
Uno de estos días pasados me sorprendió un reportaje en la televisión pública (la TV 2, ignoro por qué no se transmite este tipo de informaciones por la TV 1) sobre este tema algo manido pero siempre requerido y poco considerado, del cuidado del medio ambiente, referido en este caso a California (EE.UU).
El reportero desmenuzaba, sin embrollos y en un lenguaje llano, distintos aspectos del pueblo americano a este respecto y la cultura y respeto que anida en la preocupación y responsabilidad del citado pueblo americano por el medio ambiente, en contra los distintos tipos de contaminación existentes:
Contaminación orgánica, los microorganismos patógenos en el agua que llegan a través del aire (monóxido de carbono), Contaminación del agua (ríos, lagos y mar) debido al vertido de aguas residuales, plásticos, etc. Contaminación de tierra (productos químicos que se filtran (petróleo, metales pesados, herbicidas y plaguicidas), Contaminación de basuras (vertederos aguas grises, residuos industriales o agrícolas) que arrastradas por el viento o por el agua contaminan la tierra o los ríos. Contaminación acústica: los ruidos de los vehículos, motores, obras, aviones y etc, que circulan por la ciudad, así como ladridos de perros enjaulados en piaras para la caza, maquinarias agrícolas y etcétera que molestan a la acústica. Contaminación lumínica (luces de edificios, vehículos o farolas) que impiden en las grandes ciudades ver las estrellas.
Hace años, bastantes años, en mi estancia por los EE.UU, dentro del desierto de Arizona, al finalizar un picnic se me ocurrió lanzar al campo una lata de coca-cola. La reacción de mi pareja americana fue contundente; buscó la lata y la guardó en el coche para tirarla a la papelera consiguiente. Y yo aprendí la lección. Eran otros tiempos pero ya en aquellos años se contemplaba el respeto por el medio ambiente, como se continúa haciendo ahora en cualquiera de los campos de la contaminación, como demostró la consiguiente encuesta; y pongo como ejemplo la utilización de las bicicletas y patines eléctricos frente a la polución de vehículos, el control de la contaminación, la gestión ambiental, etc. un tratado amplio que, aparte de los congresos, protocolos, convenciones y etcétera, ha de arrancar de la aportación del ciudadano, del terrícola, respetuoso con el planeta.
Cuando el reportero preguntó al guardabosques californiano, en medio de un paisaje maravilloso, qué tal vivía, contestó: “Soy un privilegiado por trabajar y vivir en este paraíso”, un paraíso que estaba lejos de la contaminación de la ciudad, arropado por el silencio y la paz del campo, entre el rumor de los arroyos, sin ladridos de jaurías de perros encerrados o bulla alguna, respirando la pureza del aire y contemplando a placer las estrellas,
Y se me ocurrió la reflexión de que en este norte de Extremadura somos también privilegiados por vivir la paz y serenidad de este otro paraíso, al margen de cuanto esto conlleva de salud, mientras sentimos el latido de la naturaleza, aunque aún nos quede camino por recorrer.
El futuro está en nuestras manos. Arrodillémonos, como privilegiados, respetemos, cuidemos y besemos la tierra madre, nuestro planeta y nuestro futuro.
Texto de José Vicente Serradilla Muñoz para su columna Bitácora Verata
Publicado en julio de 2022