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El rubor pétreo

La portada del mediodía de la Catedral de Plasencia se encuentra en la plaza del Enlosado, una explanada construida sobre la muralla para goce y disfrute del clero y hoy visitable para todos. Esta esbelta y un tanto arrinconada portada plateresca es atribuida a Diego de Siloé. Sus piedras han visto pasar las horas y los días, los soles y las lunas impertérritas desde su construcción en 1538-1540.

Cuenta Manuel López S. Mora de este lugar que si te asomas a la balaustrada que hay frente a esta portada puedes ver unas casas con escudos donde se guardaban el trigo y los cereales y que lo que hoy es el barrio de San Juan antes era una gran explanaba para esquilar al ganado trashumante.

Conjunto escultórico en la plaza del Enlosado de la Catedral de Plasencia

Pero no son las casas, ni las nubes, ni los cielos que se vislumbran desde la plaza del Enlosado lo que llama hoy mi atención sino dos relieves o tondos situados en el primer cuerpo de esta portada renacentista dedicada, según el estudio iconológico, a la Naturaleza Humana. Nadie como Jesús Manuel López Martín conoce con mayor rigor y profundidad esta magnífica fábrica arquitectónica. Y a él acudo para preguntarle qué representan estos dos medallones. Su respuesta es contundente: representan la Iglesia de la Tradición y la de los Gentiles y se acompañan de San Pedro y San Pablo, protectores de la Iglesia.  

En estos relieves en forma de medallón aparecen esculpidas en piedra dos mujeres. La que acompaña a San Pablo aparece ataviada con un turbante y camafeo sobre su cabeza al estilo oriental y la segunda que acompaña a San pedro con una túnica prendida al hombro al estilo romano. Estos dos bustos de formas amables y expresivas nos acercan a obras italianizantes. A caballo entre el dolor y el gozo muestran sus rostros extáticos, con la mirada hacia el cielo y la boca entreabierta. Me llama la atención la maestría de sus facciones sobre la piedra, el dominio absoluto de las proporciones, el conocimiento de la anatomía y la técnica y esa belleza inalterable del canon florentino que el escultor manejaba con elegancia.

Quiero poner el acento es estas dos figuras por el gesto de los personajes y el éxtasis que podrían representar y la verdad expresiva de sus ojos, que se ve acentuada por el color sobre la piedra que resurge de sus mejillas. Una mirada al infinito que quiere ser una llamada de atención, un clamor de dolor. 

Fuentes:

López Martín, J.M: La arquitectura en el renacimiento. Simbología de las fachadas. (Cáceres 1986) págs 95-105.

S.-Mora, Manuel López: Las catedrales de Plasencia y tallistas del coro (Plasencia 1976).

Texto de María Jesús Manzanares para su columna Vuelan Miradas

Publicado el 21 de marzo de 2022

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