regional de Extremadura ha publicado En Existencia póstumamente. Probablemente uno de los libros de más talla poética que he leído en tiempo. He comenzado esta reseña de forma poco habitual, con la frustración añadida de que no se le puede hacer justicia a este libro con una explicación técnica y descriptiva que, de seguro, ahogaría el haz de luz que me ha dejado su lectura. Ya sentí una alegría inmensa cuando publicó Demagogias, Libros de Mesa, 2016, porque se revelaba lo que se presentía, un escritor que amaba la literatura por encima de las modas pasajeras y los derroteros editoriales. Un libro de libros que iba de lo real a lo onírico, de lo ácido a lo sentimental, de lo familiar a lo social, del humor de la greguería al retrato de una sociedad desvencijada por la crisis económica. Un libro hecho de esa rara ética literaria que es la estética. Desconozco si aún estará disponible en algún sitio, pero si lo encuentran léanlo, es un lujo que no se acaba.
Ahora En existencia, el tiempo se me ha vuelto eterno retorno, circular e incalculable; un presente aniónico como esa burbuja libre en que habitan los niños, capaz de olvidarse de las imperiosas costumbres y normas de los adultos. Un libro que tiene la propiedad de la fluidez y se desliza, como un líquido metálico, en una balanza que devuelve la vida a la muerte y la muerte a la vida, liberando a los poemas de las ataduras de la ingeniería para alcanzar la firmeza de su resonancia. Leemos En existencia poemas de amor a la cotidianidad de las calles y de crítica inteligente a una sociedad intransigente y vulgarizada; leemos poemas de sueños y de inspiración vanguardista; leemos poemas de conversación templada y sincera con sus mayores, que emocionan; los leemos y sabemos de su humor y nos llega un suspiro lúcido y profundo. Qué agradecido estoy a Carlos por estos poemas y qué agradecido estoy a la Editora Regional por esta publicación. There is a light that never goes out. La última vez que me encontré a Carlos, en la Plaza San Francisco, la conversación derivó, no recuerdo por qué, hacia los británicos The Smiths y hacia los tiempos noventeros de Cáceres. There is a light that never goes out. Este pequeño libro azul, como la flor de Novalis, de/en existencia, es vis humana y vis literaria.
Texto de Felipe Rodríguez publicado el 24 de junio de 2024