(A Ramiro Gómez Martín, jurdanu de arriba abajo, que me pasó el programa de la ‘Matan3a Morisqueña’. Un buen amigo, en las verdes y en las maduras, y que se mantiene inasequible al desaliento en la barricada jurdana)
Sobre las matan3as familiares hay refranes horrorosamente machistas, como aquel que dice: ‘Por Santa Catalina, mata tu cochina; por San Andrés, mata tu res; y si no tienes que matar, mata a tu mujer’. No caeremos nosotros en esas ciénagas asesinas. San Andrés se celebra el 30 de noviembre y Santa Catalina el día 4 de diciembre. No son malas fechas para iniciar la matanza familiar, siempre que las nieves asomen ya por lo alto de las sierras y la rasca busque la querencia de la lumbre. El período matancero puede alargarse hasta el día de Santa Brigida (1 de febrero), pero no más allá. El viejo adagio de por estas latitudes es tajante: “Santa Brígida pasá y non matasteis, si aluegu vos caga la mosca, non vengáis con jiquitraquis”. Cae esta santa el día primero de febrero y ya empiezan a flaquear las escarchas y aparecen las moscas. Malo es que la mosca revolotee y ponga los huevos sobre las carnes del puerco recién sacrificado.
Está muy claro que el día 6 de abril ya no es tiempo de matanzas. Pero una cosa son las matanzas familiares, que aparte de la laboriosidad que conllevan, siempre fueron también una manifestación festiva y ritualizada, y otra muy distinta las matanzas que se llevan a cabo como atracción turística y espectáculo de masas. No está mal que las generaciones más jóvenes conozcan, aunque sean actores pasivos, las tradiciones agropecuarias y el sentido festivo que llevaba aparejado algunas de ellas. La leyenda negra sobre la comarca de Las Hurdes, urdida desde el exterior, pero también desde el interior por retorcidos funcionarios civiles y eclesiásticos que residían en ella (no todos, que hubo virtuosas, honestas y justicieras excepciones), incubó ciertas pestes, cuyos virus y bacterias fueron arrojados sobre el paisaje y el paisanaje. Documentos se rastrean acerca de la rebautización y reevangelización de los jurdanus en épocas medievales, achacándoles el ser musulmanes o judíos camuflados y conversos, justificándolo con la gran algazara, ostentación y liberalidad que manifestaban en las matanzas del puerco (‘… caedem percorum jarones feram factio imcomposite et strepitu et ostentatio’). Pensaban los calumniadores que todas esas jaranas y francachelas no eran sino una máscara, realizada en la propia calle, donde sacrificaban el marrano, de cara a la galería, para demostrar falsamente que eran más cristianos que nadie. Por ello, opulentos eclesiásticos se empecinaron y se embarcaron, allá por el siglo XIII, en una auténtica cruzada redentorista: ‘Vel in mantunendis parrochiis in montibus asperrinis del Las Batuecas pro instituendis gentibus infidelibus queae paucis abhinc annis compertae fuerunt in illis habitare’ (…En mantener parroquias en los montes asperísimos de Las Batuecas con el fin de adoctrinar a pueblos infieles, que hace pocos años fueron descubiertos habitando allí). Batuecas era lo mismo que Hurdes y Hurdes lo mismo que Batuecas. Todo era un todo histórico, geográfico y antropológico. Lamentablemente el todo se vino abajo cuando, en el XIX, el territorio jurdano fue descuartizado por intereses caciquiles y políticos, para mayor gloria de algunos ‘arrebatavotos’ de la Sierra de Francia, que jugaron bien su papel en pro de los corifeos borbónicos de turno.
Puercos ‘Jarones’
Hace ya años que los puercos ‘jarones’ desaparecieron de la comarca jurdana, al igual que se extinguieron las ovejas ‘chamarizas’ y las vacas ‘cachanas’. De tales razas quedan apunten en ciertos legajos y, muy difuminados, nebulosos recuerdos incluso también en la memoria colectiva de algunos ancianos de finales de los 80 y década de los 90 del siglo que dejamos atrás. Fue antes de que numerosos aserradores, la mayoría portugueses, talaran el 90% de los robledales de la zona, cuyas maderas fueron sacadas a lomos de mulos fuera de la comarca. Años después, la masiva y abusiva repoblación forestal con especies alóctonas (pino negral y eucalipto), cuando se invadieron ilegalmente los comunales de los pueblos (dictadura franquista), estuvo a punto de desaparecer otra raza autóctona: la cabra ‘laneca’. Varios centenares de ellas fueron comprados para repoblar ciertas áreas de las Islas Baleares en los años 40 y 50, ya que la cabra balear o mallorquina estaba en peligro de extinción y la cabra jurdana o ‘laneca’ era la más apropiada y parecida.
Ya no hay puercos ‘jarones’ por estos fragosos terrenos, que, según los antiguos, tenían espeso pelaje y eran ‘amanchonaus’. Ahora, los cochinos vienen a ser de la misma clase que en comarcas colindantes: rojos, negros o blancos. En el espectáculo matancero, tanto de la ‘Matanza Tradicional Jurdana’, rotativa por las diversas cabeceras de concejos, como en la ‘Morisqueña’, se suele seleccionar a un cerdo ibérico o cruzado con otros de la especie ‘Duroc’. Para no herir sensibilidades de ciertas personas, rayanas a veces en la mojigatería y en la melindrosidad, se suele transportar al cerdo ya sacrificado de antemano para ser chamuscado y, luego, colocado en la mesa donde será descuartizado al modo tradicional. Finalmente, se subastarán las distintas piezas cárnicas.
Programa
Cuando el reloj de la torre marque las 10,00 horas, se dará apertura al Mercado de Artesanía y, acto seguido, se repartirán las perrunillas y el aguardiente a todos los que se vayan acercando a ‘zajumalsi’ con el humo que desprenden los helechos con los que se chamusca al puerco. Los ‘matanchinis’, vecinos avezados en el ‘chamuscu’ y despiece del gorrino, iniciarán su tarea, a la vez que las vecinas de Caminomorisco, ataviadas a la antigua usanza, prepararán ciertos guisos matanceros, que darán a probar a los que se arrimen al caldero. Entendemos que, como estampa etnográfica y folklórica imprescindible en toda fiesta tradicional, habrá algún que otro tamborilero animando las calles y el recinto donde arde el ‘jogueril de la matancia’. No se puede arrinconar nunca a estos músicos populares, auténticos artistas de la gaita y el tamboril y cuya acrisolada tradición se pierde en la noche de los siglos. Y si a una charanga se le paga por actuar en la jornada, el mismo derecho, o más, tienen los tamborileros a cobrar el correspondiente estipendio. Ver cómo en algunos pueblos han sustituido, en las procesiones, la figura del tamborilero por una charanga clama al cielo y pone de manifiesto la ignorancia supina y el total desconocimiento de la tradición por parte de las autoridades municipales o de los mayordomos. Nada tenemos contra las charangas. Tienen cabida en la fiesta; pero, como dice el refrán de por estas tierras, ‘cá cosa al su tiempu y los nabus en Advientu’.
Yendo el mediodía ya bien ‘lanteru’, todos los asistentes podrán hincarle el diente al buen guiso, al estilo tradicional, de carne del ‘guarrapu’, acompañado de buen vino de pitarra. Y como de la panza sale la danza, pues a rebajar las grasas, al poco rato, bailando al son del grupo folklórico ‘Efecto Verdolaga’. Cayendo el día, los jóvenes, o no tan jóvenes, tendrán a su disposición, para seguir zarandeando el esqueleto, a la Disco Móvil ‘DJ Raúl Moriano’. Y, luego, cuando el cuerpo se derrengue, cada mochuelo a su olivo. Jurdanus y no jurdanus (lo de ‘hurdanos’ –con ‘h’ y acabado en ‘o’- es para los más finolis), quedan invitados por la empática y alentosa alcaldesa de Caminomorisco, Noelia Martín Cervigón, a participar en una jornada exultante y en la que se abren de par en par las puertas para el comadreo, el compadreo, la chicha, el vino y lo que caiga. Extensiva la invitación a numen que un día llamó cagón a un Cupido con alas de plexiglás y que se precipitó sobre el suelo por no saber tensar su arco y dirigir con férrea y buena puntería sus afiladas flechas. Auténtica insufladora del estro de quien la llevaba, y la lleva, clavada en lo más profundo del hipotálamo; preciosas uñas de humanizada gata (sus arañazos son heridas de guerras que las exhibo con mucho orgullo) y a quien nuestro poeta Lupe Lope de la Ópera, ahogado en el azulado mar de sus pupilas, le dedicó los siguientes versos.
OJOS
Solo pido a mi eternidad que sea infinita,
que carezca de cómputos de arena
y de horas labradas en granito.
Eterna eternidad para mirarte
con las cuencas vacías de mis ojos.
No concibo amor más sublime por mi parte
que devorar con mis dientes aritméticos
masa mollar, osadamente azul,
de tus globos oculares.
(Del poemario: ‘Con la soga al cuello’)
Texto de Félix Barroso para su columna A Cuerpo Gentil, las opiniones e imágenes publicadas en esta columna son responsabilidad de su autor