Tengo la sensación de que somos muchos los que sabíamos que tarde o temprano Raúl Aragoneses acabaría publicando. De entre los primeros, probablemente, Ana Crespo y Marino González, los que han acabado siendo sus editores, que lo conocieron cuando apenas era un chaval que acudía a menudo a su librería para intentar hacerse con un ejemplar de una revista ya mítica que pusieron en marcha en esa época, La luna de Mérida. Quizá ya entonces intuyeran que aquel muchacho tenía madera de escritor. Lo que no sé es si llegarían a imaginarse es que acabarían siendo ellos los primeros en publicarle, entre otras cosas porque vinilo tempore tal vez ni se habían planteado llegar a montar una editorial. Pero la montaron, hace poco que ha cumplido nada menos que treinta años y en ella sacaron hace algunas semanas El infierno comunica, el primer libro de aquel muchacho, una chispeante colección de microrrelatos. En ella podemos encontrar muchas, si no todas las características fundamentales del género, ingenio, acierto verbal, tramas ajustadas al milímetro (unas veces para despertar en el lector sorpresa y otras, para dejarlo inquieto tratando de atisbar el final) e intertextualidad, porque en los relatos de Raúl Aragoneses se intuye su condición de lector fino y voraz, con un buen bagaje de lecturas a la espalda. Por lo demás, el título alude a uno de los motivos que vertebran como conjunto el libro, el del más allá mirado con humor y bocabajo desde el más acá, desde la propia “Nota de los editores” que lo abre como una divertida introducción hasta “Volver a casa” pasando por piezas como “Sin descanso” o “Antiesquela”, entre las que se van desgranando otros sabrosos asuntos, insólitas escenas domésticas como las de “Muro de las lamentaciones” o “Magnetismos”, no menos insólitas historias de amor, como las de “Limoncielo” o “Catástrofe”, reescritura de clásicos como en “Jennicienta” o “Todas las Ítacas”, cuentos en los que el protagonista es una fantasía desatada, como “Campeona del mundo”, “Una historia verdadera” o “El bosque”, y, como es casi de rigor, algún homenaje al propio género, como el que Raúl lleva a cabo “Bendito Monterroso”, relatos todos ellos en los que el autor demuestra su absoluto dominio del género (no en vano ha quedado finalista, no sé si en una o en más ocasiones, de los célebres “Relatos en cadena” de la Cadena SER), su control del lenguaje y de la trama y sus muchas posibilidades como escritor. Volviendo a De la luna libros, hay que señalar también que El infierno comunica culmina casi la colección “Lunas de oriente”, con la que la editorial lleva cartografiando desde 2016, de la A a la Z, la narrativa en nuestra región. Es la segunda experiencia de este tipo que llevan a cabo, después de “Luna de poniente”, en la que hicieron lo mismo con la poesía. Pues en bien, en ambas colecciones, si las primeras letras han estado siempre dedicadas a nombres más o menos consagrados del género, las últimas han servido, en más de una ocasión, para descubrimientos, para centrar el foco en autores que, hasta ese momento, estaban en buena medida al margen del panorama de las letras extremeñas. Ese es el caso de esta flamante Y de Raúl Aragoneses, sobre el que me atrevo a vaticinar que si, a la vuelta de unos años, Marino y Ana, inasequibles como son al desaliento, después de culminar su ambicioso proyecto actual (“La luna del norte”, recién inaugurado con Pilar Galán), se lían la manta a la cabeza y emprenden una nueva panorámica dedicada a la literatura regional, Raúl Aragoneses estará entre la A y la F. De momento ya ha logrado meterse en la final del I Premio Iscariote al mejor libro de microrrelatos. Esperemos que resulte ganador. Seguiremos informando.
El infierno comunica
Raúl Aragoneses
de la luna libros
14,00 euros
Texto de Juan Ramón Santos para su columna Con VE de libro
Publicado el 12 de mayo de 2023