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Santibáñez el Bajo celebra su romería dedicada a San Albín

Posiblemente, más de dos vecinos de la localidad de Santibáñez el Bajo, en la comarca de Tierras de Granadilla, se extrañen al leer el titular de esta crónica.  Pero no tienen por qué hacerlo.  La romería que, desde 1984 se viene celebrando en la dehesa boyal y comunal, es el fruto del proyecto que el que suscribe estas líneas presentó a la corporación municipal, presidida por Eloy Gutiérrez Montero, y que fue aprobado por mayoría absoluta.  En tal proyecto, se contemplaba el rescate de la antigua romería de San Albín, de la que quedan rastros en los archivos parroquiales y un nebuloso recuerdo, adquirido por transmisión oral, en la memoria de los más mayores de la localidad.

Lienzo de una las paredes de la antigua ermita de San Albín.  (Foto: F.B.G.)
Bebiendo con buen arte.  ¡La romería es la romería!  (Foto: Archivos romería)

La imagen de este santo, uno de los más raros dentro del mundo hagiográfico, se encontraba abandonada y escondida en un hueco detrás del altar del Sagrado Corazón, como bien nos indicó el sacerdote, hijo de Santibáñez el Bajo y buen amigo nuestro, don Fausto Sánchez Dosado, ya fallecido.  La talla, de pequeño tamaño, nos muestra a un santo que gasta un gorro al modo de mitra y sostiene en una de sus manos un racimo de uvas.  Su antigüedad salta a la vista.  Curiosamente, este santo tenía su ermita, de la que todavía se conserva un lienzo de uno de sus muros, en los parajes de San Albín-Lah Víñah.  Oímos contar que el santo era tenido como el guardián de las viñas, muy abundantes en tiempos en estos minifundios demoninados genálih.  De hecho, solo se podía acceder a los viñedos por los llamados portílluh de lah víñah.  Tenían su propio guarda y los cultivos en esta área, donde la división de la propiedad formó todo un paisaje de miniparcelas de buena materia orgánica que contaban con antañones y artesanales sistemas de drenado, estaban sujetos a ciertas normativas marcadas por las leyes consuetudinarias.

Una ‘corrobla’ romeriega, acampada baja las encinas, robles y alcornoques de la dehesa boyal y comunal.  (Foto: Familia: Pescador-Montero)

Ara funeraria

El mozo santibañejo exhibe el gallo que ha conseguido en uno de los juegos populares.  Que nadie piense que se maltrata al animal.  ¡Faltaría más! (Foto: F.B.G.)

El lugar que ocupaba la ermita y un amplio entorno se erige en toda una zona arqueológica, correspondiente a un asentamiento rural romano y que alcanza épocas tardoantiguas.  Los fragmentos cerámicos y otro material latericio aparecen con frecuencia al ser labrados los terrenos.  Lamentablemente, los piteros o individuos que se dedican a saquear los yacimientos arqueológicos lo tienen minado, como ocurre en otras muchas zonas.  No es extraño que la ermita de San Albín fuese un antiguo templete romano, tal vez relacionado con el dios Mitra, traído y llevado por las legiones romanas de un lado a otro, confluyendo en él elementos solares, táuricos y vinícolas.  Hace unos años, en una de las labores de arada, apareció un ara funeraria de mármol.  En el epitafio de la cartela, en letras latinas, se puede leer claramente el antropónimo Alvinus, lo que le emparenta sustancialmente con el nombre del santo.  Pero profundizar en todo ello es más propio de una tesis que de una crónica que trata sobre una romería popular.  El caso es que los vecinos, debido a ciertos enjuagues, se quedaron sin tal vestigio histórico, que, sacado fuera de su contexto, emigró al Museo Provincial, cuando su sitio debería haber sido, como se ha hecho en otras partes, alguna dependencia municipal, dentro de su vitrina de cristal y con su correspondiente leyenda.

Se arruinó la ermita de San Albín por rocambolescas circunstancias y las tierras comunales que la rodeaban se dividieron en lotes y fueron subastadas.  Años más tarde, se instauró una seudorromería, en torno a la ermita del Cristo de la Paz, en la que se instaba a los vecinos a acudir a misa, pero, luego, a costa de las arcas públicas, eran las fuerzas vivas del lugar y otros arrimados (alcalde, concejales, cura párroco, maestros, médico practicante, juez de paz, guardia civil…) los que participaban en toda una comilona (mucho cabrito y buen vino de cosecha) y jarana que duraba todo el día.  El resto del pueblo se quedaban solamente con el olor de los guisos.

Fernanda García Rodríguez, en su papel de concejala de Festejos (anterior legislatura), micro en mano, dirige diferentes actividades. (Foto: F.B.G.)
Saúl Barroso Azabal, el joven tamborilero de Santibáñez el Bajo (Foto: ‘El Retratista’)

Bajo el epígrafe de Romería Popular, como expusimos más arriba, echó a andar esta fiesta, dentro del incomparable marco de la dehesa boyal y comunal, haciendo la deshabitada Casa del Guarda de ermita provisional.  Pero el gran chasco y el tremendo rebote que se llevaron los vecinos fue al ver salir por las puertas de la iglesia parroquial las andas que transportaba una talla moderna de la virgen de Fátima, sin ninguna tradición en el pueblo ni veneración conocida.  El cura párroco y su guardia pretoriana de beatas engañaron al pueblo y le sirvieron gato por liebre.  Como la ignorancia es muy atrevida y hay quien piensa que lo moderno viste mejor que lo antiguo, pues se perpetró este atentado contra la tradición y el patrimonio inmaterial de la localidad y nadie se ha encargado, hasta la fecha de enmendarlo.  Se perdió una gran oportunidad de haberse convertido la fiesta en una de las romerías con mayor solera de toda Extremadura, certificada por el arcaísmo y singularidad de la imagen procesionada.  En el proyecto, se hacía constar que dicha imagen se entronizaría en un carro tirado por bueyes o caballerías, que cubriría el itinerario de la iglesia a la Casa del Guarda, escoltada por tamborileros y paisanos vestidos con sus indumentarias tradicionales.  Así mismo, la jornada romeriega estaría jalonada por antiguos juegos de tradición pastoril (el calvu, la jinca, el corchu mieleru, el tiru de la barra, la lucha con garrote, etc.).  También incluía el proyecto la cata y concurso de vinos de pitarra locales y de frutas de sartén o dulces tradicionales.   Estamos seguros que de haberse llevado a buen puerto todos los puntos contemplados en el proyecto, hoy esta romería tendría el título de Fiesta de Interés Turístico Regional.

El tractor con la virgen que se encaramó encima de San Albín, saltando por encima de la comunidad de vecinos.  (Foto: Archivos romería).

Programa

Después de dos años en que la pandemia impidió cualquier tipo de acto festivo multitudinario, vuelve la romería a congregar a los vecinos y forasteros que se acerquen a la dehesa boyal y comunal el próximo sábado, día 30 de abril.  Sobre las 9 de la mañana, comenzaran a repartirse los dulces y el aguardiente, a cargo del Ayuntamiento.  Dos horas más tarde, saldrá la procesión de la advenediza virgen de Fátima.  Después de la misa de campaña, sangría y perrunillas.  Más tarde, se irán sucediendo juegos tradicionales, el ascenso a la cucaña y otros variopintos entretenimientos; todo ello bajo los acordes y los ecos de la charanga.  No faltará a la cita el tamborilero del lugar, el joven Saúl Barroso Azabal, que acompañará a la procesión y amenizará, con los ancestrales toques de la flauta y el tamboril, el resto de la jornada.  Menester es que siempre esté presente en estas fiestas la figura del tamborilero, pues bien dice el antiguo refrán que romería sin tamboril, ni tiene principio ni tiene fin; o aquel otro, más al estilo de la tierra: Dil de romería y n,oyil al tamborileru, eh cumu comel olla sin chorizu en el pucheru.

Posando ante la cámara, sin que se caiga el vaso de la mano. (Foto: F.B.G.)

Imagen superior: Grupo de tamborileros animando el cotarro.  (Foto: F.B.G.)

Texto de Félix Barroso para su columna A Cuerpo Gentil, las opiniones e imágenes publicadas en esta columna son responsabilidad de su auto

Publicado el 27 de abril de 2022

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