
Aflojó sus riendas la pandemia y, después de dos años de enclaustramiento monástico, volvemos a las andadas. Se van acortando los días y nos dirigimos al mes más sombrío del año, cuando los rituales en torno a las ánimas se manifiestan de manera más palpable. Dice el viejo refrán de por estas bravías sierras que ‘Pol los Santus, la nievi en los altus y, pol San Andrés, hasta los pies’. Pero dicen los viejos que “de antis nevaba más c,agora, que cuasi ni pol San Andrés, que cai a úrtimus de noviembre, ansoma la nievi pol las nuestras sierras”. Nieve, haga sol o chucee agua a cántaros, los rituales en torno a ‘La Carvochá’ y ‘La Chicharrona’ se celebrarán el próximo día 29 de octubre en la alquería jurdana de El Mesegal.

Para adentrarse e interiorizar estos rituales, convertidos en toda una explosión festiva, es preciso incursionar por el mundo de las creencias y cosmovisiones de los antiguos jurdanos. Tiempos en que se soñaban y, en cierto modo, convivían con sus ánimas. Pero ellos sabían muy bien distinguir entre las buenas ánimas y las ‘Malsánimas’ (algo así como ‘malas ánimas’, pero no del todo). Estas últimas, que para nuestra mentalidad racionalista son muertos, auténtica fiambre, seguían, según las antañonas creencias de la zona, de alguna manera vivos. Y, como tales, en tal estado estaban hasta que las ‘Fusfuriñas’, especies de hadas o seres feéricos que procuraban que el finado tuviera un fin glorioso, se llevaban ‘su aliento’, o sea, su alma, o, en palabras de los más ancianos, la ‘juncia de la vida’. Pero si las ‘Fusfuriñas’ no acudían en su socorro, entonces era ‘La Malgüestria’ o ‘La Genti de Muerti’ la que se llevaban el alma al desierto del ‘Tenebrón’, donde tenían que penar dando grandes alaridos y que formaban parte de los cortejos escandalosos, que recorrían cielo, tierra y mar en las oscuras noches tormentosas o cuando se escapaban los vientos huracanados de ‘El Pozairón de la Gineta’.

Los jurdanos de otras épocas sabían que, cuando los ganados bajaban de las majadas a los corrales del pueblo, con los primeros fríos del otoño, también llegaban las ánimas a sus pueblos, buscando calentarse por las noches en los rescoldos de la lumbre del hogar. Preciso era festejarlas por todo lo alto. Por ello, en los rituales que se llevaban a cabo en las antiguas eras de lancha, donde se trillaban el centeno y el mijo, se creía que un pariente fallecido, se encontraba, como representante de los muertos de la familia, también ese día en la era. De aquí que hubiera que comer, beber, cantar, bailar, ‘rejinchal’, ‘jijeal’ y ‘acuqueal’ (sonoros gritos guturales que manifestaban el regocijo y, a su vez, se impregnaban de carácter retador y bélico, no exentos algunos de cierta complicidad sensual y sexual). Ya se perdió el rito de ‘El Retozu’, cuando los mozos y mozas, ya anochecido, practicaban el juego del ‘escondichi’, en el que los varones gozaban de permiso para acariciar y estrujar suavemente los pechos de las hembras, y estas los testículos de ellos. Rito totalmente asumido por la comunidad pastoril y que tiene mucha miga antropológica.
La fiesta de hogaño
Al igual que, en otras ediciones del festejo, los rituales darán comienzo cuando el sol vaya tomando fuerza y las vecinas de El Mesegal repartan el café, el aguardiente y los ‘matajambris’ (dulce tradicional de Las Hurdes). Los tamborileros irán poniendo a puntos sus gaitas y tamboriles y, no tardando, comienza el pasacalle que se encamina hacia las afueras del pueblo, con el fin de recibir a ‘La Chicharrona’, legendario personaje que baja de las montañas y trae la licencia para que la gente pueda comenzar la matanza del cochino, “gurrinu”, “guarrapu”, “lichón” y otros nombres que recibe el cerdo en la zona, dependiendo de los valles y concejos. La ‘Chicharrona’ es recibida con gran alborozo y se le entonan cantares alusivos. Continúa el cortejo por las retorcidas calles de la parte antigua. El ‘Animeru de las Castañas’ lanza puñados de castañas al aire, al grito de ‘¡Pa las Ánimas Benditas!’. No dejan de sonar los tamboriles, panderetas, castañuelas y otro sinfín de instrumentos pastoriles. En un momento determinado, el ‘Zajuril’ (personaje muy respetado dentro del mundo tradicional jurdano) bendice los campos. Continúa la marcha y llega a la era de lanchas, donde el personal hará corro en torno a la ‘Jogará de las Ánimas’. El ‘Zajuril’con sus correspondientes sacristanes, procederá a conjurar los males del año venidero, arrojando unas castañas, unas migas de pan, un mechón de pelos de una cabra y un chorro de vino sobre la hoguera, a la vez que se recitan los ensalmos y conjuros correspondientes. Se sucederán otra serie de rituales: aparición de ‘El Chicharrón’ (que viene a ser el espíritu del bosque; con características de los faunos y los sátiros). Después que este silvano personaje corteje y conquiste a ‘La Chicharrona’, se iniciará la ‘Pruseción del Pan de las Ánimas’, en cuyo honor se danzará un ‘Ramu de Ánimas’. Ante ‘El Tendal de las Ánimas’, todos los rapsodas y ‘cantaoris’ que lo deseen podrán recitar o cantar viejos romances y otras coplas en recuerdo de las ánimas.

El corru de ánimas

Tras la correspondiente ‘Cata de las Polientas’ (llámase ‘polienta’ al vino realizado de forma artesanal en la propia casa; lo que, en el resto de Extremadura, se denomina ‘pitarra’), comienza el comadreo y compadreo hasta que los toques de cencerros avisen para comer. Comida de hermandad en la espaciosa nave para los compañeros de ‘La Corrobra-Estampas Jurdanas’, vecinos del pueblo que han colaborado en los rituales y otros allegados e invitados, con suficientes méritos contraídos para participar en el ágape. Acabando los postres, a fin de mantener el pulso de la tradición romancística de Las Hurdes (todo un oasis dentro del Romancero Hispánico), miembros de ‘La Corrobra’ y los que se ofrezcan voluntarios, desgranarán antiquísimos romances y otros cantos pastoriles de tradición oral, acompañados por panderetas y otros instrumentos tradicionales.
Al caer el día, o ‘al pardagueal’, como dicen por la tierra, se formará el correspondiente ‘Corru de las Ánimas’, en torno a la vieja era de lanchas. Saldrá a escena el ‘Entignaol’ o ‘Tizoneru’, que signará a todos los presentes con el ‘tizu’ en la cara. Los que no se dejen ya saben que quedan expuestos a las malas artes de las ‘Malsánimas’, ‘La Malgüestria’ o ‘La Canduela’, espeluznantes personajes o cortejos con los que se puede topar cualquier noche invernal, bajo la intensa niebla. En este ritual, se recuerdan, uno por uno, a todos los compañeros que formaron parte de ‘La Corrobra’ y cayeron en su lucha por la vida. Acto seguido, en un pasacalle heteredoxo y salido de madre, comenzará la ‘Corría de los Campanillus’, cuando los integrantes de ‘La Corrobra’, a paso de trote, irán zarandeando los cencerros. Harán varias estaciones y, al grito de ‘Juse, juse, juse! / ¡Las Malsánimas pal Tenebrón! ¡Quiéralu Santa María! / ¡Quiéralu Nuestro Señor! ¡Juse, juse, juse!, intentarán espantar a espantos y seres maléficos de todo espacio sacro en donde se han celebrado los rituales. Al poco, una vez que la noche tienda su azabache manto, ya estarán a punto la ‘borrajá de patatas’ y las parrilladas de asados, bien regadas por los caldos de la tierra, para todos aquellos que asistieron a los rituales de la jornada. Se cerrará el festejo con ‘La Carvochá’ propiamente dicha; o lo que es lo mismo: el asado de las castañas. ¡Y hasta el año que viene!

Foto superior: El ‘Corru de Ánimas’ circunvalando el ‘Tendal de las Ánimas’. En este ritual se recuerda, uno por uno, a los compañeros de la ‘Corrobra Estampas Jurdanas’ que cayeron en la lucha por la vida, y se lanzan viejos cantos animeros, acompañados por diferentes instrumentos pastoriles.
Nota del autor: Todas las fotos pertenecen a los archivos de los compañeros Vicente Martín Martín y José María Domínguez Moreno.
Texto de Félix Barroso para su columna A Cuerpo Gentil, las opiniones e imágenes publicadas en esta columna son responsabilidad de su autor
Publicado el 25 de octubre de 2022