Se alargan lo días cuando llega su tiempo y, como dicen nuestros paisanos, que son muchos y se desparraman por todos los septentriones extremeños, ‘el tiempu que jadi (o jaci) el su tiempu, no es mal tiempu’. Dan de sí (‘rejundin muchu’). vuelve a decir el paisanaje). Ni que pintiparados vienen para matar varios pájaros de un tiro. Tal fue el día 1 de junio de 2023, fecha jubilosa por celebrarse en ella la feria del lugar donde abrí por primera vez los ojos al mundo. Se extendía al día 2 (‘Feria Vieja’). Todo un hervidero de ganados, chalanes, gitanos, puestos de bebidas y de churros … en el ejido comunal. En la plaza mayor, góndolas; caballitos; coches chocones; tómbolas; casetas con tiros de escopeta; puestos de helados y golosinas; turroneros de La Alberca y hasta un vendedor, venido desde La Vera, con juguetes de todo tipo, que, cuando se acercaba algún grupo de mozos, les advertía por lo bajini: “también hay condones’. Salón de baile abarrotado; con el tiempo, discotecas y verbenas. Pero se encargó la burocracia por órdenes de los de arriba de darle la puntilla a los rodeos de ganado, esencia de la fiesta, y las ferias fueron languideciendo al perderse la razón de ellas, y, hoy, solo son tristes espectros de lo que fueron. Por ello, para no caer en la melancolía, aprovecho el día para pasar la ITV al todoterreno. De paso, hago una visita a la tienda y servicio técnico ‘PCMÓVIL.NET. MONTEHERMOSO’, del buen amigo y tocayo Félix Retortillo Ruano. Hay que revisar las tripas de la torre del ordenador, que lleva mucha batalla encima, y ¿quién mejor sino que Félix Retortillo Ruano para auscultarlo y realizar el pertinente diagnóstico? Realizadas las gestiones, el todoterreno enfila derecho hacia la dehesa boyal y comunal de Montehermoso: una gran finca, con abundante masa forestal de ‘quercus’, destacando la encina, que se extiende a lo largo y a lo ancho de unas 1,100 hectáreas, aproximadamente. Suelos ácidos, responsables de que los vestigios óseos enterrados sean devorados por la acidez y no puedan ofrecernos la información que deseamos cuando se trata de responder a determinadas interrogantes.
Gran parte de la dehesa, especialmente la zona situada más hacia el oriente, está conformada por estratificaciones de pizarras y limolitas grises, alternando con grauvacas verdigrises y verdosas, bien de grano fino o grueso (Precámbrico Superior). Las restantes áreas hay que considerarlas, desde un punto de vista estratigráfico, como pertenecientes al complejo de rocas ígneas de la unidad granítica Béjar-Plasencia, dando lugar a todo un batolito caracterizado por granitos de dos micas. En el área de contacto entre las pizarras y el granito, se observan ostensibles discordancias: el granito no ha metamorfoseado a las pizarras; no obstante, se aprecian que estas se encuentran integradas, en muchas ocasiones, por microgranitos, que han generado pizarras con quiastolitas y micacitas. Así mismo, se pueden observar en la dehesa vetas de cuarzo blanco; algunas dentro de un radio muy cercano a los enterramientos megalíticos que analizaremos más adelante. Tanto la pizarra, el granito (conocido como ‘moleña’ por estos pueblos) como el cuarzo blanco o lechoso (nominado ‘jigarru’ o guijarro), formaron parte de tales elementos funerarios, bien fueran como elementos constructivos o decorativos. En algunos enterramientos (‘La Corra’. ‘Los Matos’, ‘La Llaná’, ‘El Terroju’, ‘Los Mancus’ …) de clara factura prehistórica, conformados por un encanchado a base de lajas de pizarra yuxtapuestas, dispersos por la geografía de la comarca de Las Hurdes, se hallaron al modo de esferoides laboreados en cuarzo blanco. ¿Acaso la luminosidad de la albura de estas piedras guardaba alguna relación con el Más Allá?
‘La Juélliga Pristórica’
El epígrafe que sobrevuela a estas líneas no es ningún extraño lenguaje. Dada mi heterodoxia y mi costumbre de remar a contracorriente, lo que no tiene nada que ver con la tozudez, ni terquedades ni contumacias, me ha llevado a colocar un subtítulo en ‘Lengua Estremeña’ (con S aspirada). Todo sea por echar un capote a la Lengua que mamamos todos los que nacimos en aquellas áreas de la región extremeña que mantiene, desde hace siglos, un claro sustrato astur-leonés, mezclado con la Lengua romance que se hablaba antes de la Repoblación Medieval. Nada que ver con ese disloque que han dado en llamar ‘Castúo’ gente que desconoce la génesis de tal ‘palabro’. El ‘Órganu de Seguimientu i Cordinación del Estremeñu y la su Coltura’ ha conseguido que nuestra Lengua haya sido incluida por el ‘Consejo de Europa’ en la ‘Carta Europea de las Lenguas Minoritarias’, al mismo nivel que el gallego, el catalán o el euskera. La ONU reconoce que dicha Lengua está en peligro de desaparición y solicita al Gobierno de Extremadura que sea contemplada en el ‘Estatuto de Autonomía’ y se encargue de preservarla y difundirla. La voz ‘Castúo’ solo es un invento del poeta pacense Luis Chamizo Trigueros, haciendo referencia a los ‘castúos extremeños’, que vienen a ser aquellos labradores que tienen tierras propias. Se deja, por lo tanto, fuera de tal denominación, desconocida por completo en la mayor parte de la región extremeña, a la clase jornalera (campesinos sin tierra y yunteros, que solo disponían de una yunta para labrar fincas ajenas), la que fue y sigue siendo la más numerosa de Extremadura. Bien se merecía todo este proletariado agrario que el ‘Día de Extremadura’ se hubiese celebrado tal día como hoy, 25 de marzo, cuando escribo estos renglones, de acuerdo con las argumentadas demandas que pedían numerosos colectivos e intelectuales, incluida la Universidad de Extremadura. Mucho más emblemática dicha fecha que no el 8 de septiembre; pero los socialreformistas, conservadores y la Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana, se encargaron de bloquear una jornada festivo-reivindicativa y nos colocaron la celebración el día de la Virgen de Guadalupe, que, aparte de pertenecer a la diócesis de Toledo, es una virgen que no tiene tradición alguna en numerosas comarcas extremeñas. Cosa propia de las mentalidades nacionalcatolicistas de esta bellotera tierra, donde desde una cooperativa a un kiosko de pipas llevan el nombre de una virgen o un santo. Los poemas de ‘El Miajón de los Castúos’ son considerados por numerosos filólogos como textos poéticos escritos en un castellano plagado de voces andaluzas y manchegas. Partamos, pues, una lanza en pro de nuestra auténtica Lengua y no de sucedáneos, que pueden que tuvieran cierto éxito, años atrás, tras toda una operación de marketing capitalista, en ciertos sectores de la emigración extremeña y que, hoy, se empeñan en seguir revalidándolos otros que no bucearon lo suficiente en nuestros más profundos estratos lingüísticos.
Visto lo cual y yendo al meollo de esta publicación, nos obligamos a recabar la presencia de alguna montehermoseña o montehermoseño (nadie nos acuse de no emplear un lenguaje inclusivo con perspectiva de género) y que se haga la siguiente pregunta: ‘¿P,ándi andan las juélligas pristóricas de la nuestra jesa?’. La respuesta nos llevaría muchos folios. Nos hemos pateado varias veces la dehesa boyal y comunal (ahora se considera como dehesa de propios o municipal, pero no siempre fue así) del pueblo de Montehermoso, tan unido a nuestra trayectoria vital desde que éramos unos mozuelillos y recorríamos sus discotecas los días festivos, al ser el pueblo más grande del contorno. Más tarde, sin haberlo oteado nunca, acabamos impartiendo nuestras pedagogías en el instituto ‘Gabriel y Galán’ de tal localidad, al que acudían alumnos de doce municipios y tres pedanías. Como el roce hace el cariño, máxime si lo propicia alguna musa, de ‘las que trabajan todo el día, y por noche se reúnen y bailan’ (muy bien expresado por Edgar Degas, pintor, escultor y grabado francés), pues todo queda aclarado. Aún estoy esperando a que me invite a bailar un vals, un tango o una mazurca, o incluso la jota de ‘La Zarzuela’, que seguro que la borda con maestría. Apártense Fred Astaire y sus divas y ríndanle pleitesía a sus pupilas zafirinas. Dicho sin ironía y sin acritud por este pobre de espíritu que nunca alcanzará el Reino de los Cielos, como pregona la primera Bienaventuranza; ya que yo no soy de reinos, sino de repúblicas. Y como defiendo la ‘res publica’ solo devuelvo a los demás la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad, que nunca me hicieron daño, con el fin de conseguir un mundo más Justo y Solidario.
Hace ya un buen puñado de lunas, con todas sus cuatro fases, me perdí por la dehesa de Montehermoso, en compañía de don Fausto Sánchez Dosado, paisano mío y que, a la sazón, estaba de párroco en dicho pueblo. Don Fausto era el típico cura campechano, popular, ruralizado, amigo del sano compadreo y la confraternización, buen tertuliano ya fuere en la taberna o en la plazuela, llegaba a la gente y despertaba sus adentros con sus emotivas homilías, imbuidas de un cristianismo de cuño social. Amante de la caza y la pesca a la antigua usanza, no reñida con su gran amor a la naturaleza. Jamás de monterías de aristócratas, burgueses de chistera y de otros con los riñones bien forrados, donde dejan en largas agonías, en el suelo, a animales tiroteados, hasta que son recogidos por Paco ‘El Bajo’, rastrero y fiel vasallo del señorito Iván. Eso fue antes que Enrique Fernández Calvet, profesor del mismo instituto al que yo llegaría unos años más tarde, le comunicara a Marisa Ruiz-Gálvez Priego, en 1997, sus sospechas sobre un complejo megalítico en la dehesa boyal. Marisa era catedrática de Prehistoria de la universidad Complutense y fue quien codirigió la primera campaña de excavaciones arqueológicas, junto con Jesús Jiménez Guijarro, en 1999, en lo que se confirmó como un conjunto de enterramientos megalíticos, de tipo dolménico. La segunda campaña fue dirigida, en el 2000, íntegramente bajo la dirección de Marisa. Enrique, el que levantó la liebre, había sido antiguo alumno del área de Prehistoria en la mentada universidad. Todo ello, y mucho más, lo relata la arqueóloga en su trabajo: ‘El Conjunto Dolménico en la Dehesa Boyal de Montehermoso’ (‘Extremadura Arqueológica, VIII. Mérida 2000).
El párroco y paisano me habló de un risco que tenía unos entalles o pasaderas laboreados a lo largo de su oronda panza. Lógicamente, para acceder a lo alto. Me inquietaba la ilusión de encontrarme frente a frente con una de esas ‘sacra saxa’ (peñas sagradas), que, sin lugar a dudas, estaba inserta en aquellos remotos mundos de nuestra Prehistoria reciente. Dimos vueltas y revueltas, pero la peña no apareció. El berrocal, a veces, se transforma en un laberinto y le vuelve a uno loco buscando el peñasco que nos llama a voces y nosotros, aprisionados por extraña sordera, somos incapaces de oírle. Al menos, entre la broza, tropezamos con un molino barquiforme, de vaivén, muy castigado por las labores agrícolas, y dos piezas cuarcíticas; una de ellas con huellas de uso y con pinta de haber sido una mano de mortero o algo por el estilo. De la peña sagrada nos hablaron posteriormente los montehermoseños José Luis Gil Lorenzo y Óscar Garrido Garrido, pero esto es materia de otra crónica. Paso a paso, que las prisas nunca fueron buenas. Despidamos estas insumisas líneas con el acostumbrado lirismo de nuestro buen colega Lupe Lope de la Ópera: catorce versos de su poemario ‘Charlando junto al río Charles. Monólogos con Pedro Salinas’.
CAMPO
Sabido es (lo dije en otros versos)
que solo en el papel el poema estampo
si mis botas zancajean por el campo.
Siempre musas mostrando sus reversos.
¿Buscáis mis duendes bajo techo inmersos?
Perder el tiempo, que yo huyo de lo ampo
y de lo aséptico. Yo solo campo
por mis campos. Mis tarsos llevo tersos
y a Ella, mi colega Pedro, le ofrendo,
como única diosa en la que creo,
las estrofas que yo voy escribiendo.
Sé que de ellas supo. Y lo olfateo.
Y de cuña prosaica que iba hendiendo
texto que componía en mi antipaseo.
Imagen superior: Recreación prehistórica en una dehesa. (Blog de ‘Montehermoso Cultural”, del gran amigo Juan Jesús Sánchez Alcón)
Texto de Félix Barroso para su columna A Cuerpo Gentil, las opiniones e imágenes publicadas en esta columna son responsabilidad de su autor
Publicado en marzo de 2024