No sé si ustedes han escuchado alguna vez a alguien próximo, un amigo del barrio, un conocido del pueblo o un compañero de trabajo hablar sobre avistamientos extraños. O ustedes mismos pueden haber tenido una experiencia similar. Formas que se quedan suspendidas por segundos en el cielo o que se desplazan a gran velocidad como destellos que sobrecogen y desconciertan nuestra capacidad de raciocinio. Luces, cilindros, bolas de fuego, triángulos, esferas, rombos, óvalos y también, claro está, platillos volantes (o platillos voladores, como dicen en Hispanoamérica). Que puedan existir otras vidas inteligentes más allá de nuestro planeta azul nos intriga y plantea interrogantes que, a pesar de las nulas evidencias científicas, reciben cada día respuestas que propenden habitualmente a lo pseudocientífico, a lo esotérico, al fraude o al puro entretenimiento. Desde el año 2010, por ejemplo, en el Canal Historia se emite, con una importante cuota de pantalla, la serie Ancient Aliens (Alienígenas Ancestrales, en español) que demuestra la vigencia del relato extraterrestre. El tema interesa y sugestiona a partes iguales. Una búsqueda simple de la palabra OVNI en la sección de libros de Amazon arroja unas cifras que superan el millar de títulos. Podría decirse, por tanto, que existe una cultura ufológica.
Ahora bien, si preguntáramos por ahí por la forma más familiar con que se reconocen estos Objetos Volantes No Identificados es probable que la respuesta objetiva sea la de un “platillo”, es decir, una forma discoidal con alguna especie de habitáculo central. Pero, ¿por qué este diseño? ¿De dónde ha podido salir esta avanzada tecnología alienígena? Si se consulta la base de datos de la NUFORC o National UFO Reporting Center, una institución estadounidense que se dedica a recabar datos sobre avistamientos desde 1980, de ellos solo el 5,7 corresponden a aquellos con forma de “discos voladores”. La AARO, otra oficina que depende del departamento de defensa de Estados Unidos, apenas ha recogido desde el año 1996 observaciones que se ajusten a este patrón. Si esto es así, ¿por qué la visión más extendida corresponde precisamente a la imagen de un “platillo”? ¿En realidad alguien ha visto algo similar surcando las vastas alturas?
Chris Aubeck acaba de publicar Platillos. En busca del origen de los ovnis discoidales -por ahora, solo disponible en Amazon. En él se adentra en estas cuestiones con la tenacidad de un investigador curtido en los insólitos territorios de lo alienígena. No es su primer trabajo sobre el tema, pues ya publicó Wonders in the sky (2010), Ooparts. Objetos fuera de su tiempo (2015) y Artefactos alienígenas (2023), así que lo conoce bien y lo demuestra con un fascinante aporte de datos que en ningún momento saturan al lector, todo lo contrario, ya que la red de referencias y citas que propone está tan bien organizada y secuenciada que ayuda al lego a no perderse en los vericuetos de un fenómeno que se fragua bajo capas y capas de aparente consistencia informativa, histórica y científica. Además, con un interés pedagógico, que agradecemos, ilustra los textos con imágenes, fotografías y recortes periodísticos que verifican la tesis que va desgranando y que lo convierten en un libro entretenido y seriamente documentado.
Aubeck es un antropólogo cultural o un “folclorista”, un estudioso de los mitos de los pueblos especialmente interesado en las construcciones lingüísticas y culturales de las sociedades modernas. Cuenta, en las primeras páginas, que estando en Cádiz durante el pasado verano se topó con un bar que se llamaba Los platillos volantes. Preguntó por tan peculiar nombre y el propietario, con gracia gaditana, le contó que se lo cambiaron en 1955, año en que el carnaval se llenó de chirigotas con nombres como “Los bichitos de luz” y “Los marcianos”. Incluso rescata una copla cuyo final transcribo:
Sigan como hasta ahora,
allá en lo alto de ese planeta,
y si quieren asustarnos,
vamos a decirlo pa que lo sepan,
que si ellos son marcianos, ¡olé!
yo he nacido en la Caleta.
¿Por qué en 1955? Precisamente fue el año en que se produjo quizá el encuentro más mediático de la historia, el de Kelly-Hopkinsville, en Kentucky, que dio lugar a la imagen de los “pequeños hombres verdes”.
Aubeck es un escritor sagaz, un estudioso que desde la simpática anécdota gaditana comienza un viaje ensayístico en el que se hace las preguntas adecuadas, tira de los hilos y logra dar con las pistas pertinentes con las que cada cual podrá juzgar, bajo la certeza de los datos, el fascinante fenómeno OVNI y, en particular, la comparecencia de las formas discoidales. ¿Por qué los avistamientos de los platillos volantes se dieron solo a partir de 1947?¿Y antes? ¿Por qué la historia del platillo volante parece no haber traspasado las fronteras del siglo XXI?¿Es que, acaso, han desaparecido?
El libro que les quiero recomendar en esta breve reseña comienza con la historia de un veterano aviador de Oregon, Kenneth Arnold, y de cómo el pensamiento de una época, las agencias de noticias y los límites de la la tecnología y la comprensión humana, fueron capaces de modular una visión que nació de un símil. Kenneth Arnold lo explicó muchas veces. ¿Pero alguien lo escuchó de veras? Aubeck lo ha hecho pero, además, ha puesto la lupa sobre un fenómeno de muchas caras y un tiempo apasionante. Y lo hace con maestría narrativa. Si nos miramos al espejo es probable que este nos devuelva una imagen de nosotros mismos, pero hay que saber mirar más allá y Aubeck sabe hacerlo, no cabe duda.
Publicado el 13 de noviembre de 2023