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La sustancia de los días

Dice la nota de biográfica de Diario de un editor con perro, de Julián Rodríguez, editado por Martín López Vega y publicado en la colección “La Gaveta” de la Editora Regional de Extremadura, que Julián “fue editor, galerista y diseñador gráfico, pero sobre todo escritor”. No estoy tan seguro. Desde luego que fue escritor, y un muy buen escritor, pero si por algo –al menos, a mi parecer– de verdad destacó fue por ser eso que, a falta de un término mejor, menos técnico y más hermoso, venimos llamando prescriptor de lectura, aunque la labor de prescribir en su caso no se limitara, ni mucho menos, a los libros. A lo que me refiero es a que, con los libros que escribió, y con los que publicó en Periférica o Errata Naturae, e incluso con sus comentarios en redes sociales, lo que hizo Julián Rodríguez –que parecía haberlo leído todo, haberlo visto todo, haberlo escuchado todo– fue abrirnos una y otra vez los ojos a escritores, músicos o artistas plásticos interesantes en los que tal vez no habíamos reparado, sugiriéndonos nuevos caminos, algo que no deja de hacer tampoco en las entradas de este diario, que fue publicando en tiempo real en Facebook y que ahora se recogen de manera póstuma en forma de libro o, como advierte la nota de contraportada, “como el capítulo de un libro hipotético”. Un capítulo que se centra en la vida de ese editor con perro en su casa de la sierra, a la que se escapaba, sobre todo, los fines de semana. Por eso lo que abundan son paseos con Zama, su perra, por el monte, conversaciones con algún vecino del lugar o unas páginas de lectura mientras cuece al fuego algún plato con una música de fondo fundamentalmente clásica, Bach, Schubert o Mahler, entre otros, y, solo de vez en cuando, llega hasta sus entradas el eco de su vida en la ciudad, la de los días laborables, la de los libros, la de las obras de arte, la de los viajes aquí y allá, un eco que completa, in absentia, el diario de sus dos últimos años de vida. No sé cuál podría ser la lectura de alguien que no conozca siquiera mínimamente quién era Julián Rodríguez, que no sepa nada de su intensa labor como editor, galerista, diseñador gráfico o agitador cultural, no sé qué pensaría de esta suerte de diario intermitente, si lo consideraría suficiente, si le faltaría el resto de ese “libro hipotético”. Yo tengo, sin embargo, la impresión de que en la lacónica placidez de las jornadas que describe, con en el rumor de fondo de los días agitados que faltan al medio, está todo lo que fue Julián Rodríguez, de una manera especial, su interés por la naturaleza, sobre todo por el campo como naturaleza domesticada, como lugar para el cultivo, un interés que vertebra, en buena medida, toda su obra. Un “libro contagioso” –robándole una expresión a mi amigo Javier Morales– que, en su brevedad, no deja de abrirnos puertas para el placer estético e intelectual, magnífico para recordar, pero también, en su caso, para acercarse por primera vez a la imponente figura de Julián Rodríguez.

Diario de un editor con perro

Julián Rodríguez

Editora Regional de Extremadura

11 euros

Publicado el 11 de marzo de 2022

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