Hace no mucho tiempo, hablando con un amigo, comentábamos que, a pesar de las novelas, las series y las películas, y a pesar de haber estudiado el Comunismo en las clases de Historia e incluso, un poco, en las de Filosofía, en realidad no sabíamos cómo era la vida en un país comunista. Nos referíamos a los detalles cotidianos, a si uno compraba el pan donde le daba la gana, a dónde estudiaba, a cómo conseguías una vivienda o un trabajo o a quién te pagaba el sueldo, ese tipo de pormenores que, probablemente, acaban condicionando tu existencia más que el régimen político de tu país, que cuál sea la organización del mismo y la forma de elegir y controlar al poder público, detalles que tampoco la ficción (novelas, películas, series) había conseguido aclararnos, pues, aunque abordase las cosas desde abajo, a pie de calle, a menudo sacrifica esas menudencias para alimentar y mantener la intensidad de la trama.
Cuento todo esto porque, igual que es difícil imaginar cómo vivía –o, mejor dicho, cómo vive– la gente corriente en un país comunista, es complicado hacerse una idea de cuál es la vida cotidiana en un lugar como Jerusalén en el que se mezclan varias religiones, con diversas y no siempre pacíficas subvariantes dentro de cada una, y en el que, junto a todo lo que tiene que ver con la fe, hay un enrevesado conflicto político entre dos naciones, judíos y palestinos, que hace que las fronteras entre los dos estados –si es que es posible hablar de Palestina como un estado– sean permeables y que fluyan tan sólo en un sentido, en el que le interesa al país más fuerte, que parece dedicarse, hipócrita y sibilinamente, a fagocitar al otro. Pues bien, eso que la Historia, la Literatura, el Cine o la Televisión (hace no demasiado vi la serie Shtisel, que te asoma un poco a barrios como Geula y la vida cotidiana de los ultraortodoxos judíos, pero no te aclara mucho más) no logran hacer del todo, lo consigue el cómic, lo logra Guy Delisle en su novela gráfica Crónicas de Jerusalén.
El dibujante pasa un año en Jerusalén, donde es destinada su mujer, administrativo de Médicos sin Fronteras, y, aparte de intentar sacar adelante algún proyecto artístico, se encarga de la compra o de llevar a los niños al colegio, y se dedica a tomar apuntes de dibujo, a dar algunas charlas y talleres, a, de vez en cuando, divertirse, y, en todo momento, a intentar comprender el lugar caótico y contradictorio en el que se encuentra. No sé si lo consigue del todo, pero sí que consigue, con sus dibujos –mucho más sofisticados de lo que pueda parecer a simple vista–, que nos hagamos una idea de cómo es, en un lugar así, el día a día, un lugar donde, para unos, el día sagrado de la semana es el viernes, para otros el sábado, para otros el domingo, donde la guardería cristiana descansa unos días, la judía, otros, la musulmana otros diferentes, y donde, a veces, para llegar a un lugar que está a dos kilómetros, tienes que dar un enorme rodeo atravesando fronteras y check-points. Guy Delisle se sienta, observa, dibuja, conversa con locales y expatriados, con soldados, sacerdotes y trabajadores de ONGs, intenta entender un poco todo aquello y nos cuenta cosas tan indignantes como que, en su propio territorio, los palestinos sean insultados y atacados por colonos israelíes, tan interesantes como que la prensa israelí sea mucho más crítica con su gobierno y con muchas de las decisiones relativas a Palestina y los palestinos que la de nuestros países, o tan esperanzadoras como que, en operaciones conjuntas que duran varios días, soldados israelíes y palestinos, después de mantener al principio las distancias, acaben charlando amigablemente.
Crónicas de Jerusalén es, pues, una manera estupenda de pasar un año desde casa en Jerusalén y de asomarnos a esa realidad tan compleja, tan turbia, que quizá los medios de comunicación, más de una vez, prefieran enturbiar aún más. A mí, desde luego, me ha dejado con las ganas de releer las Crónicas birmanas, del mismo autor, y de hacerme, para dar un paseo por Corea del Norte con su Pyongyang.
Crónicas de Jerusalén
Guy Delisle
Astiberri
26 euros
Publicado el 1 de julio de 2022