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Las “Nochigüenas”

(A José María Domínguez Moreno, que se nos fue arropado por el silencio de una noche decembrina)

Decía José María Domínguez Moreno, ilustre historiador y etnógrafo, noble y leal amigo, al que la muerte, que no para y siempre anda aguzando la guadaña, se lo llevó hace apenas una semana, que ‘en distintas localidades del norte cacereño son corrientes las “corroblas”. siempre con carne de macho cabrío o de carnero, que los quintos llevan a cabo en la noche navideña.  Los mozos de Ahigal tienen el ágape después de la Misa del Gallo, a la que asisten con el tenedor prendido en la solapa de la chaqueta y en la que ocupan un lugar de preferencia’.  (‘Fiestas Populares en la Provincia de Cáceres’, Salamanca, 1996).  Echando la vista atrás, emergen de los nebulosos recuerdos otros 24 de diciembre: el comienzo de ‘Las Nochigüenas’, palabra pluralizada y que por estos pueblos se entendía como el período que se extendía desde la propia ‘Nochigüena’, en singular, hasta pasado el día de Reyes.  Un viejo refrán, referente a la marcha de los días, que iban ganando luz a las tinieblas, nos coloca a estas tres fechas en puntos claves del tiempo navideño: ‘La cena de Nochigüena, una cuarta de lantera; el día de la Naviá, hasta un tontu lo comprenderá, y en La Pascua de Reyis, lo comprenderán hasta los güeyis’.  

Todo un documento de la representación de “Los Pastoris”, en una “Nochigüena” de hace un montón de años, en la villa jurdana de El Casar de Palomero.  A este auto pastoril también le dicen “La Corderá” o “La Pastorá” en otros pueblos.  Pendiente de su recuperación. (Archivos:  Nanu del Casal)
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Una húmeda frialdad de la penumbrosa iglesia parroquial se me cuela por los tuétanos.  Nuestras manos infantiles, nunca blancas y tiernas, sino llenas de arañazos y refregones a causa de echar una mano en las labores propias de austeras economías campesinas, habían colaborado en acarrear musgo para el portal de Belén que se montaba todos los años cerca del altar mayor.  Musgo había por doquier, y lo sigue habiendo.  Cubría las paredes de los huertos y los muchos canchales del paisaje berroqueño.  Histriónico, propio de mentes fuera de la realidad, nos parece lo legislado en estos últimos años, por culpa de una modernidad de salón o a la violeta.  Prohibido radicalmente arrancar musgo, bajo fuertes sanciones económicas.  Ciertos gerifaltes, urbanitas de mullidos sillones y enmoquetados despachos, desconocedores totalmente de la realidad ecológica de nuestros términos municipales, sacan normas y leyes sin ton ni son.  Van de la mano del ecologismo de salón, el que llegó demasiado tarde a salvar especies faunísticas y florales y, ahora, pretende curarse en salud, dando palos de ciegos sin ton ni son.  ¡De pena! Cubríamos los corchos que imitaban a las montañas con musgo y en sus cimas espolvoreamos algo de harina, imitando a la nieve.  Aquel nacimiento del templo parroquial era un pequeño espacio lleno de realismos mágicos.  Sus diminutas figuras de arcilla, que se guardaban como oro en paño en un arcón de la sacristía, alborotaba nuestras mentes y hacían chispear nuestros ojos cuando se acercaban los días navideños. Prácticamente, era el único nacimiento con cierto empaque que se montaba en el pueblo.

 “Ronda de la Jogará”, en la alquería jurdana de Aceitunilla, en la ‘Nochigüena’.  Vecinas acompañadas por el joven tamborilero Saúl Barroso Azabal.  (Foto: F.B.G.)

Esperábamos la fascinadora noche con la nerviosa inquietud de las infancias. Atardecía.  El ganado que conformaba el ‘cabrial del común’ (rebaño de cabras) regresaba de pastar en la dehesa y, a la entrada del lugar, se abría como una granada y cada hatajo se dirigía, sin equivocarse, a sus respectivos corrales.  Era la hora del ordeño, del repasto y la dormida.  Anochecía y matábamos el frío de la escarcha corriendo como potros desbocados por las calles y plazuelas, jugando a mil juegos heredados de los mayores.  No había móviles, ni ordenadores, ni tabletas, ni tanto aparatito telemático.  ¡Ni falta que nos hacía!  Estábamos siempre en forma, lisos como una tabla y sobraban los gimnasios.  Vivíamos con plenitud nuestra infancia y pubertad.  Conocíamos nuestro entorno y sabíamos de pájaros y plantas; de piedras y regatos; de lagartos y barrancos…

Artesanía pura hasta  en los mínimos detalles en el nacimiento montado por M. Carmen Azabal.  Tras muchas horas de trabajo, se consigue todo un mundo navideño en miniatura.  (Foto: F.B.G.)

Misa del Gallo

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Dicen que la ‘Misa del Gallo’ tiene su origen en el siglo V de nuestra era, cuando al Papa Sixto III se le ocurrió celebrar el nacimiento de Yēšūa, al que los cristianos llaman Jesucristo, Cristo, Jesús de Nazaret o Jesús, simplemente, con una oración a medianoche: ‘mox ut gallus cantaverit’ (al cantar el gallo).  Se escogió tal momento, al ser esta la hora del comienzo del día para los antiguos romanos.  No obstante, despojando de agua bendita a estos rituales, nos encontramos con que la figura del gallo, las muchas luces que se encienden en tan simbólica misa y los banquetes y jolgorios de esta noche tienen mucho que ver con las ‘Saturnales’ (fiestas en honor del dios romano Saturno), en las que los criados y esclavos disfrutaban de los mismos privilegios que sus amos.  Incluso nos podemos remontar más atrás, cuando arcaicas culturas conmemoraban el solsticio de invierno, que tenía lugar en estos días y se caracterizaba por los cultos y fiestas en torno al sol, como elemento necesario para la vida y cuya luz comenzaba a resplandecer con mayor fuerza, al hacerse más largos los días.

Una choza de escobas alberga ‘El Portal de Belén’, en el nacimiento conformado por objetos reciclados.  Edición de 2023. (Foto. F.B.G.)

Antes de la ‘Misa del Gallo’, participábamos en una espléndida y ruralizada cena, a base de productos naturales, ya fueren vegetales o animales.  Se sacrificaba un gallo del corral y se preparaba un guisado con patatas del huerto y con el aceite procedentes de las aceitunas que molturábamos en los rústicos lagares, movidos por el agua de los arroyos.  De primero, lo mismo se servían unas sopas o un estofado de alubias o de ‘chícharis’ (carillas).  Buen vino de pitarra.  De postre, compotas de frutas u otras conservas caseras.  Algún trozo de turrón y algún mazapán, pero sin alardes. Café; aguardiente para los hombres y algún licor de fabricación artesanal para las mujeres.  Nada que ver con los pantagruélicos banquetes del ahora, atiborrados de aromatizantes y colorantes, de acidulantes y edulcorantes, de espesantes y emulsionantes.  A una distancia kilométrica de la cena presentable, nutritiva, saludable y mil veces más barata que los atracones que nos pegamos en estos modernos tiempos.

El pueblo acudía en masa a la ‘Misa del Gallo’.  El reloj de la torre marcaba las doce de la noche.  Nosotros, arrapiezos sonrientes, armados con zambombas fabricadas con tripas del ‘guarrapu’ (cerdo), cantábamos alegres villancicos, aprendidos de nuestros abuelos, al lado del nacimiento.  Acababa la misa y ya estaban los quintos, acompañados por el tamborilero, dispuestos a recorrer las tabernas del lugar.  Tocaban preciosas panderetas, realizadas con piel de perro y adornadas con dibujos, cintas y sonajas.  Andaban toda la noche de ronda, cantando a las puertas de las novias:

‘Esta nochi es Nochigüena                           Esta nochi es Nochigüena

y, en el rondal, bien te cantu.                     y tocu la pandereta.

Ansómati a la tu puerta,                              Cumu sé que no eris múa,

que vea los tus ojus garzus.                         respóndile a la rondeña.

Si no quiés dicil ná,

vaiti a dormil a la jerga,

que aquí me queu de pinoti

a rompel la pandereta.’

(Cantó:  Ulpiano Martín Martín, ‘El Pollu’)

Impresionante nacimiento a base de materiales reciclados, completamente fiel a la tradición, junto a los muros de la ermita del Cristo, en Santibáñez el Bajo.  El esfuerzo de la Asociación de Mujeres “Las Candelas” no ha sido en vano.  (Foto: F.B.G.)

Mudar el tiempo

Cartel anunciador de “El Día del Macho”, a celebrar en la ‘Nochigüena’ del presente año.  Pueblo de Portaje. Otra tradición sacada del pozo del olvido.  ¡Enhorabuena!  (Foto: Organización).

Cambiaron los tiempos y hubo que hacer mudanzas.  La tradición no es estática.  Puede enriquecerse con los años, pero siendo fiel a sus raíces.  Sin embargo, lo que no es de recibo es convertirse en esclavo de la globalización y dejarse arrastrar por la enlatada ¿cultura? navideña procedente del ‘Gran Imperio’ (el país de las barras y las estrellas: EEUU de Norteamérica).  Su publicidad, sus películas y sus músicas están arrasando con nuestras genuinas tradiciones y metiéndonos sus ‘Papás Noeles’ o ‘Santa Claus’ hasta en la sopa. Su consumismo desaforado nos convierte en marionetas de los grandes almacenes.  ¿Qué tienen que ver esos intercambios de regalos en días navideños, sin esperar a que llegue el Día de Reyes?  ¿A qué viene todo ese alocado encendido de luces y esa exuberante ornamentación de calles y balcones? No hay mayor pérdida de identidad como pueblo que despreciar nuestras tradiciones para copiar e importar otras procedentes de culturas muy alejadas de las propias.

Por suerte, parece que empieza a verse algo de cordura y de coherencia en bastantes de las villas, lugares y aldeas que habían tomado derroteros que se alejaban cada vez más del legado de sus antepasados.  Tan solo las demarcaciones geográficas con una identidad fuerte y un mayor nivel cultural han sabido preservar sus acendradas tradiciones.  Esperemos que las asociaciones de amas de casa, ‘Ampas’, corporaciones municipales y otros colectivos, o a nivel individual, rebusquen en sus sustratos tradicionales, no en el carrasposo y carcunda tradicionalismo, y se reconviertan en ellos mismos.  Deben volver los nacimientos de auténtico cuño artesanal, las ‘jogarás’ que espantan la helada y rinden culto al ‘Sol Invictus’, los Magos del Belén, las zambombas y los almireces, las ‘pastoradas’ o ‘pastorelas’, los ‘petitorius’ y aguinaldos, los antiquísimos villancicos… Si no fuere así, ¿qué herencia cultural-tradicional les vamos a dejar a los que vengan detrás de nosotros?

Imagen superior: El auto pastoril y navideño de “Los Pastoris”, una vez rescatado de la memoria colectiva, en el pueblo de Palomero.  ‘Nochigüena’.  Año 2000. (Archivos:  ‘Asociación palomereña’)

Texto de Félix Barroso para su columna A Cuerpo Gentil, las opiniones e imágenes publicadas en esta columna son responsabilidad de su autor

Publicado en diciembre de 2023

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