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Aquellas montañas eran unos elefantes tumbados

Llega julio y este se adentra en la vaga complacencia del ocio y en un tiempo que cristaliza afortunado en posibilidades y lecturas. Bajo los chopos de la piscina, enhiestos surtidores de sombra, leo Cuando vuelvan los elefantes, un libro de relatos escritos por Dionisio López y publicado por la Editora Regional de Extremadura. Un libro que recoge cuentos de temática diversa engarzados con maestría narrativa en un todo que describe una condición humana asaltada por la soledad, el miedo, la neurosis, los sueños o esa incógnita de la vida que es la literatura y sus maniobras. Dionisio López, que publicó hace no mucho, en el 2022,  Los nombres de la nieve, RIL Editores, es un excelente poeta que maneja también con habilidad los resortes del cuento contemporáneo, es decir, la intensidad y la concentración, como advertía Cortázar.  

Por impactante me ha sorprendido, entre otros, el titulado Un juego partido, quizás el más ajeno a los paisajes reconocibles en que se mueven los demás personajes y situaciones del libro. La vida violenta que respiran los niños en los países en guerra de África se cuela por la rendija de esta historia que consigue, en su brevedad, que sintamos estupefacción y horror ante una existencia gobernada por el terror. No obstante, como he comentado, los relatos de Dionisio López se sitúan próximos a nuestra cotidianidad: un vecino neurótico, un pasado secreto, un excarcelado que se reencuentra con su compinche, un joven artista rebelde o interesantes juegos de autoficción.

Entre otros quisiera destacar La vida en el aire, un magnífico cuento de personaje que compone un retrato, como una mueca sarcástica, de esta época de hipercomunicación y vacío. En él un político se despierta una mañana sobresaltado sin saber cuál es el asunto alarmante del que todo el mundo habla en las redes y al que le demandan desde las estructuras del partido que dé una respuesta inmediata y sólida. Sin lograr averiguarlo, se desliza por tertulias y entrevistas a lo largo de la jornada cargado con una mochila de respuestas precocinadas que solventarán el trance con descaro retórico. El fingimiento y el griterío de las plataformas digitales se alzan como guías oficiosas de nuestra contemporaneidad. El sentido de este cuento es complejo y afirma uno de los valores de este libro, los distintos planos de lectura que pueden dar satisfacción a lectores exigentes.

Con tono de fábula o de ensoñación se proyectan otras dos historias en cierta manera hermanadas por el poder soterrado de la lectura y los libros, y que paso a esbozar. En la primera de ellas, Historia de una niña contada por un viejo profesor a una niña, un profesor viejo y desaliñado cuenta a sus alumnos cómo en un país “muy lejano y muy desgraciado” el destino de los recién nacidos se encuentra decidido de antemano por un contrato con la Administración Pública, a la que todos sin excepción habrán de entregar su vida a cambio de la seguridad gris y monótona de una vida de funcionario. Solo una niña, una lectora voraz, alejada de esa atmósfera desvitalizada, siente la tristeza de la gente y en un acto de determinación decide cambiarlo todo repartiendo los libros de la inmensa biblioteca de sus padres, conseguida a precio de saldo tras la eliminación de todas la asignaturas de humanidades decretada por el gobierno. Un libro encierra una revolución. Este relato de estirpe fahrenheitiana, si es que se puede decir así, apunta también hacia la descabellada anulación de las asignaturas poco útiles, las de humanidades, con las que con frecuencia flirtea la economía neoliberal. Aviso a navegantes: la distopía nace en un punto real determinado y estalla en un futuro siempre posible. La carga de profundidad que el “viejo” profesor aloja en sus alumnos, cuento dentro del cuento, condensa magistralmente siglos de intentos pedagógicos por traspasar los meros contenidos educativos para activar los mecanismos de la reflexión crítica y la imaginación.

El último relato sobre el que quiero escribirles, y que conecta temáticamente con el anterior, es Sombras perdidas en la niebla. Releyéndolo de nuevo para estas notas se me viene a la cabeza, como un antojo calificativo, la palabra balada, quizá por esa cadencia ensoñadora y melancólica que adivino de fondo en esta narración. Aunque, quizá, sea cosa de este lector. En este cuento se narra una historia de amor fugaz a la que dos personajes, una joven estudiante y un librero de viejo, llegan por  el empeño de ella de hallar los restos de vida (flores secas, dedicatorias, firmas, páginas rotas…) que los lectores pasados fueron depositando en el interior de los libros. Los afanes de la literatura escrita y vivida harán el resto. 

Dionisio López nos ha entregado un libro de cuentos inquietantes y ricos en matices, temáticamente variado y narrativamente diverso, que, como explicaba el sabio Cortázar en Algunos aspectos del cuento, allá por el año 71, cumplen la premisa de trascender espiritualmente los límites de su realidad diegética, de la misma forma que las fotografías de los fotógrafos ilustres pueden hacer explosionar el marco que les impone el “campo abarcado por la cámara”. Extraigo del mismo ensayo del escritor argentino la siguiente cita: “Todo cuento perdurable es como la semilla donde está durmiendo el árbol gigantesco. Ese árbol crecerá entre nosotros, dará su sombra en nuestra memoria.” Así, debajo de los árboles que me dan cobijo del sol de julio, se presiente la sombra de otro árbol gigantesco.

Texto de Felipe Rodríguez Pérez para PlanVE

Publicado el 11 de julio de 2023

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