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Una de estas tardes (de inquietante calor otoñal) conversaba con una amiga sobre la lectura y el consumo de libros en Extremadura. Ella sabe mucho y no andaba muy optimista. Según el estudio, me comentaba, que publica anualmente la Federación de Gremios de Editores sobre “Hábitos de lectura y compra de libros en España” en el año 2022 nuestra región se situó en la última posición del ranking nacional. Las causas que se alegan para no leer libros eran principalmente la falta de tiempo y la preferencia por otras actividades de ocio, aunque hay quienes comentan sin pudor que simplemente el asunto no les interesa. ¿Qué podría aportarles la lectura? Otros datos que presenta este estudio son la edad y el sexo de los lectores: las chicas más jóvenes leen más; el nivel educativo: a mayor formación más lectores; el soporte preferido: sigue siendo el papel; y la valoración que se hace de las bibliotecas públicas. En esto la nota media de los españoles es muy positiva, de 8,6; es decir, casi un sobresaliente. Aunque nuestros conciudadanos extremeños son un poco críticos con sus bibliotecas habituales y las puntúan por debajo de la media. Un dato preocupante que apunta el estudio es que nuestros mayores leen poco.

La conversación literaria suele ser rica y estimulante, adjetivo quizá un poco pasado de modo pero que resulta bastante expresivo.  Mi amiga y yo hablamos sobre novedades, de autores recién descubiertos, el Nobel, de escritores que ya no están (tristes noticias tristes los fallecimientos de M. Amis, de Kundera o Gala). Divagamos. Detenerse en la calle y charlar sobre libros o cómics y hacerlo con naturalidad como quien habla del tiempo o de fútbol siempre me agrada, a pesar de las altas temperaturas de este octubre irreal. No obstante, viendo la realidad de las estadísticas y pensando, quizá ingenuamente (evalúe esto el lector), que una sociedad lectora es una sociedad informada, crítica y avanzada, los datos desconsuelan un poco y parecen viciar el ambiente con inciertos nubarrones o calima sahariana. Comenta mi amiga, entre otras apreciaciones, que uno de los problemas es el “estrés” de libros y la limitada vida pública de estos que, según su estimación personal, no va más allá de los tres meses. Periodo que comprende el efecto inicial de la publicación, las presentaciones por librerías y bibliotecas y, por último, si hay suerte, la aparición en algún medio de difusión que pueda prolongar el efecto inicial. Un ciclo que deja un reguero de instantáneas en Instagram y que la sociología literaria tendrá que estudiar algún día. Un lector inquieto ciertamente se halla ante la inmensidad y la duda. Estas cosas y otras parecidas reflexionábamos mientras la temperatura se mantenía impasible y consistente hasta que nos hizo dejar la charla para otro día y huir de allí.

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Dándole vueltas a estas ideas, índices lectores, saturación de las librerías, precios, etc., llegué a casa y pensé que para esta reseña podría rescatar un pequeño libro que se encontraba, en su delgadez, bajo una pila de novelas y ensayos. Se trata de Japón desde Extremadura, un librito que fue publicado por la Editora Regional de Extremadura el año pasado. Lo firma Noriko Yamashita que, según leo, preside la asociación Centro Hispano Japonés en Extremadura y se dedica, principalmente, a la enseñanza de la lengua nipona. Lo compré intrigado por la posible mirada que una persona de tan lejanas latitudes pudiera tener sobre nuestra  región. En un mundo globalizado quizás los choques culturales se amortigüen pero Japón aún irradia un magnetismo que aviva nuestra curiosidad. 

El libro está dividido en dos secciones diferenciadas. La primera, ordenada secuencialmente según los meses del año, se titula “Calendario oriental”  y trata de diferentes aspectos de la cultura, la literatura, la religión y la lengua japonesa. La segunda es “Mi vida extremeña”, y en ella la autora narrará cómo conoció Extremadura y por qué se ha quedado a vivir aquí. Es un libro sencillo, del que salimos con una sensación placentera por aquellas cosas que nos ha contado, como si de una charla amena con un amigo se tratase, y porque damos con una voz cálida y a veces inocente que cuenta con sinceridad y humor algunos episodios de su vida. El lector no va a encontrar un análisis sesudo de la Extremadura presente vista desde afuera, sin embargo, a poco que prestemos atención, se desvela una visión personal, entrañable y humanística sobre nuestras ciudades y gente, a la par que nos deja alguna pequeña lección sobre la que meditar. Extraigo del libro este haiku de Ryôta Ôshima y la consiguiente reflexión de Noriko Yamashita:

Este mundo es

igual que el cerezo que cambia

en tres días

Aunque sus flores se marchiten rápidamente después de tres días, saldrán tiernas y preciosas hojas y frutos. Apreciemos este bello y frágil mundo cuidándolo todos juntos porque vivimos en un mundo interesante que nunca va a volver a mostrar el mismo aspecto que vemos en este instante.

Una reflexión intemporal y sabia para un mundo en urgencias.

telecarne Bernal Plasencia

Japón desde Extremadura

Noriko Yamashita

Editora Regional de Extremadura

Texto de Felipe Rodríguez Pérez para PlanVE

Publicado en septiembre de 2023

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