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Casas del Castañar, mucho más que cerezos (con y sin flor)

El 30 de marzo de 2023 realicé una visita especial al valle del Jerte. Había quedado para comer en Cabezuela con mi compañero Juan Pedro Recio, guía-historiador y cronista oficial de Tornavacas, para departir sobre historia y patrimonio de este paraíso extremeño. Como disponía de toda la mañana libre, decidí ir a conocer uno de los pocos pueblos valxeritenses que todavía no había visitado: Casas del Castañar.

Sabía que los cerezos ya estaban en flor, pero, aun así, conforme comencé a subir por la carretera que me dirigía a la Sierra de San Bernabé, me invadió la indescriptible sensación de estar subiendo al cielo, rodeado por un impoluto manto blanco. Cuando llegué al pueblo -de unos 600 habitantes-, volví a mi ser y me dirigí al ayuntamiento, donde una trabajadora ya estaba al tanto de mi llegada para abrirme el Museo Sayans, cuya visita había solicitado un par de días antes.

Iglesia en Casas del Castañar

La sorpresa fue muy grata, no me esperaba tan buenas instalaciones. Cierto es que la musealización necesita de una más precisa señalética y algún audiovisual que facilite el conocimiento de la biografía del Doctor Sayans y su aporte a los estudios históricos y etnográficos del valle del Jerte y de Plasencia. Fue Marcelino Sayans (1910-2001), médico, amante de su tierra y sabio de sus tradiciones y costumbres y nos legó obras pioneras sobre la historia de la Alta Extremadura, sobre el médico placentino Luis de Toro o sobre el Jarramplas, entre otras. El museo conserva piezas arqueológicas de enorme interés. A él se debe un primer reconocimiento y esbozo del “castro” de Riscos de Villavieja -también conocido como “Plasencia la Vieja”-, uno de los pocos asentamientos prerromanos valxeritenses.

Casas del Castañar no es, a priori, uno de los pueblos más visitados del Jerte. Sin embargo, nos atrevemos a afirmar sin ningún género de dudas que se trata, en efecto, del lugar en el que mejor puede entenderse la evolución histórica del valle. A los Riscos de Villavieja (que ojalá algún día sea objeto de estudio académico) se unen los restos del poblado de Asperillas, aldea medieval que perduró hasta inicios de la Edad Contemporánea y, de alguna forma, germen de Casas del Castañar. No hay que olvidar que al otro lado de la Sierra de San Bernabé, en el término municipal de Barrado, se encontró una pizarra visigoda que nos pone sobre aviso de la continuidad de poblamiento en esta zona durante la tardoantigüedad.

Cerezos en flor y el Valle del Jerte desde Casas del Castañar
Inscripciones en la iglesia de Casas del Castañar

La advocación parroquial de Asperillas fue la de Nuestra Señora de la Asunción -muy común en toda la ribera del Jerte, mientras que en Casas del Castañar lo es San Juan Bautista, santo éste de mucho arraigo en pueblos altoextremeños de sierra pero cuya tradición festiva se ha ido perdiendo en las últimas décadas. La iglesia casareña es sencilla, pero guarda curiosas inscripciones con menciones a terremotos del pasado. Y luego está la arquitectura popular, uno de los mejores ejemplos de todo el valle. La distribución de los edificios en tres plantas, el entramado de madera de castaño de sus pisos superiores, sus balcones corridos o los voladizos que conforman bucólicos callejones, mantienen la autenticidad del pueblo. Recoletas plazas y abiertos miradores al paisaje infinito del valle completan la extraordinaria estampa casareña.

Calle de La Gila en Casas del Castañar

Pero la cosa no acaba ahí. En el entorno propicio al paseo de montaña se descubren hasta cinco castaños declarados como “Árboles singulares de Extremadura” o sorpresas artísticas como el Espacio Morán de Arte Contemporáneo (EMAC). Este último se encuentra lamentablemente cerrado desde hace ya varios años, pero nos habla de la inquietud cultural de las gentes de esta zona. De hecho, nos consta que el Museo Sayans se reformulará muy pronto en un espacio museístico biocultural que capte toda la esencia patrimonial del pueblo, la histórica y arquitectónica junto con la riqueza humana y natural.

No todo es cerezo y cereza en este rincón extremeño. Los mismos topónimos de Castañar y Cabrero nos dan las pistas por las que también hay que apostar en esta parte de la sierra. Los recursos culturales de Casas del Castañar son innumerables, solo hay que proyectar sin miradas cortoplacistas, respetar la ecología y la tradición y evitar querer morir de éxito. Estoy seguro de que en los próximos años se hablará mucho de este pueblo. Yo he quedado enamorado, así se lo transmití a mi gran amigo el cronista tornavaqueño en nuestra comida en Cabezuela y ya estamos pensando en aportar nuestro granito de arena en Casas del Castañar.

Texto y fotos de Juan Rebollo Bote

Lusitaniae Guías-Historiadores

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