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El tlacuache, una novela gráfica mejicana

Un tlacuache es una zarigüeya. La zarigüeya tiene la habilidad de fingir su muerte si presiente una amenaza. A esta adaptación se le conoce como inmovilidad tónica y podría entenderse desde un punto de vista humano como una “interpretación”. La historia que presenta el mejicano Emmanuel Peña, que ha merecido el premio Aristas de Novela Gráfica PANG en 2021, trata de eso, de una actuación o de un fingimiento. El protagonista va a usar sus dotes como actor vocacional pero fracasado a fin de captar clientes para una agencia de seguros con la que comenzará a trabajar tras una decepcionante búsqueda de empleo y varios descalabros vitales. Explotará su talento simulando repentinos ataques epilépticos con la intención de ablandar la voluntad de sus víctimas, principalmente mujeres y ancianos. Pronto se descubrirá su artimaña, que él piensa fructuosa, cuando las parejas o familiares de los afectados acudan a denunciar la treta y rechacen la póliza. Sin embargo, los acontecimientos dan un golpe de timón, pues en lugar de perder el trabajo, su jefe, a la sombra de unos oscuros empresarios, le pone un pupilo que quiere precisamente saber cómo lo hace, cuál es el secreto. Y no el secreto de que consiga firmar tantas pólizas, sino el verdadero secreto, aquel por el que se las rechazan. No procede destapar el final del argumento, no quisiera, porque Emmanuel Peña nos ha entregado una historia de picaresca cotidiana donde los personajes en el teatro del mundo se convierten en marionetas al servicio de intereses depredadores, y le toca al lector interpretar quiénes son los vencedores y quiénes son los perdedores, si es que los hubiera.

El personaje principal, un sin nombre, un actor sin éxito, es una mera silueta blanca, una sombra pálida dibujada con un trazo muy fino que, a veces, parece simplemente superpuesto en las viñetas, como una adición que deambula por un colorido paisaje urbano de calles, locales, fondas, casas, oficinas, etc., que son el reflejo material de la vida. El personaje es un hombre solo, fracasado en su intento de convertirse en actor reconocido, que anhela interpretar una obra que urdió junto a un compañero de celda con el que pasó un tiempo pero que apenas consigue un oficio de subsistencia, vendedor de inmuebles y seguros. Se trata del envés del éxito que preconiza nuestra sociedad liberal y consumista.

Se trata del envés del éxito que preconiza nuestra sociedad liberal y consumista.

El protagonista se mueve llevado por un monólogo obsesivo, una estrategia íntima que le permite enfrentarse a la hostilidad del ambiente y que rechaza, de una u otra forma, ser parte de las escuadras que constituyen aquellos que creen en el trabajo ciego como un camino seguro al éxito económico, esa sociedad del cansancio y la extenuación, que cada día exige voluntariamente más de sí misma, de la que nos habla en sus ensayos el filósofo Byung-Chul Han. Él, la sombra blanca, es el vacío, el reverso del triunfo. Solo el compromiso con el arte como forma de vida logra, aunque mediante la trampa o fingimiento, la motivación suficiente para resistir y evitar el suicidio, como comenta en una escena. Y es aquí donde vuelve a ganar significación el título, el tlacuache, porque el fracaso es la muerte en vida, pero una muerte falsa, transitoria, que no acaba con el personajes sino que como al marsupial le exhorta a levantarse y continuar, atrapado en las tablas de un teatro cínico e implacable.

La ciudad es la otra protagonista de esta excelente novela gráfica, una edición paralela entre la Editora Regional de Extremadura y Aristas Martínez. Una ciudad que se exhibe, que se muestra reconocible y habitable, que enseña sin pudor sus recovecos, sus coches, su paisanaje, sus instalaciones eléctricas, sus edificios singulares, sus grafitis, sus señales de tráfico e indicadores como una entidad incontrovertible, dinámica e inabarcable. La ciudad no es solo trasfondo sino un personaje coral y complementario en esta historia. Es madre, seno por el que transitan las criaturas pero también es un ente gigantesco, hostil y desalmado que puede acabar por devorar sueños y expectativas.

No obstante la geografía urbana de El tlacuache, tintada con una técnica de acuarela, no es una geografía oscura, con afeites morales, sino que es una geografía colorida y reconocible, de tal forma que podría afirmarse que Peña ilustra con empatía un terreno conocido y apreciado. Son los personajes, sin embargo, llevados con frecuencia por motivaciones aviesas o por problemas diversos, los que poseen un rostro deformado o esquematizado.

Esta obra, de cuidado guion y esmerada literatura, resulta una metáfora inquietante en la que el lector puede presenciar a través de la antiépica de un individuo, retratado como una sombra pálida, un cualquiera, un hombre sin atributos, las accidentadas causas que determinan la vida en una ciudad ciclópea en la que se acomodan los tentáculos de la corrupción. Shakespeare escribió que “todo el mundo es un escenario, y todos, hombres y mujeres, son meros actores”. Emmanuel Peña delinea su propuesta sobre el adagio del artista isabelino. El personaje, como la zarigüeya, carga con un marsupio, una bolsa donde lleva las pertenencias más imprescindibles, siempre preparada para marcharse. Otra advertencia: sic transit gloria mundi.

Peña, Emmanuel: El tlacuache. Editora Regional de Extremadura. Mérida. 2022

Texto de Felipe Rodríguez Pérez para PlanVE

Publicado el 28 de febrero de 2023

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