“Contiene la poesía la voracidad del instante”
Jesús María Gómez y Flores ha recibido el Premio Internacional de Literatura “Rubén Darío” por el libro Tentativas de escapismo que ha editado la editorial Sial Pigmalión en la colección Extremadura. Este libro de poemas viene ilustrado con dibujos de Deli Cornejo. El premio también se concede al conjunto de su obra, según la web de Sial Pigmalión, que hizo un extraordinario trabajo con la publicación a finales del 2022 de A medida de mis contradicciones (Poesía esencial 1985-2020), título que nos ha permitido volver a poder disfrutar de poemas iniciales que resultaban imposible encontrar en papel. Una apuesta verdaderamente relevante que homenajea a un poeta indispensable en nuestro panorama literario.
Hoy me permito contarles un recuerdo casi de la adolescencia, una mínima anécdota. Conocí a Jesús María Gómez y Flores por una casualidad del destino. Lo hice antes en papel que en persona, hará ya 30 años. Fue en la calle Pizarro de Cáceres, una calle que se componía de día para deshacerse cada noche en cientos de caminos, en un trance de modernidad y sugestivos cantos de sirena. Fue en el mítico pub Torre de Babel, donde alguien había dejado, olvidado entre pasquines y revistas, un libro titulado La dama de Shalott, que había recibido el extinto premio Ruta de la Plata. El librito, que he buscado para esta reseña, se abría con una cita de Cernuda que decía: “Más allá el tiempo, según dicen, / marcha hacia atrás, para irnos desviviendo”.
La poesía de Jesús María es exploración y refugio, un viaje de ida y vuelta por la vida y la cultura, dilatado y atento, que nos devuelve un eco de palabras y estrofas que parecen, a veces, arraigar como un símbolo antiguo, una luz palpitante que hay que descifrar. Es esa luz de la poesía que se adentra en la materia de las cosas y proyecta una silueta rica en significados. Poesía que ilumina, dialoga, esclarece. Una poesía que aborda la “ceguera” de un mundo disparatado y líquido.
He leído que Jesús María participa de una poesía reflexiva, no lo sabría decir; incluso es probable que, con los años, haya adquirido un tono más pesimista, pero un rasgo que no prevalece en cualquier caso en su lírica es la presencia de un “yo” concéntrico y plegado sobre sí mismo, sino que este se aparta, deslizándose en las formas no personales del verbo o en los plurales asociativos, para llevar al lector, cogido de la palabra, cómplice, hacia una postura, un lugar en el que aprendemos a mirar, a oír y a sentir en el poema los territorios abisales del poeta. Así que lo nombraría, más bien, poeta-guía, como lo fue Virgilio a Dante, mostrándonos aquí y allá la fragilidad de la existencia, su absurdo y su levedad.
Con frecuencia se asiste de un vasto dominio cultural que llena de frescor cada una de sus publicaciones, como un aroma de enredadera. Jesús María Gómez conversa con los mundos posibles, con la fábula del mundo que nos atrapa con su pulsión de vida. La música -es un gran melómano-, la pintura, el cine, la literatura, la historia, las geografías del alma humana, no son una impostura, un decorado, sino todo lo contrario, un paisaje por el que deambulamos, acreditándonos paso tras paso, entre la realidad y el sueño. A veces en un ejercicio de funambulismo que se cimbra consciente sobre el hilo del lenguaje. Un hilo de cobre terso y enigmático que sostiene una poética compleja y multiforme. Un desafío capitaneado por la libertad creadora, que ha consolidado con los años un estilo propio, sustancial y en constante evolución. Siempre hay exigencia, un paso más, un poco más allá, una huella poética más profunda en esta vida que vivimos.
Los avatares del tiempo, como en la cita de Cernuda de La dama de Shalott, nos “desviven”, nos dañan y nos desmadejan en un proceso que, como una profecía autocumplida, nos convierten en otro a cada golpe del reloj, un otro distinto del que somos y que, sin embargo, es parte imprescindible e incontestable del nosotros. Las voces del poeta en el tiempo suman, se contradicen, contienden entre ellas, se impugnan en un juego de espejos que lo aprisionan. Cada yo devuelve al otro una mirada y una extraña efigie parece resurgir o desvanecerse. En esas delgadas simetrías se halla la poesía de nuestro autor, y por ellas puede el lector adentrarse y recorrer el tiempo, desviviéndose y engastándose a su vez en su esencialidad.
Para el lector que no conozca la poesía de Jesús María Gómez y Flores, encontrará en Tentativas de escapismo, una poesía apasionada, culta y generosa en matices. Al lector fiel, este libro le ofrece alguna novedad técnica, pues abandona, en parte, el verso libre para proponer endecasílabos y poemas en prosa: siempre en una exploración continua, atendiendo al latido de la vida. También ofrece, a todos los lectores, una voz más alta, más directa, en poemas excelentes como ¡BASTA! o Examen de conciencia, o en otro texto en el que hace balance del proceso de escritura y su recepción: Y la nave va, que cito: “Lo que escribíamos ayer es ahora una anomalía / que nos compromete / arrojándonos a los pies de los caballos”.
La poesía en Jesús María Gómez y Flores asume el riesgo, es impulso vital, y como advertía Cernuda, en aquella temprana cita, tan lejana en el humo y el ruido de la noche, es “desvivirse”: trabajo, constancia y la consciencia cruel de que, como en el mito de Orfeo, Eurídice desaparecerá haciéndose soplo ligero, un vaho inasible en el paisaje.
Tentativas de escapismo es un libro de madurez.
Texto de Felipe Rodríguez publicado el 13 de mayo de 2024
(En la imagen superior, la portada del libro Tentativas de escapismo y su autor, Jesús María Gómez y Flores)